Qué difícil es gobernar

El presente artículo de opinión no pretende dar ninguna lección a nadie en particular, más bien dar unas pinceladas éticas basadas en una reflexión, que algunos pensadores desgranan a través de sus estados conscientes de lo difícil que es la gobernabilidad, en los pueblos y las naciones.
“Para gobernar se necesita sin duda firmeza pero también mucha flexibilidad, mucha paciencia, mucha comprensión. La ciencia más esencial para el que desea gobernar con sabiduría es hacer a los hombres capaces de ser bien gobernados.” (Plutarco)
Bajo el prisma de la equidad se puede gestionar la gobernabilidad colectivamente y no en porciones individuales, tendenciosas, que son las que oprobian a los ciudadanos más débiles, y precisamente cuando se cometen los errores, los desequilibrios que trasnochan a los gobernados.
Dice Confucio en su sabiduría: “Lo más importante para un buen gobierno es reflexionar antes de adoptar alguna determinación y no abandonar jamás el ejercicio del bien.” ¿Pero esto es posible? ¡O más bien es una entelequia del que escribe este artículo de opinión! No pongan en duda que como mi pensamiento está preñado de la ética convivencial, sueño en que la gobernabilidad debiera de ser el mejor bien que se nos ha concedido para dar la talla de lo primero que somos, individuos con vicios y virtudes, con defectos humanos, pero al fin y a la postre deseamos ser escuchados, atendidos y respetados.
Si bajo la bóveda de los árboles descansan los pájaros y cada día levantan el vuelo para buscar su comida, su placidez. ¿Cómo los individuos no somos capaces del normal entendimiento y todos enarbolamos el dogma de las verdades personales y al mismo tiempo efímeras?
“Observa la justicia en acciones y palabras, no te comportes sin reglas ni razón, en tu gobernar aplica dignidad y compasión”. Como habréis observado en el título del presente artículo, digo que es difícil gobernar y no dudo que esta tarea requiere que no se nos suban los humos más allá de la nariz, pues si estos humos nos nublan las neuronas se habrá fracasado, y esto va para los que nos gobiernan y para cuantos tienen vocación de gobernarnos, pero también para aquéllos que aspiran a liderar la gobernabilidad…
El presente escrito, está hecho como una reflexión interna, objetiva y con plenitud de ciudadano que ha tomado parte activa en la pasada campaña, siempre abierto al resultado que los ciudadanos han considerado en su fuero interno.
Ahora toda crítica fuera de contexto es rizar el rizo que en muchas ocasiones no viene a cuento. Gobernar es estar trabajando en pro de toda una ciudadanía, resolver los pequeños y grandes problemas, sin lesionar a nadie, siendo imparciales, ecuánimes e inteligentes, atentos en el cumplimiento de las leyes, creando el clima más adecuado entre los que gobiernan y los gobernados. Debiera propiciarse una nueva etapa y dejar el pasado en el baúl del desván, impulsando nuevas formas como un soplo de aire fresco, basado en una moral ética de respeto y de eficacia, de solidaridad. Que todos cuidemos, mimemos a nuestra querida ciudad. Y para aquellos que no cumplan lo establecido por las leyes, que caiga con rigor el peso de lo legislado.
Grande es la tarea de la gobernabilidad, pero apasionante, en verdad es un reto, un trabajo arduo y al mismo tiempo complejo, lleno de riesgos, de eventos y vericuetos y de trampas que se tienen que sortear, para no quedar atrapados. Si se es sincero y se va con la verdad por delante los ciudadanos lo reconocen y lo comprenden…
La clase gobernante debe contribuir a cultivar las virtudes de los individuos ejemplares: el buen camino de la conciencia, tanto pública como privada, se recorre con la educación y con la influencia de la cultura y si la base cultural de una ciudad es plural, potente y vivaz, los individuos hacen crecer el nivel de gobernabilidad, de paz y comportamiento…
“Cada uno de nosotros, desde la niñez, ha de acostumbrarse a tener opiniones verdaderas de las cosas y vigorizarlas en la medida que va haciéndose adulto”.
1 de julio de 2007. J.T.D.
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