Educación y Cultura

Presentador:

—Buenas tardes. Bienvenidos un martes más, oyentes de Ontinyent Antena Valenciana Ser, a «Proyección 2000». Siempre con temas actuales que desgranamos, referentes al futuro de la humanidad y, sobre todo, temas de carácter sociológico.

»Hoy vamos a adentrarnos en el mundo de la cultura y de la educación, lo que pueden depararnos ambos terrenos de cara al 2000 o más allá del 2000. Para ello contamos con la presencia de nuestro invitado habitual, Pepe, de L. O., y hoy también tenemos en el estudio, invitada, a A., por si quiere participar o cursarle alguna pregunta a Pepe o a alguno de los que estemos aquí, en esta tertulia.

»Pero, antes que nada, Pepe, podríamos entrar en materia ya puesto que, como dice el refrán, el tiempo es oro y hay que aprovecharlo.

José Tarrazó:

—Buenas tardes. Vamos a tocar estos dos temas, a introducirnos dentro de la sociología. Y la primera cosa que tendríamos que decir es ¿qué es la educación? Es un proceso importante dentro de la sociedad de todos los países. Debemos tener siempre presente que cuando la educación, esa influencia social, repercute en cualquier lugar, vemos que el desarrollo sociológico y cultural de un país es enriquecedor, porque una sociedad educada, una sociedad que tenga unos principios, no vamos a decir principios éticos o morales, porque la educación abarca algo más que todo esto… Es lamentable que el proceso educativo en muchos países esté politizado y, a veces, no se saque lo que se tendría que sacar en estas enseñanzas, tanto primarias como en las enseñanzas ya de educación especial, y, sobre todo, esa educación que se da a las personas que están en las facultades o universidades de cada país.

»Es evidente que se tiene que realizar un cambio muy grande para que los educadores y los educandos vayamos todos al unísono, para que la evolución de esta educación de las escuelas primarias, como principio, y a continuación con todo el contexto, con todo ese gran abanico de la educación en general, tenga que girar en torno a una visión mucho más profunda, mucho más creativa, mucho más intuitiva y, sobre todo, que estos educadores y estos educandos creemos una sociedad diferente a la actual.

Presentador:

—Eso significa que habría que erradicar un poco algunas características del sistema actual de educación, que se basan más que nada en un arquetipo, es decir, en dar una serie de nociones a niños para que el mismo las experimente. ¿Cuál sería la fórmula idónea para cambiar con el sistema?

José Tarrazó:

—La fórmula idónea sería que hubiera una gran compenetración a nivel de los educadores, a nivel de los padres y a nivel de los hijos. Es decir, que todos precisamos de esa educación, precisamos que el niño, o el adulto en este caso, también tendría que ser más creativo. Es decir, la memorización, la escuela como memorización en la sociedad actual, vemos que hay muchos temas que no sirven absolutamente para nada. Porque nada mejor que la escuela de la vida, donde vemos que muchas cosas que nos enseñan a todos y que continúan enseñando, por ejemplo, en EGB, veríamos cómo intentan enseñarles unas determinadas asignaturas que estarían bien en el bachiller, o que estarían bien en asignaturas ya superiores. Y que los chavales, que los niños, pues tuvieran ese espíritu de creatividad, ese espíritu intuitivo…

»Nos están enseñando mucho los chavales a los profesores y a los padres, porque los conceptos de la vida están yendo a una velocidad vertiginosa, en la cual muchas cosas se quedan totalmente anticuadas. La memorización de las cosas no es creativa, es una repetición, es como una fotocopiadora, y entonces anulamos muchas veces la personalidad de los chavales y los educadores pues... quizá haya educadores conscientes de que esto debería tener un cambio.

»Creo que una parte de la educación la podemos realizar a través de lo que llamaríamos cultura, porque no tiene nada que ver la cultura con la educación. Hay que puntualizar muy claramente que la cultura abarca con más profundidad y con más extensión todo esto. Una persona culta es una persona que tiene unas grandes posibilidades de poder, de una manera u otra, servir a la humanidad.

