La ética de los ciudadanos del siglo XXI
Al escribir el presente artículo de opinión, lo hago con la calidez humana: carácter, virtudes, valores, sentido común, sentimientos de quien piensa y mira la importancia que tiene la ética de la ciudadanía en nuestro siglo XXI. Sus repercusiones de comportamiento y convivencia, entre los individuos, que son los que tienen que hacer una sociedad diferente y próspera, por necesidad. Encontrar valores que podemos compartir con las distintas culturas, emprendiendo el diálogo, como un desafío ante los seres humanos, que en el fondo no somos tan diferentes…
Muchos son los caminos que nos conducen hacia el horizonte, hacia la fuente pura y cristalina que nos sacia en su plenitud y nos hace sentirnos más felices y revitalizados.
Desearía que las futuras generaciones estuvieran impregnadas de una savia, de un comportamiento, diferente al que tenemos ahora en nuestra sociedad, que sin ningún recato, se agrede, mata, extorsiona y niega las evidencias que estamos viviendo: el desafuero de algunos humanos, lejos de ser ético, es pernicioso y malévolo…
Si dentro de nuestro siglo, los ciudadanos no cambiamos las formas de actuar y de comportarnos, tendremos una sociedad nefasta, y de esto se tendría que tomar buena nota, pues los artículos de reflexión son la escritura del siempre ahora. Así lo hicieron otros personajes, que dejaron huella en la historia de la humanidad, y que por desgracia están olvidados, pero de ellos podemos aprender los valores éticos, filosóficos, religiosos y de comportamiento vital.
¿Para qué queremos tanta ilustración y tecnología? Si carecemos de sinceridad, alegría, de verdades sencillas, de un humanismo convivencial.
Las corrientes cambiantes de esta generación alteran el curso normal del desarrollo que en plenitud debiéramos tener los individuos, como es la felicidad, el crecimiento interior que nos distingue en racionalidad a otros seres vivientes, que en el fondo nos están dando lecciones en sus vidas de equilibrio en su habita. Ante la nebulosa psicomental que entorpece los movimientos de una parte de los humanos, sólo un destello de luz equilibradora, puede calmar la tranquilidad del espíritu en los individuos, pero esto requiere esfuerzo, tenacidad, un cambio en todas las vertientes político-económicas.
La senda de la educación y con ella la enseñanza, pueden ser los que cambien las pautas de la ética que conocemos ahora, y nos insertemos, en la ética de los ciudadanos del siglo XXI, así pues la sociedad civil, eche mano de la mención ciudadana, o ciudadanos del mundo…
Los gobiernos en sus respectivos departamentos de enseñantes y educadores tienen que hacer un esfuerzo con los individuos, para incentivar a los que educan, dándoles una calidad exquisita, moderna, de un civismo axial transparente y no doctrinario.
Algunos individuos llamados progre, le tienen un cierto repelús, a que se llame por su nombre las cosas. Educar en valores, pues los seres humanos llevamos ingénito en nuestro interior, en nuestra naturaleza, un estado de no agresión hacia los demás individuos, por el contrario, otros están maquinando en sus mentes maldades de toda índole, creando un clima perverso.
Es necesario hablar con un lenguaje claro y sincero, fundamento supremo de la realidad actual, del clima de cuanto nos acontece y mirando el entorno global. ¿Con qué nos desayunamos cada día? Con violencia, mentiras, extorsiones, robos, muertes… Debiéramos condenar todas estas situaciones y que las autoridades competentes pusieran más énfasis en solucionar, lo que resulta tan desagradable y pernicioso. Sólo cuando cambiemos de mentalidad, de actitud y apreciemos la vida en su belleza, con la paz como supremo estandarte, con el respeto que nos merecemos los unos con los otros, el clima de la sociedad tomará otros visos.
“Dignidad, conocimiento y dominio de sí mismo conducen a la culminación de la vida” (Tensión)
La dignidad es nada menos que el fundamento en que se sustentan los derechos humanos, el respeto de todas las cosas que viven y tienen su ser y estar en el universo…
19.1.008. J.T.D.
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