Una sociedad de farsantes

“El hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a los demás”. (Jaime Balmes)

En nuestros días es preciso poner al descubierto muchas actitudes de los individuos que con su bicefalismo y lenguaje actúan indebidamente, creyendo que todo vale: y creo sinceramente que esto no es así, más bien es una equivocación de pensamiento y de conducta que nos hace mucho daño a toda la sociedad…

Todas las crisis son producto de falta de valores, de respeto, de querer medrar económicamente, intelectualmente, y en algunos casos de los llamados espirituales o fanáticos de no importa qué creencia, bien sea filosófica o religiosa. 

“En toda esa era de la filosofía oficial, la llama Fiche “vergüenza de nuestro siglo,” y añade que nadie podrá explicarse el día de mañana los acontecimientos de estos años de otro modo que suponiendo una epidemia intelectual. En efecto, se trata de la locura, conocida desde los más remotos tiempos con el hombre con su pedantería maléfica.” (Barhti Ssinasdana).

Entre los individuos existen partes positivas y otras negativas: quisiera exponer un decálogo tan actual que lo estamos viviendo cada día, y es el que tuerce el normal desarrollo de nuestra sociedad, que presionada con este decálogo ensombrece el que los seres humanos seamos felices. En esta sociedad convivimos con todos estos ingredientes: la soberbia, la hipocresía, el orgullo, los engañosos, los pretenciosos, los pedantes, los meapilas, los sabelotodo, los farsantes, los compradores de esclavos o extorsionadores…

Muchos se preguntan ¿qué es la ética de la sociedad civil? ¿Vale la pena educar para una sociedad próspera y equilibrada? Construir una sociedad civil vigorosa es el futuro, mantener a una sociedad como la actual sin valores éticos, es cavar una fosa en vida que nos lleva a la ruina, al paro, a la frustración más absoluta de una juventud sin esperanza ni porvenir.

La razón humana no es monológica, sino dialógica. Lo cual significa que tenemos que entrar en diálogos reales, intentando que en ellos no primen los intereses piramidales y su estructura engañosa y maquillada, nos hacen creer con discursos farragosos lo que detrás de ellos se esconde. Es más: ésta es la razón que a la hora de hablar, escribir sobre los derechos humanos es preciso tener en cuenta que cualquier diálogo o afirmación se base en cosas concretas.

Mucho se habla de la PAZ, pero aún los gobiernos fabrican armamento y con ello se hacen las malditas guerras; mucho se habla de las crisis, pero éstas están provocadas, pensadas y ejecutadas para sacar pingües beneficios, mucho se habla de las pandemias creando miedo y beneficios. ¿Para quién? 

Es precisamente el carácter filosófico el que me obliga a escribir sobre la ética, ésta no es una moda, sino más bien un principio de comportamiento de los individuos de una sociedad; pues la cultura no debiera ser fragmentaria, en la que cada gobierno a su antojo cambia de normas, de ahí se da el fracaso escolar; se dan muchos libros y pocos principios estables.

Tanto los pensadores clásicos como los contemporáneos escribieron lo que yo llamo la escritura del siempre ahora, pero esto es propio de quienes son creadores y que no se dejaron llevar por determinadas corrientes, que como nubes de verano pasaron en un plis-plas…

¿Dónde está la llave para abrir la puerta hacia una nueva sociedad? De todos depende el colaborar en el cambio a una sociedad diferente, con visión de nuevos horizontes, que llenen el vacío de la presente en la que nos hallamos repletos de carencias y decadencias.

No le faltaba razón a Aristóteles en dejar la felicidad en manos de la razón prudencial; lo que, en definitiva importa a la ética es la vida feliz. ¿Acaso no estamos faltos de felicidad? Y esto es debido a lo que expuesto en el anterior decálogo que nos corroe el cuerpo, pero también el alma, desechando la sencillez y una vida compasiva, valores que todos tenemos, pero que los buscamos fuera cuando los tenemos dentro. Buscamos y no encontramos, mientras que todo se halla en la madre naturaleza, en el corazón sosegado, en lo más sencillo, en lo inmediato; pero no tenemos la sensibilidad amorosa para encontrarlo.

Luces y sombras nos perturban la vida cotidiana. Debiéramos buscar la luz en todas las cosas de la vida, pero esto nos es costoso. Complicamos, rizamos el rizo de las cosas, no pensando que el paso por este Planeta es fugaz como la luz de una estrella…

 27-10-009 J.T.D.    

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