Tiempo, espacio y mente
El ser humano es la manifestación más elevada de los principios del planeta y debiera de ser concordante con el sistema cósmico. Los individuos debiéramos de empezar el estudio de las leyes del Universo de dos maneras. Estudiándonos a si mismos, analizando nuestro cuerpo y sus funciones, para así acercarnos gradualmente a la conciencia interna, inmaterial, o sea abriendo la puerta del espíritu y poder ampliar la investigación más intima en el mundo metafísico; en las corrientes energéticas que se hallan dormidas y nos llenan de ignorancia, para así conocer los principios fundamentales del Universo y todas sus manifestaciones cósmicas, aprovechando el inmenso caudal que tenemos como individuos…
Los hombres buscamos la sabiduría verdadera con respeto a sí mismos y al Universo, para esto deberemos de estar libres de perjuicios. Deberemos de aceptar como verdad sólo aquello que podamos probar por nosotros mismos y que solo el corazón acepte sir perjuicios ni dogmas, ni por lo que alguien nos haya dicho. Porque ninguna verdad es verdad para uno si no puede probarlo por su propia experiencia. La verdad es el fruto del árbol de la sabiduría, pero no es el árbol mismo. Hay tres principios universales o manifestaciones fundamentales de las leyes en todo el Universo, que afectan a todas las cosas. Estos tres principios son: Espacio, Tiempo y Mente, los que han sido interpretados con frecuencia por el hombre en un sentido material, porque los tres han sido asociados a nuestros sentidos y facultades corporales del oír, gustar, y tocar, instrumentos de captación de conocimiento para las actividades terrenales. Tal proceder es la explicación racional del mundo desde el punto de vista terrestre, desde el mundo “No Yo” percibido por los sentidos corporales, siendo precisamente por este lado por donde empezamos a verlo, conocerlo y explicarlo…
Tiempo, Espacio y Mente se interponen en la vida de los individuos al planear y realizar la memoria de sus actividades materiales. El tiempo es oro, dicen los seres humanos; hay que economizar y controlar todas nuestras actividades y actuar en consecuencia, para que la rentabilidad de todas nuestras acciones tenga un sentido de coherencia y de equilibrio. Así podremos dominar el espacio, que es donde nos movemos y tenemos nuestro ser y como aves podamos desplazarnos por doquier; el tiempo no tiene fronteras, solo los seres humanos somos los que ponemos barreras psíquicas repletas de perjuicios que nos impiden crecer en el tiempo y espacio. Claro es, que esta concepción del mundo a través de los cinco sentidos y facultades corporales no ceja de construir un fundamento del cual el individuo no sabría prescindir; ya que tenemos necesidad de un mundo conceptual para hacer de nuestras sensaciones algo que resulte utilizable para el pensamiento.
¿Pero, todo el mundo conocido y por conocer es dado tan sólo por nuestros sentidos y facultades físicas y por nuestra conciencia objetiva? ¿Y estos sentidos y facultades captan una parte del conocimiento de su propia competencia siendo por lo tanto imperfectos, atrevidos y osados y en tantas ocasiones creyendo saberlo todo?...
Al hacer uso el individuo de su poder mental para economizar el tiempo y dominar el espacio, ha adoptado una interpretación incompleta y a veces errónea, para el logro de dichos fines. Y es que ha ignorado que su mente está asociada con muchas energías y poderes tremendos, que pueden utilizarse para otros fines y no solamente en tratar de eliminar obstáculos supuestos o concepciones erróneas de tiempo y espacio.
Vamos a ver que son, pues, en realidad estos principios.
TIEMPO: Es el periodo de duración que necesita la “conciencia” para darse cuenta de las cosas materiales de la vida. La primera tentativa del hombre para medir el tiempo consistió en contar el periodo de duración, o sea, el periodo de “conciencia” que transcurrió entre la salida del Sol y su siguiente aparición sobre el horizonte al día siguiente. De esta manera el hombre comenzó a asociar el tiempo como una manifestación material, como es la manifestación de la luz y de la oscuridad, y el vaivén de los sucesos diarios…
Así, el tiempo llegó a ser para los seres humanos un tiempo material del universo. Esta idea errónea, debe eliminarse de la mente, para poder comprender las grandes y maravillosas leyes de la vida. Cierto que la conciencia física, objetiva o mortal del individuo requiere periodos de duración para comprender ciertas cosas; pero esto no quiere decir que las cosas observadas hayan realmente consumido una porción del tiempo.
ESPACIO: El espacio, o caos, como también se le llama, no es ni vacío sin limites, ni la plenitud condicionada, sino ambas cosas a la vez. El espacio siempre ha sido, es y será; es la eterna causa de todo, la Deidad incomprensible, cuyas vestiduras son indescifrables, raíz de toda materia del Universo. El espacio es extensión, capacidad, sitio o lugar del Universo. ¿Tenemos esa concepción de él? ¡O nuestras limitadas concepciones son fantasías puramente mentales y nos perdemos en el tiempo que se nos va de las manos! No es el tiempo quien se marcha, sino somos nosotros quienes nos marchamos: él siempre está, es y será la pesadilla de los seres humanos.
Inconscientemente el hombre ha asociado también la duración del tiempo con la extensión del espacio. La conciencia que tenemos de él es igualmente diferente si se trata de concebirlo en estado de vigilia o de sueño. Los seres humanos hemos materializado de tal manera su representación consciente del espacio, que nos resulta imposible desligarlo o separarlo de las ideas materiales; e inconcientemente también hemos asociado la duración del tiempo-espacio.
La radio y la televisión nos lo ponen bien de manifiesto. Tenemos el término “realización mortal”, o sea el acto de conciencia objetiva. ¡Vamos, pues, que los individuos nos damos cuenta del tiempo y del espacio por medio de un acto mental o cerebral, que peculiarmente individual y asociada de alguna manera con el funcionamiento de los actos cotidianos!
MENTE: En el hombre es la parte pensante, conocedora de su conciencia. “La conciencia es la columna vertebral del alma: mientras la conciencia es recta se sostiene en pie; yo no tengo más que esa fuerza, pero basta, así pues la conciencia es el mejor libro de ética que tenemos” (Víctor Hugo) Donde quiera que hay conciencia, allí hay mente y corazón y ambas combinadas crean un estado de percepción equilibradora de todo cuanto nos rodea, envolviéndonos en la suprema atención. Sabemos que las pequeñas células que vemos con el microscopio tienen conciencia porque podemos afectar sus vibraciones y movimientos por medio de luces de diferentes colores que dirigimos sobre ellas, las cuales las agitan o apaciguan. La mente en las personas es una herramienta necesaria, siempre que ésta se utilice debidamente, si esto no es así nos crea muchos problemas que en muchas ocasiones crean un desajuste emocional dañino.
De todo lo expuesto aprendemos que el ser humano somos duales en conciencia: aquella que es mortal u objetiva, y aquella que es divina o subjetiva…
Toda la Naturaleza y sus leyes son una expresión de la verdad Divina, más pocos son los que pueden realizar la verdad que la naturaleza expresa…
Escrito el 1 de marzo de 1979. J.T.D.
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