El miedo nos roba la felicidad

“El miedo es un sentimiento más fuerte que el amor”. Dado que el estado miedoso nos paraliza y nos invalida, con nuestras acciones, debiéramos de aniquilarlo y transmutarlo, como una energía que es negativa. Si deseamos ser felices, ¿por qué el miedo anida en los individuos? 

El tiempo puede quedarse detenido, o precipitarse como una cascada, pero nuestra mente no debe paralizarse y dejar de ser creativa; en la mente se desarrollan todos los torbellinos que se pliegan como un abanico, creando toda clase de maquinaciones negativas y perversas.

Solamente el amor es más fuerte que el miedo. Quien se resiste a amar, se le escapa la felicidad y llena este vacío que lo ocupa el terrible miedo a compartir, algo fundamental que no se puede comprar, sino que solo el corazón es capaz de comprender, con todos sus términos.

Del mismo modo, cuando uno genera un estado de aprecio mediante la actividad del espíritu, está libre de miedos, y otra cuestión que genera el miedo es la adrenalina que nace de las emociones desmesuradas: de fanatismos que llevan a la no racionalidad…

El lenguaje de nuestra vida es sumamente importante. Cuando nos hablamos a nosotros mismos, estamos haciendo un ejercicio gestual, que activa el cerebro, la corteza frontal inferior izquierda. Si uno usa un lenguaje destructivo, mancha su sabiduría y emite mensajes que arruinan nuestra felicidad, robándonos parte de nuestro bienestar interno…

¿Cuántas personas se niegan ser felices? Para ser felices no nos hace falta ser adinerados, ni disponer de todas las comodidades, más bien tener una visión global de la vida y practicar la humildad. ¡Acaso no nos sobrará un poco de soberbia, mezclado de altanería!

En nuestros días, se cotizan a las personas por sus bienes materiales, por su presencia física y no por sus bondades internas, por su humildad y aplomo. Así son las cosas de hoy…

La arrogancia nos priva de la felicidad, nunca estamos de acuerdo con lo que tenemos, queremos ser más que el otro, que nadie esté por encima de mi, y este estado nos priva del amor y de la felicidad; tesoros de incalculable valor que los llevamos ingénitos y que no sabemos aprovechar, mientras nuestras vidas son tan efímeras y vacías de contenido.

El optimismo es de un poder tal, que allana muchas dificultades, que nos llena de gozo, que evita enfermedades; el optimismo nos da poder sobre el miedo y una visión de futuro.

La verdadera espiritualidad nos hace más felices, nos prepara para la felicidad, nos prepara para la muerte: y al escribir sobre la espiritualidad, lo hago con la amplitud global y profunda, que abarca a todos los individuos, tengan la creencia que sea, pues en todas partes existen seres impregnados de un espíritu omniabarcante.

Uno de los puntos importantes en los individuos es el buen humor y la estabilidad emocional pues así, se destierra el miedo. Si cuando nos levantamos por la mañana nos hallamos predispuestos a afrontar el día con alegría, la felicidad nos acompaña durante toda la jornada, pero con frecuencia aparece el “hoy me he levantado con el pie izquierdo, el día será torcido”.

Nuestra finalidad debiera de ser, un estar impregnados de un halo de alegría, sabiendo que aquello que nos suceda puede transmutarse, y con optimismo darle la solución más adecuada: si el Sol sale para alumbrarnos y sus rayos nos abarcan a todos, ¿por qué no ser felices?

Nuestra disposición psicológica es tan potente, si es positiva, que allana todas las dificultades. Si por el contrario es negativa, se nos amontonan las pequeñas cosas y son como una enorme montaña, por lo que nuestra mente da rienda suelta a toda clase de especulaciones, y casi siempre son negativas y de fatalidad.

Una de las trampas que nos venden como felicidad, que no es tal, la posición social, la fama que nos catapulta hacia la soberbia, bienes y posiciones económicas, que en el fondo son perecederas y que nos dan muchos quebraderos de cabeza, el poder mundano que nos impele hacia la opresión desmesurada, y la competitividad. Nos dejamos engañar porque en el fondo somos emocionales, y envueltos con espejismos quiméricos, deseamos poseer todas las cosas y así perdemos la mayoría de ellas.

El miedo y la felicidad debieran de estar unidas a la humildad, esta sería la clave de una sociedad feliz y llena de plenitud, esto no es utopía, más bien una necesidad axial de nuestros días, donde existen tantas personas tristes y deprimidas. “La humildad, que no abunda entre los doctos, aún es menos frecuente entre los ignorantes”. (Anatole France)

25.12.007. J.T.D.   

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