Felicidad, alegría, dolor
Presentador:
—Hola, buenas noches, estimados radioyentes, hoy tenemos una pequeña novedad en el programa. Como ustedes saben, el director del programa es José Tarrazó, pero por necesidades de última hora, no ha podido asistir. Pero estamos aquí para hablar de un tema, quizás, muy interesante, muy querido por el ser humano, y vamos a tratar, con C. B. y F. B., de discernir algo que pueda ser beneficioso para todos aquellos que nos escuchan, como es la felicidad, la alegría y el dolor.
»Hay una constante en todos los seres humanos, que es la búsqueda de la felicidad a través del tiempo. A través de la historia siempre filósofos, pensadores, reformadores religiosos, cualquier individuo que haya estudiado la naturaleza humana, siempre se ha preocupado por dar una solución al tema de la alegría y el dolor, y, aún más, englobando estos dos términos opuestos, uno que a los dos une y los sintetiza, que es la felicidad. ¿Realmente qué es la felicidad en el ser humano? Hoy vamos a intentar, como siempre en este programa, dar una visión algo más profunda de lo que habitualmente las personas suelen dar de la alegría y del dolor. Para eso, vamos a poner en cuestión una pregunta: ¿puede el ser humano ser feliz?, ¿realmente puede vivir en un estado de alegría continuo? ¿Qué le parece, C. B.?
C. B.:
—Bueno, yo creo que sí, pero esa alegría o esa felicidad debe de buscarla dentro de sí mismo, no afuera. O sea, las personas estamos acostumbradas a buscar esa alegría en cosas externas, en cosas materiales, en emociones, y realmente esa alegría es efímera, dura muy poco. Por ejemplo, quien puede ir de vacaciones, pues lo pasa muy bien, está alegre, pero de una forma muy emocional. Entonces, aunque hayamos sido felices quince días, ¿qué ocurre en los otros trescientos cincuenta días del año? Porque si los otros trescientos cincuenta días nos lo pasamos mal o simplemente vegetamos, o tenemos alegrías, no sé, inocuas, sin sentido, creo que no es correcto. La alegría hay que buscarla muy dentro de uno mismo, ahí es donde radica.
Presentador:
—Realmente, parece que tú, por donde quieres encauzar el tema de la alegría, sería que nos quedamos en cosas externas, en cosas que nos producen pequeños estados de alegría, pero que no encuentran esa gran alegría o esa felicidad global que debe llenar al ser humano. Porque yo creo que el ser humano está hecho y destinado a ser feliz. Buscamos pequeñas lucecitas de luciérnaga, y a veces olvidamos un gran foco que tenemos muy cerca de nosotros. ¿Qué te parece, F. B., esto que nos constata C. B.?
F. B.:
—Yo también apuntaría que existimos en un mundo dual, donde el aspecto positivo y el aspecto negativo siempre se encuentran en continua fricción, y es precisamente eso lo que nos produce dolor. Entonces, si intentamos actuar por encima de esa polaridad, es decir, dejando en reposo pensamientos y emociones, para dejar más paso a nuestro yo real, a esa búsqueda de esa luz neutra del alma que todos llevamos dentro, yo pienso que nuestra vida se convertiría en un continuo dinamismo, pero un dinamismo equilibrador dentro de la actividad diaria. Por muchísimas cosas que llevemos a cabo a lo largo del día, debemos conseguir ese equilibrio a partir de una conciencia más abierta, más totalitaria de todo lo que nos rodea y aplicando un poco la atención en cada momento de nuestra vida, es decir, observando lo que sucede dentro y fuera de nosotros, e intentando buscar la causalidad de todo dolor o de toda alegría.
Presentador:
—Realmente, tú lo que propones es un estado de alerta continuo en el que el ser humano viva enfocado desde otro punto de vista. Bien, pero ¿qué es el dolor?, no solo el físico sino también el psicológico, ¿qué es lo que produce el dolor?, ¿qué es lo que nos produce alegría a los seres humanos?, entendiéndola bien o no la entendamos. Realmente, ¿cuál es la esencia del dolor y la alegría?
