Filosofía

José Tarrazó:
—Empezamos con un tema que es especial, y digo especial porque hablar del valor de la filosofía en el mundo actual es algo que muchos radioyentes quizás en el título no lleguen a comprender, pero, no obstante, tenemos con nosotros a una licenciada, profesora de Filosofía, la cual irá explicándonos, puntualmente, toda esta temática de la filosofía. Yo diría que la filosofía no es algo ajeno a todos los seres humanos, quizás, muchos, sean filósofos sin saber que lo son. Y por supuesto, cuando buceamos en aquellos grandes filósofos que nos han dejado en sus grandes legados de vida, vemos que la filosofía es algo vivencial.
»Vamos a empezar esta tertulia, porque esto más que un programa de radio, aunque lo sea, es una tertulia, donde desenfadada y libremente los invitados tienen plena libertad para poder hablar de cualquier tema.
»Hoy, la especialidad es la filosofía. Yo le haría la siguiente pregunta: ¿Qué es la filosofía?
Invitada:
—Etimológicamente, la filosofía, por la raíz de las palabras, significa, pues, «amor a la sabiduría». Es decir, el filósofo es el que ama el saber, el que pretende conocer todo aquello que le es posible conocer. De todas maneras, independientemente de esta definición académica, han habido interpretaciones de todo tipo, desde la que considera la filosofía como el alma mater del saber, es decir, es la base, la ciencia propedéutica que sirve de base de introducción a las demás, en la medida que es preguntadora, inquisidora, hasta la idea de que la filosofía no sirve para nada absolutamente, sobre todo si tenemos en cuenta que un zapatero hace zapatos, que un médico cura enfermos, que un constructor hace edificios… La filosofía no sirve para nada materialmente útil. Pero incluso quienes piensan esto, creen que la filosofía en el fondo es la base, el sostén de las demás ciencias. Yo creo que la respuesta más adecuada es que la filosofía es la ciencia o el arte, porque es una mezcla de ambas, que intenta responder a cuatro preguntas básica: ¿qué es el hombre?, ¿qué puede conocer el hombre?, ¿qué le cabe esperar de ese conocimiento?, y fundamentalmente como ciencia o como respuesta englobadora de las demás, ¿qué es lo que debe hacer el hombre, ese es el culmen de la filosofía?
José Tarrazó:
—Hay una frase que has estado insinuando. La has dicho muy bien, esa ciencia de la sabiduría. Creo que es transcendental cuando a veces, a través de lo sencillo, proyectamos esa sabiduría. Yo me haría otra pregunta, actualmente: ¿quiénes estudian la filosofía?
Invitada:
—La filosofía hoy día está catalogada como un estudio universitario, de cualquier manera, es filósofo cualquiera que tiene una actitud reflexiva, abierta e interrogativa, ante la vida. Es decir, la filosofía fundamentalmente consiste en preguntarse, en cuestionarse qué es el hombre, y cuál es el mundo en que vive, y a dónde va encaminado ese hombre. Entonces, esto parece simple y banal. Pero en realidad es muy complejo, sobre todo si tenemos en cuenta que la naturaleza humana es muy compleja, es decir, el hombre es parte de razón, es parte de psiquismo, es parte funcional ideológica, esa misma razón tiene una parte subjetiva en cuanto a que es un ser que tamiza la información que le llega… que filtra la información que le llega del exterior, es un ser objetivo, una razón objetiva en tanto que conoce objetos exteriores a uno, es pasional, es racional, es lógico, es emocional; es decir, es una mezcla, un coctel extraño difícil de aprender. Y en ese sentido es complejo.
»La filosofía se estudia como una carrera universitaria, pero en realidad la filosofía, el talante filosófico es el talante de preguntar, de saber preguntar para intentar responderte algunas cosas.
José Tarrazó:
—Creo que es importante ver esa complejidad del ser humano porque, como un puzle, vemos que en muchas ocasiones las piezas, las determinadas piezas que componen la vida de ese hombre, de esa unidad, esa unidad que podríamos denominarla unidad universal al mismo tiempo, esa complejidad nos lleva a que en muchas ocasiones nos hagamos los seres humanos determinadas preguntas. A veces parecen que estas preguntas están lejos de la realidad, pero yo creo que toda hipótesis es una realidad concreta, porque es una proyección en el tiempo y el espacio. A mí me gustaría que, como filósofa, o como profesora de Filosofía, pues, nos explicaras, actualmente: ¿Es cierto que esa filosofía llega a los seres humanos?, ¿es cierto que esa filosofía es algo que a veces sin darse cuenta el hombre está filosofando?
