Las raíces de las religiones

Según dice el Diccionario de la lengua española: “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de variaciones y temor hacia ellas, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”.

Al igual que trato diversos temas de opinión, este es uno más que debiera de interesarnos, pues todos los seres humanos de una u otra manera estamos bañados en una religión en la cual debiéramos de profundizar, cumplir y ser partícipes de la misma; de no ser así, la religión es un apéndice ocasional…

Las obras de los sabios antiguos y los trabajos de investigación hechos por los eruditos de no importa qué religión, sirven para conocer la verdad de las cosas, al estudiar el origen y el espíritu de las instituciones religiosas y civiles dominantes en el mundo; debiera de ser una premisa de todo creyente.

Nunca debiéramos de tomar el nombre de Dios en vano; en cada religión existe un denominador común a la misma, unos le llaman Padre o el gran Arquitecto, el Hacedor, el Todo. El espíritu de los individuos siente a Dios: amar a Dios, y no sólo creer en Él, es mostrar el grado de cultura y respeto que deberíamos tener con nuestros semejantes, así los credos no se enzarzarían en disputas ni cruzadas estériles.

Cuando entablamos un diálogo con la conciencia o con el Alma sentimos a Dios, y en pocos segundos el éxtasis o la respuesta aparece; pero no cuando pensamos en los intereses personales o rencores fútiles. En muchas ocasiones escuchamos decir que Dios es injusto, ¿quiénes somos nosotros para decir semejante barbaridad, sólo cuando las cosas no salen como a uno se le antoja?

En el planeta existen unas tres mil religiones comparadas, cada una dice estar en la verdad y que su Dios es el más justo, el mejor; machacando sin compasión a las demás, craso error. Pues si viéramos a los individuos como almas con toda su dignidad, no tendríamos esa visión sectaria y egoísta que tenemos…

Un Dios y la moral, un sol y el sentimiento, una familia (el género humano) y, por consiguiente, la fraternidad de las naciones: tal es la base y objeto de los misterios antiguos, tal las religiones fundamentales de las instituciones que manejan a las mismas…

Cuando en los tiempos de las cruzadas y de los cismas, que son, separación en el seno de las religiones, sus mandatarios en el poder eclesial se hubieran preocupado de otros asuntos más fundamentales, las religiones hubieran servido más a la humanidad; no por esto dejo de reconocer que se hicieron grandes cosas y nunca se debe menospreciar este hecho. Es evidente que los grandes Avatares de las religiones, sus discursos filosóficos basados en la buena conducta de los individuos dieron sus frutos a la humanidad. Desde Rama, Hermes, Moisés, Orfeo, Pitágoras, Platón, Jesús, Buda y muchos otros pensadores, lanzaron un mensaje de comportamiento moral y ético para el buen gobierno de los pueblos, hasta lo más bárbaros creían en un Dios como entidad superior que rige todas las cosas…

Uno de los grandes males de las religiones fue el poder del dominio de las naciones y de la economía. Olvidando el supremo mensaje o esencia del discurso de su fundador, se materializaron, olvidando que Dios no es materia y que el Alma se sustenta del bien hacer; pero esto es en todas las religiones…

¿Qué templo construiremos en su honor si el mundo y el cosmos son obra suya, y no pueden contenerle? ¿Cómo podría yo encerrar el poderío de tan maña majestad en una sola mansión? ¿No es preferible que le consagremos un templo en nuestro espíritu, en nuestra alma, y nuestro corazón?

En los años 1961, 62 y 63, tuve la suerte de hacer algunas investigaciones en el Seminario de estudios bíblicos en Lyon, y fue allí donde conocí al que fue el segundo secretario del Concilio Ecuménico Vaticano II, El Cardenal Juan Villo, que a su vez era Cardenal de Lyon. En esos años pude aprender muchas cosas que retengo en mi corazón y en mi mente; esto y más puedo escribir sobre las raíces de las religiones, siempre sin ánimo de menospreciar a ninguna religión, más bien dar una información lo más veraz posible a mis lectores. Nunca a nadie le hizo daño un símbolo y menos una cruz colgada en la pared.

Quiero destacar la carta Encíclica Pacem In Terris, que se publicó el 11 de abril de 1963, sobre la Paz de los pueblos que han de fundirse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad: “El orden maravilloso del Mundo. El progreso científico y los adelantos técnicos enseñan claramente que los seres vivos y en la fuerza de la naturaleza impera un orden maravilloso, y que, al mismo tiempo, el hombre posee una intrínseca dignidad, por virtud de la cual puede descubrir ese orden y forjar los instrumentos adecuados para adueñarse de esas mismas fuerzas y ponerlas a su servicio. El hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto”.

En todas las religiones se han perdido grandes oportunidades, pues los individuos no han comprendido el verdadero sentido de estas; sus dirigentes se han prostituido, devaluando el verdadero sentido espiritual para el crecimiento de los hombres. Cuando Jesús entró en el templo y vio a los mercaderes se preguntó: ¿en qué habéis convertido el Templo de Dios? Es necesaria una regeneración de todos los creyentes y en todas las religiones, de lo contrario se convierten en sectas, en grandes fortunas que no sirven al propósito de los individuos más necesitados, no por ello es que todos actúen de la misma manera. “Los Dioses nunca se hallan encerrados en un arca; habitan en nuestros corazones, pues el Universo es la morada y el lugar de Dios”.

5.12.2.009. J.T.D.    

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subir