Mil monjes, mil religiones

«Mil monjes, mil religiones» reza a la entrada del Potala, el complejo de templos más importantes del Nepal. La frase, básicamente podría significar que cada cual entenderá la religión, la filosofía, lo espiritual de una forma diferente al otro. ¿Es la mente quien hace que seamos tan diversos, pero tan fragmentados?

Hemos vivido hace bien poco el derecho al voto. Cada persona desde su plena libertad ha participado según su consideración. Como se suele decir, la ciudadanía ha expresado su voluntad, y esta aparece reflejada en los resultados. Unos dirigentes salen reelegidos, y otros nuevos aparecen en el panorama político nacional.

Pero, la expresión de la voluntad común no nos exime del uso de la voluntad individual. Además de confiar en la buena gestión de la política gracias a la siempre esperada buena voluntad de los políticos, individualmente ¿tenemos buena voluntad?

Es posible que esperamos, a veces, más de los demás que de uno mismo. Vemos con más facilidad los derechos que las obligaciones propias.

Creo que es interesante hablar de la voluntad desde una perspectiva ética, y por ser ética, no deja de ser práctica y necesaria para las personas.

Puede que la falta de voluntad influye en la aparición de problemas de carácter psicológico, y gracias a la voluntad, estos podrían eliminarse.

Paracelso nos decía que la voluntad era algo superior, entraba dentro de esa magia profunda, y que, dentro de la magia, que todos absolutamente todos los seres humanos poseemos, descubrirla es descubrirse. Hablar de magia no significa tener algo especial, porque el hecho de ser humanos ya nos hace especiales, por lo tanto, mágicos.

La voluntad también es un factor indispensable para eliminar la tensión, el estrés, y para conseguir mayores metas.

Habremos oído o leído en ocasiones la frase que dice «del dicho al hecho hay un trecho». ¿Es la voluntad para acometer el trecho? Potenciar la voluntad es algo que tenemos al alcance de la mano. Pongo un ejemplo al respecto:

Imaginémonos en este momento que hemos pasado las Fallas de València, hemos visto esos fuegos de artificio, hemos visto cómo en el aire han surgido determinados colores gracias a esa magia de la pirotecnia. Podemos decir que nosotros somos una gran hoguera que en muchas ocasiones está apagada. Y que, si nosotros la potenciáramos, veríamos estos fuegos de artificio interiores que serían esta voluntad. Es decir, que a través de ella podemos ser verdaderos magos y realizadores de sencillas y útiles cosas.

La mayoría de las veces nos falla la voluntad para según qué cosas. Somos perezosos y decimos: “Bueno, yo, ¿cómo tengo que desarrollar la voluntad?”, pues, sencillamente, con ese poder interno, con ese querer hacer. Hablan de la voluntad cantidad de grandes escritores y personas que han practicado esa voluntad, es decir, que no es una cosa lejana o ajena. Tenemos que ver la voluntad como algo muy cerca, muy dentro de nosotros. Es como ese gran diamante que tenemos internamente, esa fuerza que nos lleva hacia dimensiones superiores, y que, por lo tanto, podemos desarrollarla sencillamente con el solo hecho de querer.

«El querer lo es todo en la vida. Si queréis ser felices lo seréis. Es la voluntad la que transporta las montañas». Alfred Victor de Vigny.

Cuando, gracias al discernimiento, descubrimos que una cosa es la emoción, y otra cosa es la voluntad, encontramos una llave que abre la puerta del interior. Cuando no es la mente sino el corazón quien orquesta la vida, incluso los pensamientos dejan de ser entorpecedores, porque se aúnan al compás de la esencia que nos une, como la de un escritor, un pintor, una persona que trabaja con constancia y amor, y esto nos descubre que la buena voluntad nos inspira hacia lo correcto. Entonces, sin monjes, sin religiones, sin dogmas, sin la mente recitando y repitiendo hábitos y esquemas, descubrimos la creatividad y el altruismo, descubrimos que la voluntad es amor y nos impele a la fraternidad.

15 de junio de 2023. J.T.D. 

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