Invitada:
—El ser humano «filosofa», entre comillas, constantemente. Es decir, exclamar «¡Ay, cómo pasa el tiempo!», es una pregunta filosófica. El tiempo, el espacio… esa frase célebre que dice que en el término medio está la virtud, bueno, pues eso es hacer uso diario de la máxima ética aristotélica. Es decir, la virtud para Aristóteles era la actuación intermedia entre los dos posibles extremos de cualquier conducta. Cuando decimos haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti; no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti, estamos vulgarizando o haciendo doméstico el imperativo categórico de la ética kantiana. La gente hace filosofía constantemente, y luego hay unos temas trascendentales de los cuales se ocupa la filosofía también, además de otros, no tan trascendentales, que son los temas de Dios, los temas del mundo, del cosmos, del universo y el tema del alma, es decir, de la personalidad, del yo. ¿Qué es el yo?… Son temas que constantemente la gente se pregunta. Luego ocurre que el no sistematizarlos, no darles un método, el no encontrar una respuesta académica es lo que lleva a decir, bueno, la filosofía está en la calle, se hace a toda hora, y se hace de una manera inconsciente porque es inherente en la naturaleza humana. Yo le recordaría unas frases de Kant que están en el prólogo de la primera edición de la Crítica de la razón pura que dice: «Tiene la razón humana el singular destino y cierta clase de conocimientos de verse agobiada por cuestiones de índole tal que no puede evitar porque su propia naturaleza las impone, y que no puede resolver porque no se encuentran a su alcance». Ahí, Kant estaba haciendo referencia a esas grandes preguntas, a esos grandes interrogantes que el hombre se hace necesariamente y que muy difícilmente puede responder.
José Tarrazó:
—Es cierto, y yo añadiría alguna cosa más y es que, cuando los seres humanos no dogmatizamos la filosofía, la religión o las determinadas cuestiones de la vida, creo que es cuando verdaderamente ponemos el dedo en la llaga en lo que es esa filosofía, porque todas las filosofías, podríamos decir, son una cosa no práctica. Como decías tú antes, quizás nos lleve a perdernos en esos tratados filosóficos, mientras que si nosotros, los seres humanos, apartando toda esa serie de dogmatismos, no tomándolo al pie de la letra sino desgranándolo día a día, podemos entrar en la razón. Lo que sería una filosofía ética, una filosofía política, una filosofía vivencial, o una filosofía integral.
Invitada:
—Voy a apuntar un par de cosas que me han venido a la mente. Primera, el dogmatismo es bueno en filosofía siempre y cuando se utilice como método, es decir, si no hubiera una actitud dogmática la ciencia no progresaría; si usted no admite que dos y dos son cuatro, dogmáticamente, cada vez que usted hace una operación matemática mayor, tiene que volver a plantearse si dos y dos son cuatro. Primero, el dogmatismo como método está bien, pero como punto de llegada es terrible, porque encierra la mente en un círculo vicioso del que no se sale. Segundo, yo no he dicho que la filosofía no sea práctica, he dicho que no es útil materialmente hablando. Y digo que no he dicho que no es práctica porque la filosofía, fíjese, yo la resumiría en dos aspectos importantes. Un aspecto inicial especulativo, es decir, un aspecto que interroga, que pregunta, que osaría hablar de la filosofía como la ciencia o el arte de interrogar, de preguntar, para dirigir mejor las posibles soluciones; y una fase, una segunda parte, que es la práctica. Y al decir práctica, fíjese, no le estoy hablando de algo experimental, sino de algo conductual, cualquiera que sea la ideología de las teorías filosóficas que uno repase, cualquiera que sea la postura que se tome, la mayor parte de los filósofos tienen una parte teórica o especulativa y una parte práctica. Todo lo que se sabe, todo lo que aprende, todo lo que se llega a conocer, si no tiene después una plasmación práctica, una plasmación conductual, no sirve absolutamente para nada. Y esa plasmación práctica tiene dos vertientes fundamentales: una individual, intimista, personal, que es la ética, es decir, cuál es la mejor conducta que uno debe de tener para consigo mismo según su propia naturaleza, y una vertiente social, que es la política. ¿Cuál es la más deseable de las conductas de quienes llevan los designios de un Estado, pueblo, colectividad, cualquiera… para que la gente que vive ahí sea feliz? Y al ser feliz estamos hablando simplemente de ser acordes, de ser coherentes con la propia naturaleza humana.
José Tarrazó:
—Es interesante ver estas dos partes que podríamos denominarlas dualidad. La dualidad, la práctica y la teoría, que conjugadas entre sí nos llevarían a realizar una síntesis de ética, en la cual los seres humanos, tomando esa conciencia o esa referencia sobre lo que es esta dualidad, podríamos llegar a esa felicidad, podríamos llegar, quizás, más lejos de lo que actualmente llega el ser humano. Hay algo muy importante, creo que actualmente, y es que las personas, los seres humanos, empiezan a hacerse preguntas, y desde el momento que se hacen preguntas es cuando vemos que pueden entrar dentro de esta dialéctica, de esta situación de lo que es la filosofía. A mí me gustaría preguntarle: ¿Cuál sería el justo valor de la filosofía en la sociedad de hoy?