L. O.:

—Exactamente. Yo quería decir una cosa... o al menos quisiera hacer un apunte, y es que la cosa está muy clara. Puede haber una persona muy educada y que sea inculto, y puede haber una persona muy culta que sea muy maleducada. O sea, que nada tiene que ver una cosa con la otra. O sea, que realmente la educación es una cosa, al menos como norma de conducta del ser humano, y la cultura es otra cosa totalmente contraria o diferente. Y yo pienso que la educación no se adquiere precisamente, bueno... sí que se puede adquirir, pero no precisamente tiene que cogerse o se tiene que enseñar, o se tiene que aprender en un colegio ni en una universidad. La educación de cada persona se adquiere precisamente en la calle, en el entorno familiar que te rodea, entre los amigos, en cualquier circunstancia, pero indudablemente creo que tendría que ser precisamente en una universidad o en un colegio, porque llegaríamos de nuevo a comparar lo mismo: aquel que más estudios tiene o aquel que más posibilidades tiene de ir a una universidad o a un colegio superior es el que mejor educación tiene. No, puede ser un maleducado, como digo, pero puede ser una persona muy culta, que es otra cosa diferente.

Presentador:

—Hablando de cultura, también se podría, o Pepe podría analizar un poco o matizar el concepto de cultura, ya que hoy en día, pues es una terminología que tiene muchos tintes o matices políticos y que parece que hay una CULTURA con mayúsculas y una cultura con minúsculas, una cultura marginal. Y creo que la palabra cultura tiene mucho que ver con la creatividad, cosa de la que nos estamos olvidando.

José Tarrazó:

—Exactamente. Creo que en la sociedad tenemos un reto para romper los esquemas educativos y los esquemas culturales que hoy, actualmente, nos están invadiendo a casi todas las personas. ¿Por qué digo esto? ¿Por qué debemos tener un reto? Pues porque tendríamos que plantearnos, a la misma velocidad de los avances científicos y tecnológicos, estas enseñanzas, esta educación y esta cultura. Es decir, que tendríamos que profundizar un poco más. Creo que tanto la educación como la cultura se han quedado un poco retrasadas en comparación a la evolución de todas las cosas que nos están rodeando.

Presentador:

—Yo diría que nos hemos quedado en un concepto de cultura enciclopedista.

José Tarrazó:

—Exactamente. Estamos en unos siglos. Estamos en un siglo concretamente en el cual tenemos que ver las cosas, ahondar y profundizar más dentro de la creatividad, dentro de la intuición, dentro de la espiritualidad, porque es un concepto... la palabra espiritualidad a muchos les suena, ya lo hemos dicho muchas veces, como a religiosidad. No tiene nada que ver la religiosidad de ninguna iglesia o de ninguna filosofía a la situación de profundizar, interiorizar.

»Como decíamos en estos programas, la proyección interna y externa de todas estas cosas, tanto sea cultura, educación, familia, etc., todo este temario que estamos desarrollando a través de estos temas sociológicos, tiene que ser algo que nos haga pensar un poco más profundamente en todas las cosas.

»La profundización de las cosas no la puede dar ni un profesor, ni la puede dar la sociedad. Cada uno puede profundizar interiormente y, al mismo tiempo, exteriorizar esa profundización cuando se tome conciencia, una conciencia cívica, una necesidad social, para el desenvolvimiento de todas las cosas.

»Cuando tengamos una sociedad que tome conciencia de esta educación y de esta cultura, es cuando las personas libremente podremos ver las cosas en unas dimensiones más profundas, más sencillas, y menos, podríamos decir, envueltas por distintos matices de carácter político.

Presentador:

—Incidiendo en el hecho sociológico, habría que destacar algo que hemos comentado con relación a la cultura, por ejemplo, el eliminar esos etiquetados culturales que hemos estado viviendo, ya que la cultura hemos dicho que tiene algo que ver con la creatividad y se está viendo que una persona es un creador y está pendiente de qué etiquetado cultural va a conseguir. Es decir, si es un tipo de cultura que está ahora mismo protegida oficialmente, va a estar en la cresta de la ola, puede meterse en la intelectualidad cultural, y si es un tipo de cultura marginal, pues quizá acabe en el olvido. Y lo digo por el hecho de que ahí está el caso de Van Gogh que, en cierta forma, estaba haciendo cultura y, por otro lado, cuando vivía Van Gogh nadie lo valoraba, y ahora todo el mundo se precia de una pintura de Van Gogh.

