En el fragor de la batalla
Toda una población se dispone a festejar aquellas batallas entre las huestes cristianas y moras, que tan sangrientas fueron entre unas y otras personas, para alcanzar bienes y terrenos, haciendas que se fueron repartiendo después de la tragedia.
“El Cid no rompe con el rey buscando otro señor que lo acoja, sino que procura obrar de manera que Alfonso VI le otorgue otra vez su favor; por eso elige irse a tierra de moros, en la que emprende una campaña cuyo resultado es la toma de Valencia (1094)”. *
Con gran llanto los festeros tienen lágrimas en los ojos, la emoción se transforma en llanto al ver que los festejos tienen un principio y un final; las emociones en el fragor de la batalla dan lugar a un descanso, pero heridos por la pólvora de los arcabuces se curan, hasta otro año. “Allí El Cid descansó no bien la noche cayó. Un sueño muy dulce tuvo, tan profundo se durmió”. * Descansando de las fatigas, los festeros reposan para contar de las batallas de la fiesta en su fragor; más la historia contarán a sus hijos y nietos, y grandes tratados escribirán de las batallas ganadas y perdidas, del fervor al Cristo de la Agonía.
“A dos de los caudillos moros lograron allí matar en la caza, que persiguen hasta Valencia alcanzar. Así llegan a Cullera, así llegan hasta Játiva, y más abajo, allí de Denia estaban las casas junto al mar, de los moros”. *
Cuando leo la historia, está preñada de batallas, no importa qué religión, qué Dios o qué Avatara; los seres humanos llevamos ingénito ese fragor de la lucha, queremos conquistar, aunque los dioses nos dicen “no matarás”, “serás condescendiente con tu prójimo”. Pero ¿por qué somos tan sanguinarios y despiadados? ¿Por qué nos gusta rememorar estos episodios de dolor?
“Cuando de Benicadell el Campeador se apodera, bien en Játiva lo sienten, y también allá en Cullera”. *
Todas las tragedias o guerras son nefastas para los humanos, tanto para los que ganan como para los que pierden, pero los individuos guiados por un líder, sin importar qué religión, siempre hemos estado cargados de razones para estar en el campo de batalla. ¿Cuáles son los motivos genéticos que nos llevan a ser tan aguerridos? Si con la paz nos cuesta vivir. ¿Por qué creamos conflictos?
Las mujeres, niños, los hombres que participan en estas fiestas de Moros y Cristianos tienen sus motivos personales, bien sean históricos o devocionales, tienen la plena libertad de manifestarse, aunque otras personas no compartan esas mismas inquietudes; pero todos merecemos el mismo respeto, y desde este convivamos en paz, siendo tolerantes y tolerados, sin abusar de la intimidad de los demás. ¿Qué difícil es esto, verdad…?
“El romance os fue leído.
¡Damos, pues, vasos de vino!
Si es que no tenéis dineros
llevad prendas al empeño,
Y lo que os den ¡a beberlo! *
Los párrafos con asterisco pertenecen a El Cantar del Mío Cid. (Anónimo)
13 de Agosto 2010. J.T.D.
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