El consumo masivo
«Consumir ha terminado por convertirse, al parecer, en la esencia humana en el cambio de milenio». (Adela Cortina) Es interesante adentrarnos en nuestros días en esta cuestión tan palpitante y cotidiana del consumismo compulsivo y desaforado. ¿Qué neura se nos ha despertado emocionalmente para que en nuestra vidas sólo pensemos en acumular más, sobre mucho más, aunque muchas cosas de las que adquirimos no nos sirvan para nada? En nuestro siglo puedo denominar que el Homo consumens, tanto hombre como mujer y jóvenes, están atrapados por un delirio que entra por los ojos y desciende hacia el bolsillo, y no digamos cuando el dinero fácil del plástico es tan cómodo de manejar… En la vida de los individuos existen otros conceptos, más elevados y profundos que nos pueden ayudar a convivir; gozar de la belleza, del conocimiento, del respeto, experimentar la profundidad vital, que son peldaños más sólidos que la capacidad de consumir por el sólo hecho del placer emocional impulsivo de decir ¿por qué yo no tengo que ser como mi vecino? Esto conlleva que estemos hipotecados hasta el moño y que los problemas familiares sean una griteta de lágrimas, malestares y desavenencias continuadas. ¡A qué nos lleva toda esta situación del impulso de consumir sin tener los debidos recursos económicos!
Según el Diccionario de la Real Academia Española, consumir es la acción de utilizar comestibles perecederos u otros géneros de la vida efímera para satisfacer necesidades o gustos pasajeros. Hasta aquí bien… Pero situándonos en la era del acceso fácil y en una sociedad de posibilidades bien estudiadas por un marketing de ventas-consumidores, fabricación de mercados y con la fragilidad de los compradores, nos hallamos en un tuto rivolto, abocado a no sé dónde.
lQuiero distinguir dos aspectos del presente artículo: necesidades reales y deseo impulsivo. La necesidad vital conlleva a la racionalidad de adquisición para poder vivir dignamente pero sin despilfarrar, pues si pensásemos con tantos seres humanos que mueren por no poder tener el mínimo vital, mientras que en muchos casos tiramos lo que sería básico para otros individuos… Mientras que en el deseo impulsivo, falta un estado de concienciación, de civilización, de equidad y justicia, fomentar la civilidad en los ciudadanos exigiría una ética basada en la honestidad y el justo aplomo para que los humanos no hiciésemos ese contrapeso desequilibrado que creó tantos conflictos tanto de mercado como de guerras entre los individuos. Los seres humanos somos pendulares, y tenemos necesidades verdaderas y necesidades falsas, de ello puedo deducir, que los conflictos son una necesidadd para el enriquecimiento de unos pocos y la desgracia para muchos…
La expansión futura de la producción ha de atender al desarrollo de las capacidades humanas, nunca a la mera explotación de aquellos países que fabrican a precios de miseria creando el desequilibrio entre unos continentes y otros. Solo el trabajo innovador y equitativo hará de los pueblos y las naciones, no solamente productos sino seres humanos con más dignidad y una mejor calidad de vida. Una economía dirigida a un crecimiento cualitativo no necesitaría fomentar el consumo como consumismo, pero para pensar y hacer esa economía es preciso lanzar la justicia creadora al poder, de que la ética en las empresas es rentable, y de eso tengo experiencia, por haber trabajado en una empresa donde la productividad era una meta, pero con dignidad donde se premiaba a los individuos por su eficacia y honestidad. Esto no es una utopía ni un delirio mental… Invertir en cultura, sanidad, educación, en medios de comunidación veraces que hagan críticas constructivas, es impulsar riqueza, promover el consumismo es una idiotez que nos empobrece creando individuos sin personalidad y sin una conciencia cívico ética.
«El ser humano que no medita y obra con precipitación no podrá evitar grandes fracasos».
Confucio
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