¿Somos equilibrados en nuestra economía?

Una parte de la sociedad mundial derrocha sin ton ni son. Quienes pueden permitírselo tienen innumerables placeres a su alcance. Grandes banquetes amenizan no importa qué acontecimiento, viajes costosísimos, drogas, vestidos, joyas, bodas y bautizos, etc. etc.

Muchos pensarán que están en su derecho, ¡no digo que no! ¿Pero a costa de qué? Si pensamos que las nubes dejan caer los billetes craso error, es que no le damos la debida importancia al problema mundial del hambre y el sufrimiento.

¿Para qué pensar sobre los demás? ¡Ya se arreglarán! Yo me apaño como puedo, ¡allá cada cual! Expresiones que denotan un tremendo egoísmo, una falta de solidaridad, de coherencia. Lo que trato es de ver de qué manera conjugar la coherencia y el desarrollo equilibrado y honesto, siempre pensando en ese término medio, sin pasarnos en la pendularidad entre lo mucho y lo poco.

¿Somos equilibrados en nuestra economía? ¿Tenemos los pies firmes sobre el suelo? ¿Despilfarramos arrastrados por una falta de criterio, a veces por el qué dirán? Estamos a merced de aquellos charlatanes que se aprovechan de determinadas situaciones que nos pasan y queremos que sean remediadas, y nada nos impide que nos gastemos el dinero con recetas mágicas que no nos solucionan nada.

Nos ha tocado vivir en unos tiempos y en una sociedad occidental donde vivimos a contrarreloj todos corriendo, estresados, deprimidos y con continuos conflictos personales, insatisfechos y vacíos de un contenido interno.

¿Cuánta gente exprime a otros que necesitan ser tratados con un poco de humanismo y que escuchemos sus cuestiones? ¡Pero todos tenemos prisa! Mientras llevemos el ritmo de vida actual, estamos despilfarrando el corto tiempo del breve paso por esta tierra, ¿valdría la pena hacernos nuevos planteamientos y aprovechar mejor la vida?

Si nuestro corto entendimiento estuviera basado en la sencillez y no en vuelos inalcanzables que nos llevan al delirio de lo imposible, empezaríamos a ver con bastante claridad que para practicar la ética de lo cotidiano sólo se necesita tener un poco de sensibilidad, escuchar y ver a cuantos nos rodean, los más inmediatos y luego ver el horizonte, los desequilibrios que producimos que son una cortina de humo y en ellos se despilfarra con la economía de los que sostenemos a un pueblo o país.

Las personas coherentes buscan la felicidad, el crecimiento individual y colectivo; ello es posible en tanto en cuanto como seres eclécticos actuemos integralmente, con las responsabilidades que todos tenemos. Un médico, abogado, profesor, ama de casa, un barrendero y no importa qué seres humanos con su profesión o actividad, contribuyen en su población, en su país a que este sea próspero y expansivo; y si se tienen como meta las correctas relaciones humanas de entendimiento en todos los actos de su vida las cosas funcionan mucho mejor, no es este el caso de aquellos que con su prepotencia arrollan como un tornado todo lo que se halla a su alrededor.

El despilfarro es despótico, ¿por falta de una higiene mental?, los déspotas recurren al viejo procedimiento de utilizar a una parte de la población para mantener sujeta a la otra.

Siempre pensamos que el deber es para los demás. “El primero de nuestros deberes es poner en claro nuestra idea del deber, es la obligación para cada uno de prestar en los demás la dignidad humana”. (Proudhon) Mientras que el deber es tuyo y mío, yo hago lo que tengo que hacer, siempre que no lesione a los individuos, sin despilfarrar nada que atente a la buena marcha del conjunto de cuanto se mueve y tiene su estado de ser.

A medida que nuestro entendimiento y nuestra capacidad de acción va adentrándose en las sencillas verdades internas, que son leyes naturales y que están por doquier, que las estamos respirando y viviendo en cualquier situación, nos vamos llenando del deber de la acción. El deber no puede mezclarse con la falsedad ni con la hipocresía, el deber no es tímido ni mediocre, es transparente y nace desde el corazón, la acción tiene mucha fuerza, sencillez y alegría.

“La inteligencia bien encauzada nos controla del despilfarro. Sólo la inteligencia se examina a sí misma”. (Jaime Balmes)      

12 de mayo de 2012.  José Tarrazó Durá. 

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