Todos viajamos

La mente de las personas está siempre viajando, el billete de la mente no tiene fecha de caducidad, recorre todas las estaciones de la vida, venimos para viajar y explorar todos los vericuetos y rincones por donde pasamos que son dignos de ver y de averiguar; las personas somos por naturaleza exploradores de la propia esencia, en ella encontramos muchas lecciones que nos enriquecen y nos demuestran qué necesitamos descubrir, y esto nos da la posibilidad de que seamos más maduros en cultura. “El riquísimo simbolismo del viaje se resume en la búsqueda de la verdad, de la paz, de la inmortalidad, en la búsqueda y el descubrimiento de un centro espiritual”. (D. D. S, p, 1065) La suerte que tenemos las personas es que nos pasamos la vida viajando, ese viaje nocturno que efectuamos cuando dormimos es tan importante que nos llena de tantas experiencias, todas ellas tan llenas de riquezas que con estas lecciones podríamos ser verdaderos eruditos del saber; pero por desgracia no solemos recordar lo acontecido en ese viaje de la noche, ese viaje tan maravilloso y que nos proporciona tanta sabiduría y al mismo tiempo no nos cuesta nada.

El viaje como progresión espiritual que hallamos en el budismo, en la forma de vía, de vehículo y de travesía, se expresa a menudo como un desplazamiento a lo largo del eje del mundo; en el momento que nacemos empieza el viaje de las experiencias, de los sufrimientos, que no son otra cosa que las lecciones que tenemos que aprender en la Universidad de la vida y que pueden servirnos para mejorar nuestra condición humana.

La literatura universal nos ofrece múltiples ejemplos de viajes que, sin tener el alcance de los símbolos tradicionales, son significativos en grados diversos; en los sueños y leyendas, el viaje bajo tierra significa la penetración en el ámbito espiritual; y el viaje en el espacio aéreo y celeste, es el vuelo del espíritu a su lugar de nacimiento, el éter o energía cósmica…

Es curioso que todos soñamos, ¿pero recordamos muy poco de los sueños y muchas veces tenemos miedo de aquello que soñamos, pero soñar es tan necesario como comer, esta es una función necesaria en nuestra biología? Tendríamos que estar contentos de los viajes que realizamos todos los días, en estos viajes se nos da la oportunidad de poder reencontrarnos con seres que conocimos y se fueron a otros planos menos densos, en una palabra, entraron en el mundo de las energías sutiles, ya no les pesa el traje de la materia…

Lo comprendamos o no, toda materia se transforma, se hace más sutil, esto es ley de vida y ahí estamos cada persona, cada ser viviente, bien sea un átomo o molécula, así les pasa a las neuronas que se sustentan por unas energías o causa de la vida; todas las cosas viajan lo veamos o no; el recorrido de todas las cosas por su movimiento natural es un viaje, ¿pero a dónde vamos? Esta es una cuestión que debiéramos plantearnos todas las personas, pero vivimos como el burro victoria sin pena ni gloria; nuestras preocupaciones de otro orden, el colegio de los niños, pagar el alquiler del piso, devolver parte del préstamo, el plazo del coche, y otras cuestiones, todo esto es debido a que gastamos más de lo que ganamos, y este es el viaje de la modernidad, de la oferta y la demanda, plazos que no controlamos, y nos decimos, ¿por qué yo no tengo que ser como mi vecino en este viaje? ¿Por qué unos viajan con tanta comodidad y yo con tanta estrechez? Nos hemos montado la vida con un tren que no sabemos en qué estación parará, pero nos decimos: ¡quiero viajar al precio que sea! La estructura de nuestro viaje está mal planificada, el modernismo nos ha metido en un embudo y aunque debamos a diestro y siniestro, primero son mis caprichos, las deudas que las paguen los demás, a mí que no me sople la gaita que quiero vivir a mi aire; y esta es la sociedad en la que estoy viviendo, una sociedad artificial de teorías demagógicas y de mentiras; que Dios nos pille preparados…

21.4.18. J.T.D.             

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