F. B.:
—Yo creo que el dolor casi siempre viene dado por la pérdida de algo que nos parece muy nuestro, algo físico o material, o bien pensamientos que tenemos asimilados o muy arraigados en nosotros, y que muchas veces nos condicionan. Entonces, siempre ante esa pérdida nos rebelamos, y aparece esa fricción en la que hacía yo alusión anteriormente, entre lo que es y lo que quisiéramos que fuera. Vemos ahí la raíz principal, que yo pienso que está en el egoísmo y en el apego. Entonces, si intentamos desidentificarnos cada vez más de todo, tanto de nuestros pensamientos como de nuestras emociones, para poder estar abiertos a cualquier cambio, para podernos amoldar y adaptar, tal y como el agua se adapta a cualquier sitio, a cualquier objeto donde se pone y sigue siendo agua manteniendo su equilibrio, así de esa manera deberíamos actuar, con seguridad y alegría, y además en muchas ocasiones echar mano del sentido del humor, que parece que en otras ocasiones nos falte.
Presentador:
—Sí. Nos propones una nueva visión de lo que es la alegría, esa alegría que debería ser un continuo en nuestro estado.
»Nos hablabas de la desidentificación como algo esencial, pues el dolor lo creamos cuando estamos apegados a algo, nos identificamos con algo y cuando aquello nos es quitado, por el medio que sea, aquello físico, aquello psicológico, una idea mental a la cual estamos hechos… cuando aquello se nos quita, entonces es cuando aparece el dolor, como cuando la uña es arrancada de la carne. Ese parece ser el origen del dolor. ¿Qué te parece a ti, C. B.?
C. B.:
—Sí. Yo me estaba preguntando si puede dar lugar la alegría cuando hay dolor físico, y el dolor físico a veces puede ser muy fuerte, pero si nos centramos en ese dolor, podemos hacerlo aún más grande. Creo también que entonces, abriéndonos un poco hacia los demás, o sea, olvidándonos un poco de nosotros mismos, de nuestras miserias, creo que podemos aliviar, incluso olvidar ese dolor. Leí un libro muy bueno llamado Más grandes que el amor, de Dominique Lapierre, que hablaba de un sacerdote que quería ayudar a una niña y tuvo un desgraciado accidente, quedándose paralítico. En ese momento pensó que como solo era un cuerpo, no podía hacer nada. Y una persona, que realmente sí que tenía esa felicidad interna tan fuerte, le dio la solución diciéndole que no era solo un cuerpo, era pensamiento, era alma, podía dar mucho a los demás. Y desde su lecho, que antes era de dolor y ahora de ilusión, enviaba buenos pensamientos y amor a seres que estaban trabajando físicamente en la India. Entonces, se ha formado como una cadena de luz hecha por la madre Teresa de Calcuta, donde personas incapacitadas físicamente, pero con una gran voluntad y gran amor, estaban conectadas con personas que físicamente sí pueden ayudar y reciben claramente esa fuerza de esos seres.
Presentador:
—Sí. Esto que acabáis de proponer vosotras parece que puede llevar un rayo de esperanza a tantas personas que sufren postradas en un lecho, que continuamente, día tras día, están sufriendo, o aquellos enfermos más o menos terminales que no encuentran un rayo de luz, algo por lo que su vida valga la pena. Quizás habría que llegar a sus mentes, a sus conciencias, a su yo interno, a ese ser profundo que todos tenemos, y decirles que solamente es su cuerpo el que está sufriendo, que él mismo no sufre, solo su apariencia externa. Esto, para mí, puede ser rayo de esperanza.
»Bien, ya que hablamos de dolor, qué os parece si nos planteamos una cuestión que siempre me ha intrigado a mí personalmente. Y es, cuando algunas religiones han tomado como algo fundamental el infringirse un dolor físico o psicológico para llegar a una autorrealización. ¿Qué pensáis vosotras de esto? ¿Creéis que es un camino fácil, cómodo, o simplemente sería una desviación de sufrir, más o menos masoquista, para conseguir la autorrealización a través del dolor? ¿O el ser humano ha de conseguir la autorrealización a través de la felicidad? Pero una felicidad y una alegría entendida en unos términos distintos de lo que se entiende vulgarmente. ¿Qué te parece, F. B.?
F. B.:
—Yo pienso que sí, que en cierta manera veo un solapado sadomasoquismo en este tipo de conductas, porque vienen dadas, más que nada, por un sentimiento de culpabilidad, y se cree que así se paga la deuda de lo hecho anteriormente. Debemos tener en cuenta que existe la ley universal de causa y efecto que rige el universo, y que ella se encarga de reequilibrar las energías que nosotros utilizamos incorrectamente, por lo que de ninguna manera debemos infringirnos dolor conscientemente, porque eso ya raya el masoquismo. Pienso que eso es más una desviación que una técnica. Y quedas dentro de esa dualidad que comentábamos antes, que produce dolor y no la transciende.
