La voluntad de vivir y respetar

Cuando hayamos aprendido a descubrir la esencia de las pequeñas alegrías, sin esperar grandes ocasiones de ser felices, la felicidad nos impregnará de la dicha y mejorará nuestro carácter y nuestra salud. Mientras que si nuestro carácter ve las situaciones negativamente, siempre estaremos de mal humor, seremos hepáticos, tristes, problemáticos y agresivos…
“El principal secreto de amar la vida consiste en no dejar escapar las pequeñas alegrías” (Salvador Iserte).
Nuestro estado psicológico es de la mayor importancia, de él dependen las vivencias de cada día, y con él enfocamos nuestra conducta, transportando el gozo de vivir y dejar que los demás vivan: cada rayo de sol, cada copo de nieve, cada florecilla del campo, cada rostro sonriente, cada mirada compasiva plena de alegría, denota nuestro estado de vivir y respetar.
He basado el mundo con mis ojos y mi corazón, con todo mi ser, lo he guardado infinitamente en mi corazón, lo he llenado día y noche de mis pensamientos hasta que él y mi vida se han fundido, he tejido esas formas de belleza y de alegría, que han forjado la voluntad de vivir…
¡Qué espantosa lucha existe en el fondo de cada uno de nosotros entre el pensamiento y el optimismo, si fuésemos capaces de alejarnos del pesimismo destructor, hallaríamos la felicidad!
Nuestro conocimiento derivado de lo exterior nos engaña con mucha facilidad, es como la fachada de una casa bien pintada, pero que por dentro se halla en ruinoso estado. Y esto es lo que nos ocurre cuando juzgamos a no importa quien, por su apariencia. ¿No nos estaremos equivocando, haciendo un juicio de valor, desacertado, equívoco y sin rigor? ¡Atención! Nos están invadiendo los virus mortales de la parálisis de la voluntad de vivir y compartir. Es verdad que la observación del mundo universo nos presenta grandes enigmas, pero si miramos en el fondo de nuestro ser, descubrimos que somos voluntad de vivir y por ello tenemos la obligación moral-ética de consolidar una vida sencilla y alegre, plena y coherente…
Si sembramos veremos la cosecha, aunque en ocasiones no la podemos ver, pero la semilla está enterrada y en su día brotará y alguien gozará de la planta o el árbol de dicha semilla que crece para darnos sus frutos, su sombra o madera, pues la voluntad es fructífera, al igual que el buen hacer en los seres humanos, que henchidos de respeto son una fuente inagotable de sabiduría.
Considero ahora la importancia de la actitud de humildad: sin su cultivo que llegue hasta impregnar toda nuestra vida, es imposible tener dignidad personal; sentir aprecio sincero y desinteresado, así como gratitud con nuestros semejantes…
El que desprecia a los demás es porque a sí mismo se desprecia.
El que aprecia a los demás es porque a sí mismo se aprecia.
Todos los seres humanos estamos repletos de valores, si buscamos en lo más profundo de nuestro corazón los encontramos, y ellos son el bálsamo que nos anima a vivir, ser y estar, pero para ello tenemos que esforzarnos, trabajarnos, moldear nuestro carácter, el lenguaje y las actitudes para con los demás. Cuando decimos es mi carácter, éste debe de moldearse y darle forma, como hacen los artesanos cuando en la forja de un hierro recto hacen una bella figura.
Si tratamos de mejorarnos con nuestros actos, denotamos la calidad de nuestra alma, por lo tanto, al mejorarnos vemos un mundo mejor, una sociedad diferente, el sosiego que anida en cada cual se transmite hacia los demás, pues el que está crispado transmite crispación y desasosiego.
Si usamos, expresamos respetuosas palabras, estamos creando una sociedad mejor. Sencillamente como: “Por favor,” “Muchas gracias”, “Me permite” “si le place” etc. Estas y otras expresiones no han de ser fórmulas huecas (de mera etiqueta social), sino radiaciones de un espíritu sincero y lleno de amabilidad. Hay que usar para cada persona el tratamiento que le sea debido, si esto no es así la educación cívica pierde todo el valor y el respeto…
La reverencia se desarrolla cuando se respetan los derechos de las minorías étnicas, religiosas y lingüísticas: este orden social deberá de ser armonioso. Es un deber que debiéramos de practicar todos los seres humanos…
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