José Tarrazó:

—La cultura elitista es un gran problema, porque son unos clanes de personas que se consideran estar en la verdad absoluta de esa cultura. La cultura vista desde otras dimensiones más profundas es universalista y es creativa... y entonces cuando...

Presentador:

—...Es dinámica y viva.

José Tarrazó:

—...Es dinámica y viva. No podemos pararnos y decir, bueno dentro de un país existen cuarenta personas, veinte personas, que son los «cultos» de esta sociedad.

Presentador:

—...o los que tienen que poner las directrices para que los demás aprendan esa cultura.

José Tarrazó:

—Exactamente. Entonces tendríamos que partir de la base de que puede haber muchas personas cultas que no están en ese candelero, que no son etiquetadas, como tú decías antes, que no tienen determinados premios literarios, porque la cultura interna es algo que no se adquiere simplemente por el hecho de estudiar. Una persona culta a lo mejor es una persona que no ha estudiado en las universidades, pero que ha percibido una cultura diferente a través, no sé, de la vida, a través de experimentar, porque cuando hay grandes experiencias en todos los campos de la vida, la cultura es creativa, es intuitiva, es imaginaria y, como tú decías, es dinámica.

Presentador:

—Es que en la actualidad se produce un efecto curioso y es el hecho que ahora, la burguesía, es un fenómeno que cada vez existe menos burguesía, pero todavía quedan ahí sus efectos. Y lo digo por el hecho que se produce cuando una persona empieza a ascender de clase social, a lo mejor debido a causas económicas, rápidamente intenta meterse en los ambientes culturales elitistas, o en esa cultura oficial y, aunque realmente no tenga conocimiento de ese tipo de cultura, con apariencia, a través de la hipocresía, o incluso si es preciso a través de un cursillo rápido de cultura general, pues, se integra en esos ambientes para demostrar que también está sumergido en esa élite cultural.

»Quizá es un hecho que, cuando pueda acabarse con este elitismo cultural, o con que la gente aspire a estar ahí, en la clase más alta y creyendo que sus nociones culturales de esta clase son las mejores, es cuando se podrá ver un cambio cultural importante.

L. O.:

—Sí, claro... Yo es que lo que haría, o sea, o haría una pregunta en general y sería la siguiente: ¿qué es la cultura? Ante todo, que alguien me responda qué es la cultura. Porque la cultura, indudablemente, creo que se puede presentar de formas muy diferentes. Empezando por el campesino, que es un hombre poco menos que sabio, que sabe un montón y que, a malas penas, sabe firmar. Y para mí es un hombre culto. En otra faceta de la vida pues, esto es cultura...

Presentador:

—Ahora sería, por hablar de términos actuales, una cultura ecológica.

L. O.:

—Bueno, pues efectivamente, podría serlo, por qué no, podría serlo... Pero yo les voy a contar una anécdota, si me lo permiten, y es la siguiente: en mi lugar de nacimiento, precisamente, hay un señor que creo que, en muy pocas ocasiones, por no decir ninguna, habrá asistido a un colegio. El hombre tiene auténticos problemas incluso para contar hasta diez sin recurrir a los dedos de la mano. Y yo les puedo decir que disfruto cantidad escuchándole hablar. Es un hombre culto, es un hombre que sabe muchísimo de la vida y que tiene una gran filosofía. Y ese hombre no ha ido nunca a la universidad. Eso es cultura.

Presentador:

—Luego hay otro apunte, para que Pepe también nos conteste, y es que se utiliza mucho lo que se llama la frase hecha o la «cita», que queda culturalmente muy bien. El hecho de decir, bueno, lo que tú has pronunciado, lo que Vd. ha dicho, ya lo dijo en su libro el Sr. Tal, premio nobel, que dijo no sé qué... Y parece que socialmente queda muy bien, cuando sería mucho mejor que, en lugar de dar una cita o una frase literaria, esa persona creara, o él mismo de su vocabulario extranjero, algo que fuera más ingenioso, más creativo.

José Tarrazó:

—Cuando las personas se acogen a tantas citas de personajes, etc., hay veces que hay que recurrir porque viene al caso, pero cuando se abre un libro, por ejemplo, de un determinado escritor, y vemos que existen dos páginas, tres páginas, de consulta bibliográfica, es porque esta persona, con respeto a la persona que pueda caer en este momento, es porque no es una persona inteligente.

