La generación de las pantallas
Ahora más que nunca se nos ofrece todo pensado. No vale la pena que pensemos, otros lo hacen por uno mismo: especialistas, predicadores o académicos, periodistas especializados nos lanzan cómo tenemos que hacer las cosas, nos indican qué tenemos que comprar, vestir o comer.
Urge, pues, pensar del “estado de masa” al “estado de pueblo”, es en esta cuestión de identidad donde los que quieren que no pensemos se equivocan tratándonos a todos por igual. Cuando leemos algún artículo de prensa en el que quieren conducirnos hacia una sociedad de consumo, llámese bancos, grandes superficies de ventas múltiples, están propiciando el que gastemos por encima de nuestras posibilidades sin escatimar esfuerzos en el marketing, y envolvernos en un papel como envolvían a las sardinas.
“Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por el dinero”. (Voltaire) La sociedad actual educada para las pantallas, como la televisión, ordenador y otras tantas, donde todo se nos da gratuitamente, pero nos ha hecho un lavado de cerebro; esto no quiere decir que existan programas que vale la pena ver por su valor en que nos ilustra.
La generación de las pantallas no hace ningún esfuerzo, a esto yo le llamo que están aplicando la ley del mínimo esfuerzo: mientras los individuos tenemos la capacidad de tener un libro en las manos y esforzarnos por desgranar su contenido, y al mismo tiempo reconocer el esfuerzo callado del escritor en su investigación, que nos aporta datos interesantes y así penetramos en su espíritu y esfuerzo.
La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano, y dominar los medios de comunicación con el sentido de adoctrinamiento o contarnos aquello que más les conviene son cortinas de humo para entretenernos; mientras, estamos en una sociedad en estado precario, pero decir esto no vende.
Nos es necesario salir del letargo en que nos han vendido adornado de muchas florituras sin consistencia. Miremos lo que nos dice el gran pensador Descartes, “leer un libro enseña más que hablar con su autor, porque el autor, en el libro, sólo ha puesto sus mejores pensamientos”. Y el escritor con toda su desnudez deja que los lectores saquen sus conclusiones; éstos, haciendo un ejercicio de su pensamiento están activando sus neuronas, sin estar encasillados delante de ninguna pantalla.
Yo daría todo lo poco que sé, por la mitad de lo que ignoro; así pues, lo poco que he aprendido carece de valor comparado con lo que ignoro; mientras algunos individuos se jactan de saberlo todo, de imponer sus criterios como dogma de inequívoco. En el fondo estas personas son fotocopiadoras que en pocas ocasiones exponen sus creaciones.
Las pantallas de esta generación adormecen las mentes, privándoles del placer de pensar por sí mismos, dejando que los demás piensen por ellos; craso error, todos tenemos la facultad de ser creadores, artífices de una sociedad mejor y más equilibrada; pero para ello tenemos que discernir y separar la paja del trigo.
17.12.11. J.T.D.
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