Invitada:
—Lo llevo diciendo repetidamente desde que hemos empezado. El valor de la filosofía es exclusivamente que el ser humano dedique una pequeña porción de su tiempo a cuidar su espiritualidad, su mentalidad, su mente, es decir, el ser humano, y eso nos lo está demostrando la práctica diaria, que en los últimos años está buscando una serie de resoluciones, de respuestas, en ideologías, en sectas, unas veces religiosas, otras pseudoreligiosas, una veces filosóficas, esotéricas, pseudofilosóficas o pseudoesotéricas, desde los Hare Krishna hasta la cantidad de libros que se vendió hace tiempo de Lobsang Rampa, Tagore… La práctica de meditación oriental, la práctica del yoga. Todo esto, pues, muchas veces se practica por condición, pero la mayoría de las veces es por esnobismo o porque está de moda, por lo que tienen de exótico. Yo le diría a la gente que no hace falta ir tan lejos, es decir, el propio Occidente, el propio bagaje filosófico occidental, ya incluso presocrático, cuatro siglos antes de Cristo, en Grecia, ya nos presenta una serie de respuestas o de intento de respuestas a los grandes interrogantes del hombre. Lo que está claro es que hay que tener una repuesta.
»El valor de la filosofía es que puede dar al hombre una actitud abierta, una actitud inquiridora, interrogadora; pero interrogadora bien dirigida, es decir, no hay que preguntar al azar, sino que uno tiene que saber lo que se pregunta, y, en consecuencia, cuando más dirigida esté la pregunta, y más adecuada sea, mejor será la respuesta.
José Tarrazó:
—Habría también que pensar que deberíamos tener una intuición, porque a veces las preguntas no son respuestas mentalmente.
»Habías estado hablando antes de unos valores internos que tiene el ser humano y en cualquier religión, en cualquier filosofía, en cualquier estado de la vida, llámese X, por no hacer aquí un currículum de cosas, podríamos decir que esos valores internos, que podrían ser los valores éticos o filosóficos o religiosos, podrían ser aquel interrogante que actualmente se hace el ser humano, quizás, esté de moda, hace ya un tiempo, el que la gente busque… Esa búsqueda incansable en cualquier sitio, en cualquier filósofo, en cualquier psicólogo, en cualquier personaje determinado en el contexto de nuestro planeta, hayan dado, por así decirlo, han abierto una ventana para que los seres humanos nos planteemos las determinadas pautas de vida que tenemos que llevar. Es decir, aunque estos seres, estos filósofos, estos pensadores, estos escritores, nos den unas ideas, nadie mejor que cada uno, dentro de sus posibilidades, para darse a los demás. Es decir, esos interrogantes que los hemos visto universalmente…
Invitada:
—Eso es indudable, es decir, ya lo hemos comentado antes, no hay que hacer ver la filosofía, o una determinada teoría filosófica o dogma, sino lo que hay que hacer es acudir a libros de filosofía. Para la gente, recomendaría que leyera algún libro de filosofía divulgativa, que los hay muy buenos e interesantes, que no son nada plastas. Son agradables de leer y te descubren alguna faceta ignota, ignorada por ti, de tu propia naturaleza. Y que lo mejor de esa lectura no es ya el hecho de la lectura en sí, sino la invitación que ello supone a una posterior reflexión. Desde luego, esos interrogantes, como hemos comentado ya también, se plantean desde siempre, el hombre. Yo siempre he dicho que las personas estamos hechas todas de la misma pasta, con distinto molde, pero de la misma pasta. Desde los anales de la historia, desde la noche de los tiempos. Entonces, los interrogantes, las cuestiones que se plantearon, son siempre las mismas. Los intentos de solución, que varían según la época o el grado de avance de una civilización, dan un tipo de respuesta distinta. Pero la cuestión es la misma siempre.
»Nosotros vivimos ahora en una sociedad altamente tecnificada, altamente materializada, y yo creo que es muy muy importante enseñar, empezar por enseñar a nuestros hijos, incluso a nosotros mismos. Cultivar esa pequeña parcela de dedicación a lo mental, a lo espiritual, a encontrarse uno consigo mismo. Descubrir cuáles son los resortes que configuran la naturaleza de uno mismo, y llevar una vida acorde con esa naturaleza. No me han gustado nunca los extremismos de decir: «No estoy de acuerdo con esto», «Tengo que superarme más». Esas cosas hacen infeliz al hombre, como también hace infeliz el ser un pasota, o no estar de acuerdo con todo lo que le venga en gana. Es decir, la clave está en tener una conducta acorde con la naturaleza de uno. Y eso es una parte práctica, a la que tiene que estar abocado todo lo que uno ha llegado a saber.
