La importancia de las pequeñas cosas

A modo de pequeñas historias acompaño unas reflexiones que apuntan al valor de las pequeñas cosas como el siempre fundamento para vivir.
La primera historia relata retazos de la vida de una señora de 85 años, que, por necesidad, los hijos han ingresado en una residencia para mayores. Y las pequeñas cosas que esta señora puede vivir, en gran medida es cuando acuden sus familiares a visitarla, y la acompañan durante el tiempo de la visita escuchándola, y hablando de cosas divertidas para que se sienta cercana a lo que habita en su corazón.
Las pequeñas cosas son también importantes no solo para quien las recibe. También para quien las da. Dar es un modo sencillo de cambiar una situación negativa, incluso hostil, en un punto de luz que de seguro es bien recibida por la humanidad.
Cuando una persona da, el simple hecho de dar es mágico. La magia de la sencillez que nos abre las puertas del corazón y nos descubre lo fácil que es no solo vivir nuestra vida e intereses, sino dedicar nuestro tiempo a los demás.
La segunda historia nos muestra a un señor de 83 años que vive en su domicilio acompañado de su esposa. En ocasiones acuden los hijos y alguna amistad que los visita y acompaña. Una de esas visitas, un buen amigo de este señor, recordaba con admiración cómo para una persona que se hace mayor, y se ve impedida para tantas y tantas cosas que realizaba en el pasado, y ahora, más que conformarse con lo “poco que puede hacer”, resulta que sigue siendo esa sonrisa, sigue ofreciendo su candor, siempre con la mirada expresando un agradecimiento que sin duda nace del corazón.
Este buen amigo observa las pocas cosas que su amigo jubilado puede hacer ahora. Observa cómo el señor mayor vive y disfruta de lo que tiene, de lo que hay, y nunca reclama ni de pensamiento lo que no es asequible por sus limitaciones.
Con esto, encuentras que las personas, si en vez de ser “animales de costumbres” aprendemos a vivir el presente tal cual, descubrimos que necesitar no es la pauta para vivir, sino la sencillez de ser y estar en todo momento.
Las pequeñas cosas cuando las personas las saben vivir, también las saben compartir con los demás. Y cualquier pequeña cosa es como una fiesta de gratitud, primero hacia la vida, y después hacia esa utopía que habita en los corazones que es la fraternidad universal.
En una ocasión dentro de la vivencia de estas pequeñas historias, aparecieron unas líneas que remarqué como decisivas para comprender el mensaje del corazón: “Cada individuo posee su propia filosofía acerca de la vida. Menos el verdadero filósofo.”
Las frases entrecomilladas me llevaron a concluir que para vivir no debo practicar mi verdad, sino la verdad que sirve para todas y todos, ahí es donde veo al verdadero filósofo, el cual ayuda al prójimo porque lo observa y sabe lo que necesita. Y las pequeñas cosas que vive el filósofo son también para los demás. Gracias al aprender a vivir las pequeñas cosas de la propia vida, sientes que tu conciencia se despierta y se expande. La magia surge debido al vivir siempre para aprender, y lo aprendido se decide dar a los demás.
La última historia trata de un hombre de 54 años, el cual vive con temor muchas cosas de la vida, y esto le paraliza o frena para ser feliz. Pero, resulta que aprende una máxima que habla de pensar en el corazón. ¿El verdadero filósofo piensa en el corazón? —se pregunta. Y la respuesta es evidente cuando comprueba en sí que la oscuridad es solo la carencia de la luz, y con esta premisa se adentra en el camino de vivir, aprendiendo que solo las apariencias descubren la oscuridad, y solo la luz descubre la sencillez de vivir.
“Si lo piensas bien, te han pasado más cosas buenas que malas en la vida, solo que a las malas le pones más atención.” El Principito.
J. T. D. 6 de mayo de 2022
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