Los farolillos

“En la orilla del Tajo, hablaba con la rana el renacuajo, alababan las hojas y su verdura. Mas luego que el viento, el ímpetu violento, una caña abatió, que al río cayó”. (De la fábula La rana y el renacuajo)

Estamos en tiempos de vientos que agitan pensamientos, colores y formas rutilantes, que anidan en los diversos individuos, que con la nostalgia de un pasado apuntan sus desconformidades, de lo ahora establecido. La Constitución Española de 1978, en su preámbulo, dice así: “Consolidar un Estado de derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular. Establecer una sociedad democrática avanzada, y Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la tierra”. 

No es de extrañar que en las discrepancias naturales ha habido y hay personas que rechazan de plano la actual Constitución, estos individuos o colectivos, están en su derecho de discrepar con su libre pensamiento; pero no imponernos su radicalismo a fuerza de martillo, de amenazas continuadas.

Si algo tiene el ser humano que nos distingue de los demás reinos es la libertad de pensamiento: “la verdadera libertad del hombre consiste en que halle el camino recto y que ande por él sin vacilaciones, la libertad es el derecho de hacer lo que no perjudique a los demas”. (Víctor Hugo)

En todas las épocas ha habido FAROLILLOS, o personas que han discrepado, han estado en su derecho al no acatar ciertas normas: pero creo sinceramente que estos individuos también tienen sus obligaciones como ciudadanos para con las leyes, y sobre todo a acatar la Constitución que en su día fue consensuada por todos los representantes del pueblo soberano, solo una minoría no la voto, y estos estaban en su derecho; nadie les obligó a que lo hicieran…

“La razón humana no es monológica, sino dialógica. Cualquiera que desee averiguar si una norma es correcta, debe entrar con otro sujeto en un discurso práctico, y que se atenga a las reglas; lo cual significa que ha de entrar en diálogos reales, intentado que ellos se realicen con las debidas condiciones de una situación y criterios razonados y no de idealismos dogmáticos o nacionalismos excluyentes”. (De la ética).

Todos los ciudadanos debiéramos conocer la Constitución Española como carta de ruta, y hacer de ella el uso adecuado y explícito de nuestros deberes y obligaciones. 

En el Artículo 16 dice así: “1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden publico protegido por la ley.

2. “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias…”

Es importante la convivencia y el respeto entre todos los individuos y nada mejor que todos cumplamos con las leyes establecidas, pues de no ser así los pueblos y las naciones se vuelven anárquicos y discordantes, creando incesantes conflictos entre las distintas facciones ideológicas: “pues la anarquía es la muerte de la libertad”. (La Gueronniére)

No solamente tenemos que expresar frases rimbombantes como libertad, respeto, equidad, más bien tenemos que parafrasear con la conducta cotidiana, siendo éticos con las pequeñas cosas del cotidiano vivir del día a día, con actitudes de personas civilizadas y dignas de un comportamiento pacifico y real.

A cualquier persona responsable le importa saber si hay una ética civil compartida, o la palabra ética es una tapadera que esconde para muchos la anti-ética, que va disfrazando otras actitudes nada recomendables y que conllevan hipocresías lastimosas. 

Si nos considerásemos ciudadanos del mundo podríamos aunar nuestros esfuerzos con la tarea de construir una sociedad más humanizada, siendo responsables de una sociedad civil coherente y plena de valores repletos de dignidad. ¿Pero dónde se halla la dignidad y la coherencia? ¿Dónde nos encontramos ahora con los vientos que soplan? ¡Qué despreciable es la retórica que solo es hojarasca, demagogia barata que solo pretende confundir y marear!

¡Cuánta oscuridad proporciona a las mentes humanas una prosperidad tan desmesurada, que anula la personalidad no pensante!

4 de octubre 007. J.T.D.

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