Los seres humanos y los mitos

En la caverna de cada individuo existe un mito, bien sea emocional literario o de carácter religioso, yo digo más: filosófico, racional o con un destello de locura que mantenga viva la llama de sus creencias. Pero también en la caverna de los individuos moran los dioses que cada uno los ajusta a su medida, pidiendo incesantemente los favores que de ellos desea obtener, compleja situación la de pedir y no dar…

El término mito, empleado en la literatura filosófica griega, para narrar en los cuentos fabulosos, expresa también su propia personalidad objetiva. 

Los seres humanos desde el principio en que entraron en un estado de conciencia, necesitaban creer en algo, y nada mejor que crear un mito, así es como funcionamos los individuos, embebidos, polarizados en el mito. El contenido de los mitos suele consistir en la narración de los orígenes cosmogónicos del mundo, de los dioses teogónicos, del hombre antropogénico, o de instituciones religiosas, sociales y políticas etiológicas.

Estos orígenes se refieren siempre a una época cualitativamente diferente de la actual, denominada época de los mitos, en la que todo era posible y en la que se produjeron esos hechos que originaron la realidad que hoy conocemos.

Pero quiero centrarme ahora en el momento actual. ¿Qué clase de mitos tenemos en el siglo XXI? ¡Son acaso otros mitos los que nos acechan y los practicamos masivamente! 

Los tiempos han cambiado, pero los seres humanos estamos impregnados de otros mitos diferentes, los mitos de la masificación, bien sea en los deportes y las multitudes que arrastran, en determinados espectáculos, que más que un mito son leyendas vivientes en muchas ocasiones aliñadas de alcohol y de drogas, que destruyen a buena parte de sus consumidores, que creyendo en la felicidad de éstos productos, los consideran el mito más importante de nuestros días,  ¡craso error!

Desde Confucio a la Grecia de Pitágoras con sus matemáticas y su música, su orden y su armonía, tienen un mensaje para las naciones modernas desorientadas y discordantes. Su mensaje, puede ser interesante a través de aquellos que no están poseídos por no importa qué mito, que más que liberarlos los tiene sujetos y esclavizados, por las corrientes imperantes que con sus desmanes se creen progresistas y en realidad son enfermos sin saberlo, prueba de ello es que necesitan centros educacionales o de desintoxicación para poder salir de su propia prisión, de su mito, de sus neuras, y de su profundo sufrimiento.

¿Podremos salir algún día de la caverna humana y entrar en la casa de la luz? La que está repleta de felicidad, como nos dicen algunos pensadores. “El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace” (Tolstoy)

Cuando consigamos estar inmersos en la madre naturaleza y en ella comulguemos de su naturalidad, habremos dado un paso interesante, no volviendo la mirada hacia la caverna de las pesadillas, del atavío o indumentaria superflua que nubla nuestra vida, el mito dejará de serlo, y seremos otros individuos nuevos y vigorosos con plenitud de todas nuestras facultades mágicas…

El mito se desarrolla en las mentes de los individuos, y su morada es el reino de la ignorancia, donde tienen lugar toda clase de espejismos de la imaginación.

En el crepúsculo de la humanidad quizás era necesario el que la mitología fuese una necesidad, pues los seres humanos tenían que creer en algo, bien fuese en las primeras religiones, en los astros, hechiceros y otras zarandainas.

¿Y ahora cuáles son nuestros mitos en el siglo XXI? La televisión, los deportes, el culto al cuerpo, los coches, en definitiva todas aquellas tecnologías que van devorando el contenido esencial, y anulan el estado de conciencia real del tiempo en que nos ha tocado vivir.

10-08-07

José Tarrazó Durá

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