»Cuando hay creatividad, cuando hay una cultura interna y entonces se manifiesta a través de cualquier acto, bien sea de la expresión de la palabra, de la escritura, de la música o de cualquier arte, esta persona es una persona culta. Yo quisiera contestar a la palabra, literalmente, dentro de lo que podríamos decir lo que es la expresión esotérica, y es que la cultura es culto. Es decir, cuando una persona adora al sol, a la luna, o a cualquier otro ídolo, esto se llama culto a eso. Podríamos hablar de la cultura, pero no como adoración y no como una cosa elitista, sino como una cosa completamente creadora y nueva en todos los seres humanos.

»La cultura, vista desde los parámetros en que la estamos viendo ahora, en general, en nuestro país y quizás en otros muchos países, no es cultura. Es plagio de muchas cosas, son personas muy espabiladas y que, si las sacas del contexto que tienen de su trabajo son incapaces de hablar de cualquier otro tema o de vivir la vida, con toda la extensión de la palabra, y crear un ambiente con las demás personas. Yo conozco muchas personas en este aspecto que tienen una inteligencia privilegiada, pero son incapaces de hacer ninguna cosa en absoluto. Entonces, la cultura es la creación de algo interno que se tiene que manifestar con toda la sencillez del mundo. Creo…

L. O.:

—Perdón, Pepe, parece ser que hay una llamada para el programa. Buenas tardes. Atención... Bueno, pues, parecía que había una llamada. Atención, sí, muy buenas tardes.

Llamada:

—Yo es que quería hacer una pregunta

L. O.:

—Sí, sí…

Llamada:

—Sobre el mal que puede hacer la competitividad de los niños, incluso de los adolescentes, en la maniobra de ser el número uno, de ser el mejor, en conocimientos simplemente.

556 L. O.:

—Desde luego es una pregunta más que interesante. ¿Quién es Vd., por favor?

Llamada:

—Sí, me llamo X.

L. O.:

—Pues X, muchísimas gracias, le vamos a tratar de responder lo mejor posible. De todos modos, muchísimas gracias por su participación y no cabe duda de que es una pregunta más que interesante. Muchas gracias. Hasta luego. Bien, pues ahí está. Vamos a ver si tratamos de explicarle a esta oyente precisamente el mal que puede hacer a los niños cuando, efectivamente, se llega al colegio y le dicen: «Es que tú no te pareces a Pedrito, que ese sí que estudia mucho y es un empollón».

José Tarrazó:

—Sí. Se crean unos conceptos equivocados porque los profesores deberían tener presente que cada niño es un mundo diferente. Y cada niño tiene unos parámetros diferentes internos que son los que exterioriza. Entonces, al crear con este niño esta situación, ocurre que se ha creado una forma, lo que se llama una forma mental inadecuada, para que este niño se desenvuelva como él es. Es decir, que la palabra como él es si se incentivara a este niño quizá sería un niño creador, pero cuando se le coarta, porque lo que está estructurado dentro de la enseñanza es algo como, a veces dicen... bueno, este señor tiene esta enfermedad y resulta que está dentro de estas estadísticas. No se puede trabajar con las personas con estas estadísticas que son inadecuadas porque el profesor debería tener pleno conocimiento de la interiorización de este chaval. Es decir, que una carrera no solamente tendría que ser una carrera por el mero hecho de haberla estudiado, sino por ver cuándo esta persona que está desarrollando esta carrera tiene una profundización más concreta de las cosas de las que está impartiendo, y no fuera una simple rutina.

Presentador:

—Yo creo que es muy claro lo que ha dicho Pepe, y simplemente añadir que quizá el defecto sea que, a los niños, indirectamente, ya se les prepara para la sociedad, para la competencia. Y a los niños de alguna forma también se les coarta esa intuición, no se les desarrolla otra serie de posibilidades que ellos mismos tienen. Y parece, por poner un ejemplo, que es como si los metieran para pilotos de Fórmula 1, y un niño dijera, bueno, si yo no quiero ser piloto de Fórmula 1, ¿qué es lo que tengo que hacer? Hay más dedicaciones. Quizá creo eso, que la competencia, además, lo que crea son celos, lo que crea son situaciones violentas, lo que hace es fomentar el ego, lo que provoca es perder el trabajo en equipo, lo hemos hablado muchas veces aquí, de la situación grupal, de grupo, de equipo, se pierde, no se apoyan unos a otros, sino que se enfrentan unos con otros. Creo que ese es el daño que puede causar.

