El llanto sobre el difunto
¿En cuántas ocasiones nos adolecemos de no haber hecho en vida para alguien cualquier buena acción? Ante la muerte, ¿estamos preparados internamente para esta situación tan natural como necesaria?
Depende de la cultura donde nos desarrollemos, la muerte se vive de una u otra manera. ¡El ser que se va, está preparado para emprender este viaje como una cosa natural, o por el contrario se aferra a las cosas que están a su alrededor, y por ende le cuesta más elevarse a su destino como Alma!
Andrew Sachs escribió: «La muerte es más universal que la vida. Todos morimos, pero no todos vivimos».
Solo hay que observar para comprobar una gran carencia en las personas: vivir el presente. ¿Puede que seamos de efecto retardado ante la grandeza y oportunidad que nos ofrece cada instante la vida?
La Madre Naturaleza nos deleita el corazón para que, desnudos como ella, andemos el sendero de la vida con sencillez y armonía. Para comprender la Naturaleza nada mejor que el silencio; para vivir cada instante la alegría nada mejor que dar, siempre mejor que recibir. Y todo lo que demos que sea en vida; que no quede en el tintero ninguna gota de amor...
Ningún fracaso es sinónimo de morir, y aprender en la vida es cambiar sin obviar que no existe mejor llanto que el hecho consumado con alegría y bondad.
Para el cuerpo, lo mismo que para el Alma, morir es vivir. No hay en este mundo más que vida, aunque sus formas de manifestación sean distintas. La muerte, siendo un hecho universal, ¡de ella puede decirse que es el momento en que espiritualmente se condensa la vida de tantos hechos acaecidos en cada individuo!
La ignorancia de los tiempos bárbaros hizo de la muerte un espectro. Y la muerte es una flor en el jardín de la vida de todas las cosas; es una transformación de energías necesaria.
Somos el fruto de nuestras palabras y la consecuencia de nuestros actos. Pero ¿es posible que en muchas ocasiones hacemos más por los muertos que por los vivos?
Todo el mundo crece, pero no todo el mundo madura. Sería importante plantearnos esa cultura de preparación para la muerte; así como para el nacimiento, creo sinceramente que nuestras actitudes ante la vida serían diferentes, y la convivencia en la sociedad sería respetuosa y exenta de violencia, pues al fin y al cabo todos tenemos un mismo destino, pero depende del bagaje de nuestras acciones que veamos las cosas de una u otra manera.
La aceptación del sabio en sus últimos momentos es fruto de la reflexión y de la calma que produce una buena conciencia...
«La muerte es el menor de todos los males». (Francis Bacon)
Al igual que las personas nos preparamos en nuestra vida para realizar una carrera u oficio, debiéramos hacerlo para este viaje al cual estamos destinados por ley de vida. No viajamos para escapar de la vida, viajamos para que la vida no se nos escape. Vivir para experimentar que el valor de cada instante está por encima de cualquier pensamiento o creencia. Vivir para descubrir que hay vida más allá de los cinco sentidos, y que el corazón no es solo ternura, también es el habitáculo de todas las experiencias vividas y por vivir...
31.10.20. J.T.D.
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