»Yo pienso que debemos elevarnos sobre esa situación de dolor-alegría, como tú decías, e intentar conseguir esa felicidad que es neutra, que va más allá de los polos de opuestos que están en continua lucha dentro de todo lo que nos rodea y todo lo que internamente sentimos. Buscar un más allá, más adentro.
Presentador:
—Sí. Yo personalmente opino que nuestra vida cotidiana, nuestro vivir en una familia, en nuestro entorno más o menos próximo, nos proporciona tantos momentos en los cuales ya sufrimos, y que tenemos que superar, que infringirse un dolor a sí mismo es innecesario, porque si verdaderamente podemos encontrar un punto de luz, de felicidad, en todo el vivir cotidiano y superar todo aquello que la vida nos presenta, ya estamos haciendo mucho más que querer sobrepasar partiendo de un dolor físico que se inflige una persona a sí misma. El sacrificarse, el perpetuado sacrificio. Creo que la vida nos proporciona muchos momentos que tenemos que superar como para que el ser humano intente hacerse dolor a sí mismo. ¿Cuál sería tu opinión, C. B.?
C. B.:
—Sí, bueno, yo ahora estaba, aparte de estar de acuerdo en eso, estaba pensando que la felicidad no es exclusiva de una persona sola, pues estamos unidos a toda la humanidad. Y cuando una persona tiene dolor y se esconde en su dolor, alrededor de ella crea un ambiente deprimente; y cuando una persona es feliz, emite esa felicidad a todo su alrededor. Por ejemplo, en los hospitales, pues como hay dolor el ambiente puede ser un poco extraño, ¿no? Y, por ejemplo, en un hospital, cuando fuimos, nos quedamos sorprendidos de la alegría que había allí, o sea, la alegría que tenían las enfermeras y los médicos, lo que se percibía creo que se iba comunicando de unos a otros y llenaba todo el hospital. O sea, quiero decir con esto que la felicidad, aunque la busquemos internamente, no solo es para nosotros, sino que es para servirla, para emitirla a todos los seres que tengamos a nuestro alrededor. Creo que es algo contagioso, y es bueno que sea contagioso.
Presentador:
—Sí. Se me ocurre que antes estas tres palabras: felicidad, alegría y dolor, me surge una reflexión muy profunda y es si realmente el ser humano ha perdido de vista las raíces de su origen y su esencia, y anda buscando por otros caminos lo que no tiene tan lejos, y lo tiene quizás más cerca. ¿Qué pensáis?, ¿no creéis, vosotras, que se ha perdido un poco de vista la esencia, las raíces, el origen de lo que es el ser humano y busca la felicidad en otros lugares? Y en esos lugares realmente no llega a apreciar, sino que ocurre como al sediento, que cuando se le da de beber agua salada, tal vez tiene más sed, y nunca encuentra la satisfacción.
»¿Qué pensáis vosotras de todo esto?
F. B.:
—Yo creo que hemos perdido bastante la búsqueda en ese sentido, porque no somos conscientes de nuestras capacidades internas, y pensamos que no vamos a ser capaces de cambiar, nos da miedo cambiar porque no conocemos, se dice que más vale malo conocido que bueno por conocer. Ni siquiera para cambiar de actitud, ni siquiera nos esforzamos para intentarlo, pero de hecho la voluntad la tenemos innata, depende de nosotros el desarrollarla, y esa fuerza la tenemos absolutamente todos y la tenemos que redescubrir en nosotros. Ese sería quizás el principio para empezar a sentir esa fuerza de ese ser interno del que hablamos y comenzar a desarrollar esa felicidad, pero la felicidad siempre constante, sin altibajos, porque la alegría y el dolor son precisamente eso, altibajos.
Hoy quizás llevo una temporada de alegría, subo muy arriba y luego bajo en picado en la misma proporción que he subido.
Presentador:
—Sí, pero es una alegría emocional.
F. B.:
—Exacto.
Presentador:
—Eso va dentro de las emociones, que no participan realmente en la esencia del ser humano.
F. B.:
—Por lo tanto, está cambiante y nos desconcierta. Cuando estamos en una etapa de estabilidad emocional queremos atraparla, queremos que no pase, porque sabemos internamente que a continuación llega la etapa del dolor. Del dolor por la pérdida de esa alegría y porque no existe un equilibrio. Y pienso que la felicidad nos podría deparar eso. Y una vida sencilla quizás sea también un enfoque muy positivo para llevar a cabo, intentar que todo lo que nos rodea nos parezca nuevo. Y buscar interés en poner la mente, sobre todo, que en muchas ocasiones en vez de ayudarnos nos confunde.
Presentador:
—C. B., ¿qué te parece de lo que estamos hablando?
