El primero soy yo
Si alguien nos preguntara si queremos que nos toque la Lotería Nacional seríamos los primeros en decir que sí. Si alguien nos ofreciera toda la suerte para nuestra vida también le diríamos que sí. Sin embargo, ante muchas otras situaciones demostramos que la complejidad del ser humano es evidente. Es obvio que estamos más dispuestos a recibir que a dar. ¿Es posible que esta actitud nos haga complejos en vez de felices?
Fruto de mi experiencia como agricultor y campesino, esto, me ha permitido saborear la naturaleza como una madre dadivosa y bondadosa. La naturaleza nunca me ha manifestado un ápice de egoísmo ni de discriminación. El hermoso perfume de una flor lo ofrece a todos por igual; esta sencilla manifestación de la Madre Tierra ha reforzado en mí la evidencia de que la Naturaleza, además de esplendente, es el vademécum que despierta la sensibilidad interior y descubre el camino que deberíamos conocer y aprender los seres humanos para ser los primeros en practicar el referente de armonía que nos ofrece.
“Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino” escribió la poetisa, diplomática y profesora chilena Gabriela Mistral.
¿Quién se pone el primero para plantar, para enmendar un error, para realizar un esfuerzo que otros esquivan, para apartar esa piedra del camino?
Esto me lleva de nuevo a la complejidad del ser humano, ¿por qué somos complejos? Y, la respuesta para mí es porque no somos sencillos.
Me gustaría poder expresar más allá de las palabras que la sencillez es como la armonía de la naturaleza. Tenemos el potencial de crearla si pensamos en los demás antes que en uno mismo.
Observar a las personas, observar a los conductores, el simple hecho de observar ofrece aprender, ¿por qué no para mejorar?
Hablando de observar conductas, en el Carrer del Tirador nos han puesto un medidor de velocidad, el cual, sobrepasando la norma de 30 km se pone rojo y avisa de peligro, y sin pasar esa cifra nos alegra la buena conducta con un “GRÀCIES”.
Ves pasar coches que no respetan esta norma, y unos tras otros sobrepasan el límite. Ves otros que al acercarse respetan la velocidad, incluso en todo el tramo de esta carretera van a la velocidad permitida. Otras veces el coche que respeta va primero, y tras él una fila de coches bastante pegados y aparentan que bajan la velocidad, pero porque el primero la respeta.
¿Son las normas opcionales? ¿Quién se apunta a ser el primero en respetarlas?
Si todas y todos respetáramos las normas, del primero al último crearíamos armonía.
El respeto, además de ser una palabra, podríamos verlo también como una puerta que nos abre el corazón, nos despierta la sensibilidad, y nos aleja de esa mente que regenta algunas conductas, algunas actitudes que no son de buen ciudadano. La mente es la que no nos hace respetar las normas. A veces salimos con prisa en coche a algún lugar, y pisamos el acelerador, pero ¿quién tiene culpa de nuestra prisa?
Cuando alguien toma la decisión correcta está contribuyendo al equilibrio, no solo en la carretera y hacia los demás, sino hacia sí mismo. Comprueba que puedes pasar de la mente compleja al corazón sosegado, y descubre que la hermosura del perfume de la flor repartido por igual es un referente sencillo de practicar para el ser humano, pues, también somos naturaleza.
“Aquello a lo que le pongas atención crecerá más dentro de tu vida. Aquello a lo que le dejes de poner atención se marchitará, se desintegrará y desaparecerá”. D. Chopra.
2.2.2023. J.T.D.
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