La raíz de la creación del verbo

Desde la génesis de los tiempos, los individuos tuvimos la necesidad de comunicarnos, y hubo un tiempo en que musitábamos, expresábamos ruidos para el entendimiento, y así empezamos, a crear un lenguaje, o raíz del verbo.
Los pitagóricos, herederos a través de su maestro, de la tradición, el lenguaje bien fuese sánscrito, egipcio, caldeo o fenicio, poseían las claves numéricas de las palabras y su significado geométrico o mágico. Ya más tarde se impetró como lengua el latín, griego y otros que conocemos ahora, los cuales solemos usar.
Pero considero oportuno, que si el hablar es para que nos entendamos con racionalidad y buenas maneras, ¿cómo es posible que muchas personas hablen gritando, y sin fundamento de causa en lo que están expresando, pues su oratoria carece de un verbo creativo, y falto de humildad y precisión?
Ciertas expresiones mal sonantes que rayan en las vulgaridades demuestran la poca riqueza léxica de la oratoria que expresan en la raíz del verbo creador: hablar bien es crear, dando ritmo y un sentido poético y elegante, repleto de un sentido enriquecedor ético de la palabra equitativa y hermosa.
La palabra por excelencia, “Logos tenía dos significados. Uno, de uso corriente: la palabra. Otro de valor primordial y simbólico” (Pitágoras). Esta palabra representa el origen, el poder creador del verbo, la primitiva, la esencial sabiduría. Estas palabras solo las pronuncian las personas cultas, los individuos que piensan antes de hablar. Siendo la misma en su morfología, no en su expresión fundamental, que debiera de ser de pura creatividad y riqueza.
Recibimos la santa palabra, la cual vino del Universo, y con ella hacemos el verso, no le demos el reverso. Expresémonos con precisión, y con la buena intención, elevemos nuestra condición, esta palabra poseemos para tener una estupenda relación.
¿Qué nos ocurre cuando hablamos? No pensamos con el debido detenimiento y es en este momento, cuando no medimos lo que pensamos, y decimos muchas cosas que si las callásemos sería mejor. Y continua el poeta en su exposición: delicado es saberse expresar, y nunca demasiado hablar. ¿De dónde proceden los pensamientos? ¿Donde van estos? ¿Son reflejos de la mente universal? Saber pensar y conversar, con delicada frescura, si se escucha con ternura, la reflexión es segura. El verbo como expresión parte de la oración, de hablar con precisión, y callar en la ocasión.
El pensamiento es rápido, fugaz y ensoñador; reposado y aplomado, discreto y poco hablador, diligente y servidor. Estas condiciones debieran de primar en los individuos, pero si a éstos les falta la raíz creadora del verbo, el lenguaje es producto de hábitos poco cultivados y en ocasiones son soeces y de un pobre contenido…
Nos es necesario cuidar el lenguaje, pues de ello depende la higiene de la mente, la compostura de los individuos, las acciones y nuestro comportamiento, y como somos parte de la sociedad en la que vivimos, debiéramos aportar nuestro pequeño grano de arena, para una sociedad más culta y respetuosa.
Si pensamos que los primitivos órficos y pitagóricos, o sea, los antiguos sabios occidentales e hindúes, emplearon un vocablo propio y su raíz pura, cuyo equivalente fonético y mágico de la sagrada raíz, su oratoria, desplegaba la profundidad destellante y sonora de la invocación.
La verdad del pensamiento nos enseña al buen juicio, y nos lleva, al bien hacer, a hablar con elegancia, con acertada prestancia. ¿Dónde buscamos la palabra? En el corazón sosegado. ¡O en el charlatán, descabellado!
23.11.007. J.T.D.
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