No basta con tener cualidades; hay que saber administrarlas

El eterno problema de los individuos es saber administrar, desde la casa donde uno vive como célula familiar, hasta las administraciones locales, regionales y estatales en las cuales están los pilares fundamentales del buen gobierno de los ciudadanos.  Nos hallamos en una sociedad en crisis de valores, en una precariedad económica, en una crisis de desempleo; pero mientras tanto sobran asesores y chupópteros o panzas agradecidas, que a pesar de esta situación tan lamentable se mantienen agazapados con sus sueldazos, sus liberados improductivos en este país. ¿Cuándo cambiaremos de mentalidad y seremos objetivos, racionalizando los cargos que sólo son sangoneras chupándonos del presupuesto local, autonómico y nacional? El nivel de pobreza es acuciante, los comedores de beneficencia están todos los días llenos, con largas colas de personas para recoger un plato de comida y poder pasar su jornada y el día siguiente Dios proveerá; los economatos de Cáritas son un buen ejemplo de lo que reparten, tanto en comida como en ropa y demás enseres.

¿Qué nivel de conciencia tenemos ante la situación actual? No nos privamos de fiestas y jolgorios, de botellones, cuantos más castillos pirotécnicos, cuantos más decibelios que contaminan el ambiente mejor, aunque fastidiemos en altas horas de la madrugada a los ciudadanos que no pueden descansar. ¿A quién corresponde regular estas situaciones escandalosas en nuestra sociedad? ¿Con quiénes tenemos que confiar para que se regularicen todas estas situaciones? Tendríamos que ser coherentes, sensatos, y ver que con estos sistemas no vamos a ninguna parte. ¿De qué somos producto en esta sociedad tan alocada? Si el sistema político está lleno de mediocres que sólo piensan en sus poltronas, vamos por mal camino; necesitamos regenerar y estudiar nuevas alternativas de convivencia, de progreso, de crear muchos puestos de trabajo y que los jóvenes que terminan sus estudios universitarios no tengan que emigrar como se hizo en los años 60, donde más de medio millón de españoles hicieron sus maletas hacia Europa y América. 

¿Cuántas clases de españoles tenemos? Los que han trabajado en el campo, en las minas, en las empresas, y que cobran pensiones de miseria; en una palabra, que malviven y que están a expensas de la caridad de organizaciones municipales o de otra índole; por otra parte, los privilegiados diputados y senadores, que con pocos años de haber ejercido sus cargos, tienen unas pensiones a perpetuidad; por lo tanto ¿no somos todos iguales? Según la Constitución somos iguales en derechos y obligaciones, cosa que no es cierta…

Los aparatos de los partidos políticos transforman a la sociedad, arrimando la ascua a sus poderes y manejan a sus acólitos según les interesan, con tal de conseguir el poder a costa de lo que sea. ¿Piensan en la sociedad colectiva? Pues en los tiempos de las grandes crisis es donde se tiene que dar el do de pecho, y demostrar la solidaridad ante la que nos está cayendo de tantos parados y de tanta precariedad económica, de tantas negaciones a la actual situación de crisis…

Es difícil enhebrar esta decadencia, cuando los valores fundamentales de la ética brillan por su ausencia, el que todo vale es una excusa de dejadez de los derechos y obligaciones que todos los ciudadanos tenemos con esta sociedad en la cual nos ha tocado vivir.

Si seguimos actuando de esta manera, nos hallaremos en una sociedad fracasada. A todos nos compete aportar ideas y soluciones ante los tiempos que corren.

“La historia es el testimonio de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, anunciadora de lo porvenir.” (Cicerón).

12. 9. 2010. J.T.D.     

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