José Tarrazó:
—Por lo tanto, diríamos que el eterno presente es filosofía, ese presente que vivimos cada día, ese estado de apertura hacia todo lo que nos circunda, ese estado de, podríamos decir, de serena expectación, porque cuando el ser humano está verdaderamente expectante dentro del mundo en el cual vive, creo que por su mismo estado de síntesis puede llegar a comprender grandes cosas en la vida, es decir, alejados incluso de los dogmatismos de las religiones, de cualquier secta. Creo que el ser humano es el embrión de la misma filosofía, y que ese ser humano lo
encontramos a veces en las personas más modestas, más humildes, que están hablando de una serie de cosas que son verdaderamente filosofía, incluso, no han estudiado filosofía, pero, creo, que la filosofía es ingénita en cada ser humano. Podríamos hablar de una genética filosófica en cada ser humano.
Invitada:
—Bueno, indudablemente el mundo no se ha inventado ahora. Y las palabras que estamos utilizando, no las estamos inventado ni les estamos dando ahora significación. Tienen una significación secular, y los pensamientos no son menos. Las palabras sabemos que son reflejo material de los pensamientos.
»Pensamos como pensamos, somos como somos, y actuamos como actuamos porque tenemos miles de años de civilización a nuestras espaldas. La filosofía es un tema candente y es un tema… podemos llamarlo «eterno», pero es un tema de ayer, de hoy y será el tema de mañana.
José Tarrazó:
—¿Cómo reaccionan los alumnos? Es decir, usted sabe que se imparten determinadas materias: Ética, Filosofía, Matemáticas… Cuando los alumnos están en una clase de Filosofía, ¿cómo reaccionan? ¿Verdaderamente tienen una atención para recibir esas lecciones, o esas sugerencias, de los temas filosóficos para que sean más amplios?
Invitada:
—La tarea de un profesor de Filosofía, y en eso le repetiría las palabras de Gibran, Kahlil Gibran, referentes a lo que es un maestro, un buen maestro. El alumno, al principio, cuando le empiezas a hablar de filosofía, tiene una actitud totalmente perpleja, porque tienes que derrumbar toda una tradición, diría que dogmática, de aprendizaje para enseñarle. La cuestión filosófica no está tanto en creer como en entender. A mis alumnos siempre les digo, cuando les expongo teorías de distintos filósofos, que no hay que creer nada, que creer se cree en Dios y punto. Lo que hay que hacer es entenderlo todo, tamizarlo todo, es decir, filtrarlo, interiorizarlo, y después formar una opinión propia según cada naturaleza, según cada manera de ser. Lo que intento es que mis alumnos no miren a través de mis ojos, no oigan a través de mis oídos, y no piensen a través de mi mente. Lo que intento es que mis alumnos se den cuenta de que tienen unos oídos para oír, unos ojos para mirar y una mente infinitamente profunda para hacer surgir de ella los pensamientos más elevados y las ideas más ingeniosas. Ese es la dinámica que hay en una clase de Filosofía.
José Tarrazó:
—Es interesante porque esto se está llevando a la práctica, este tipo de impartir, esa filosofía, en muchos países donde, por ejemplo, Tagore, en una de las escuelas que él formó en Calcuta, que se llama Escuela de la Paz, no había profesores, no habían profesores y alumnos, sino que se impartían las clases o se sugerían todas estas temáticas tan profundas, tan hermosas. Y quizás el ser humano, cuando entra en una determinada profundidad, bien sea la de la filosofía o bien sea la de otra cosa de la vida, porque cualquier aspecto de la vida puede tener una inmensa profundidad, se da cuenta de que no es solamente un ser humano de carne y hueso, sino que existe algo más en esa profundidad, en ese pensamiento, en ese estado de contemplar todo lo que está a su alrededor. Y eso creo que es importante, porque cuando las clases se imparten de esa manera, no son forzadas, sino que surgen, eclosionan, se abren igual que una flor. Y entonces los alumnos perciben ese mensaje tan hermoso.
Invitada:
—En cualquier caso, esa es la intención, pero no significa que se consiga siempre, porque no podemos perder de vista, y estamos en un mundo como el que estamos, es decir, hay una dinámica que se intenta en clase, pero, evidentemente, hay una relación alumno—profesor que se tiene que mantener para poder crear en el alumno una actitud abierta totalmente, de crítica y de buen entendedor, más que de buen creedor. Hay que entender más que creer. Creer, lo repito, es creer en Dios.
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