C. B.:
—Sí. Yo creo que hay una pregunta de raíces muy profundas, que es ¿qué somos?, ¿qué somos realmente? No somos cuerpo solamente, ni emociones, ni pensamientos. Yo creo que por encima de todo eso somos dioses. Y creo que lo que tenemos que buscar es la divinidad interna, porque esa es nuestra brújula. Si encontramos esa divinidad, que es fácil encontrar, solo hay que echarse al vacío, buscarla sin miedos. Creo que entonces nos daríamos cuenta de dónde está la felicidad, y creo que nuestros miedos, y desde luego nuestro dolor, cesarían, porque, ¿a qué tenemos miedo? ¿A la muerte?, no existe ¿Al dolor?, si intento aceptarlo, porque de algún sitio viene y por algo será. Yo creo que ahí es donde está la clave.
Presentador:
—Personalmente opino que el ser humano está tan acostumbrado a vivir fuera de sí mismo que no se da cuenta de lo que es ese yo profundo, ese yo interno que todos somos. Ese yo no puede sufrir, ese yo está alegre perpetuamente, eternamente. Lo que sufre es nuestra mente, nuestras emociones, que son las que participan del dolor universal. La alegría, la esencia de la alegría, reside en el yo profundo, porque es inamovible. Y claro, como nos dedicamos a buscar fuera de nosotros algo que nos pueda producir alegría, encontramos pellizcadas, trocitos pequeños, ínfimos retazos de alegría, y no encontramos la ALEGRÍA con mayúscula, la alegría profunda, la única y verdadera felicidad.
»Porque nos dedicamos a vivir externamente, lo único que encontramos es apegarnos a situaciones, a cosas y, lógicamente, eso nos hace sufrir, porque cuando estamos identificados con algo y esa cosa nos falla, sea el dinero, sea la posesión de cualquier cosa, sean nuestras propias ideas, sean las personas que queremos, que son esenciales para nuestra vida y desaparecen de nuestro entorno… Todo eso nos va a producir una ansiedad, un dolor, una fricción, y va a perderse la alegría. Pero cuando el ser humano está, desde dentro de sí mismo, identificado con algo que es esencial y permanentemente feliz, nunca puede surgir el dolor, aunque su cuerpo esté sangrando, o aunque sus emociones en momentos determinados puedan hacerlo más o menos sufrir, pero no se identificará nunca con el dolor, ni siquiera con la alegría, sino que permanecerá en un estado de felicidad.
»Y a propósito de esto, yo os preguntaría, ¿pensáis que es posible ese estado de felicidad, de alegría continua, esa especie de cielo en la tierra, por decirlo de una forma más o menos religiosa, o como los orientales llaman Nirvana, ese perpetuo estado de contemplación, de felicidad ¿Pensáis que eso es posible conseguirlo?
F. B.:
—Yo creo precisamente que en esa búsqueda de ese yo interno, está la clave para hallar la felicidad. Y también, si intentamos activar nuestra conciencia, de abarcar nuevos horizontes, es posible que consigamos del tiempo y de los ciclos, porque ellos dejaran de tener importancia. Estamos inmersos dentro de este mundo tan movido, tan cambiante, y en cierta manera él nos provoca que tengamos una visión bastante negativa y muy limitada de las cosas. Si intentamos salir un poquito, abrir los ojos y ampliar la conciencia, tener una conciencia de unidad, más omniabarcante, yo creo que iremos acercándonos a eso que parece más un mito, que es la felicidad, y estoy segura de que tenemos absolutamente todos esa capacidad innata para conseguirlo.
C. B.:
—Yo creo que el alma viaja ligera de equipaje, y nosotros queremos cargar con demasiadas cosas, tanto materiales como de pensamientos o de emociones. Y creo que, si vamos descargándonos de tantas cosas, como la cebolla, vamos pelando hasta encontrar la esencia, entonces habremos encontrado la felicidad. Y podemos buscar pequeñas felicidades en pequeñas cosas, o sea, en la salida del sol, en la naturaleza que nos rodea, en todos los seres, y acercarnos más a los seres humanos, a las cosas que están a nuestro alrededor, no a las cosas materiales simplemente.
Presentador:
—Bien, ya no nos cabe más que desearles a todos ustedes que este rato de conversación que hemos tenido a través de las ondas radiofónicas haya servido por lo menos para sembrar una inquietud dentro de todos los que nos han escuchado. Y que ese análisis, más o menos somero pero con cierta profundidad que hemos hecho hoy de la felicidad, de la alegría y del dolor pueda realmente llegar a la profundidad de todos.
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