Menos palabras y más acción

La acción es sólo el pensamiento condensado, concreto, ya sea oscuro o lúcido, pero nunca debe de estar disfrazado de verborreas que confundan a los individuos.
Si somos capaces de pensar —y lo somos—, también actuamos, y por ende debiéramos hacerlo creando una acción coherente, y esta comporta un compromiso en la sociedad que nos a tocado vivir; debiera tener una afinidad que es la que nos da dignidad y rigor…
La condición humana designa con nombres la vida activa; tres actividades humanas fundamentales: labor, trabajo, y acción. La acción social es frecuentemente una actividad de múltiples facetas, bien sea artesanal, creativa en todos los campos, sean artísticos o de no importa qué orden, pero que en el fondo son acción, incluso para aquellos que usan la palabra y su verbo en la oratoria.
Ryle y otros pensadores tomaron como punto de partida las determinadas investigaciones científicas, filosóficas, antropológicas de no importa qué creación, para el mejoramiento de la especie humana en su conducta, costumbres y desarrollo.
El principio de la acción mínima es cuando la naturaleza opera siempre empleando el menor esfuerzo o energía posible para alcanzar un fin determinado. ¿Qué hacemos los individuos para operar como lo hace la sabia naturaleza? La reacción de los individuos, en muchas ocasiones, tiende a complicar las cosas cotidianas, a mentir para justificar lo que no tiene justificación, y muchas veces priman los intereses individuales antes que los colectivos...
Solamente en que nos fijemos en el colectivo humano, nos daremos cuenta cuán lejos estamos de esa sociedad utopiense que nos habla Tomás Moro. Se dice que una idea es adecuada cuando corresponde exactamente con la naturaleza de la cosa, y esto no siempre es cierto; si examinamos determinados discursos políticos, estos están lejos entre lo que se dice y lo que se hace; aquí, la acción es simplemente humo, verborrea y poco más.
En los tiempos actuales, necesitamos una disciplina o conjunto de reglas de conducta que incorporen las responsabilidades, o seguir viviendo las sanciones a que estamos sometidos los miembros que componemos los pueblos y las naciones. ¿O es que existen distintas varas de medir para aplicarlas a cada cuál según su posición social?
La discriminación separa a los individuos, crea tabiques, zozobras, inquietud, aflicción, congoja y miedo, y esto es lo que nos pasa cuando no existe la equidad y las palabras carecen de acción creadora, de respeto hacia nuestros semejantes.
En nuestros días se habla mucho de economía; ya Aristóteles y Cicerón emplearon este término para referirse a la prudente administración de los hogares de los pueblos y las naciones. Debiéramos vincular el uso de la economía en la ciudadanía, en la manera de la rentabilidad ética, que es la forma más elemental de administrar los bienes, tanto en lo individual como en lo colectivo. Pues al fin y a la postre la economía es una energía que bien canalizada es la fuente del porvenir.
¿Nos falta una educación o formación para desarrollar hábitos intelectuales, morales y éticos para ser consecuentes en la acción de los individuos, de los gobernantes y de la sociedad en general?
Nos hallamos ahora en un tutto revoluto donde es necesario que las ideas sean claras y las palabras vayan precedidas de acciones pragmáticas, reales y llenas del sentido de coherencia que nos lleven hacia las posibilidades certeras, cambiando todos el sentido, para poder vivir sin convulsiones ni extravagancias que se funden en una arquitectura económica sólo para unos pocos y al resto que les den morcilla…
26.5.009. J.T.D.
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