L. O.:

—Bueno, no. Yo lo que quisiera es apuntar una cosa, y es, respondiendo a esta amiga oyente, que, indudablemente, se le hace mucho daño al niño que empieza o se le empieza a comparar con el empollón de la clase. Porque me imagino que estamos hablando de un niño de edad escolar y que, en efecto, ahí van precisamente las comparaciones, pero que no solamente tiene por qué ocurrir en el colegio, sino que también dentro del propio hogar, indudablemente, sin quererlo a lo mejor los padres, se producen esta serie de comparaciones: es que tu hermano es muy elegante, o es muy limpio, o es muy ordenado, o es tal. Y automáticamente también se están haciendo una especie de comparaciones. En cuanto a la hora de tratar de comparar a los niños, en cuanto a los listos o a los torpes, o a lo inteligentes, o a lo educados que puedan ser, lo que está claro es una cosa, y es que yo diría que hay una especie —o hay un tipo de cultura, y sería la cultura de memoria—, aquel que sabe mucho, pero que recuerda lo que ha leído o lo ha escuchado, es un tipo de cultura, indudablemente. Pero hay una cultura bajo mi punto de vista que es inmensamente superior y es la que se da en aquel que, por ejemplo, no recuerda cómo tiene que montar, digamos, la pieza, pero, indudablemente, sabe montarla. Es creador. Esa cultura es superior.

Presentador:

—Otro detalle, mientras hablaba L. O., del que me acordaba yo… y es el hecho de que quizá cometemos el error de que el ser humano siempre cae en la simpleza de asociar a una persona con unas facultades. Hemos hablado antes del etiquetado, pues es lo mismo. A un niño, pues, se le ven unas facultades y dicen, fulanito de tal pues es apto para las matemáticas, funciona mal en esto, tiene un carácter pues agresivo, se pone nervioso con esto o lo otro. Y no se dan cuenta, o no nos damos cuenta. Porque también ese error lo cometemos todos en casa, los padres, los familiares, etc., de que el ser humano es muy complejo y que a lo mejor desarrollando una facultad que parece negada para ese individuo, salen otras o afloran otras que estaban sumergidas o escondidas. Y ahí tenemos un caso que sirve como anillo al dedo. Lo digo por si me está escuchando esta señora, que es el caso de los autistas, que son personas que apenas tienen facultades para poder comunicarse y, en cambio, tienen verdaderas virtudes y se consideran que los autistas, la mayoría de ellos, tiene un índice, un nivel de inteligencia, muy elevado.

José Tarrazó:

—Se crea una fricción con toda esta educación. Se crea una fricción entre las personas, entre los niños, incluso entre los mayores. Esto va para todos. Y, como tú decías antes, existe lo que se dice… esa agresividad, existe esa carrera de competitividad en la sociedad, que es la que anula los valores internos de la persona humana.

»Entonces, si estamos aquí hablando de una proyección 2000 hacia el futuro, tendríamos que ver que hay cantidad de fallos: el fracaso escolar no es ni más ni menos porque se anula esa personalidad interna, que puede ser muy profunda. Que este señor, o este niño, o este adulto, no tendrá a lo mejor facultades para realizar una determinada cosa, pero tendrá otras facultades para desarrollar el arte, o tendrá las facultades para ser un manitas. Y etc., etc.

Presentador:

—Yo iría más lejos, ya que estamos abordando este tema, no solamente los niños, sino aquellos niños que, debido a diversas circunstancias, por lo que sea, esas facultades no salen a la luz, que posteriormente en su adolescencia tampoco nadie les saca esas facultades, o él mismo no las descubre. Quizá luego está el caso, y se ve claramente, de personas totalmente amargadas cuando llegan a los cuarenta años, porque no han sacado de sí lo que ellos podían dar y se ha quedado en un proyecto.

José Tarrazó:

—Otro problema, que hemos querido que nuestros hijos, o cualquier hijo de cualquier familia, hiciera o desarrollara lo que el padre y la madre tenían en mente. Pero el padre y la madre siempre consideraban que era lo mejor, pero no habían entrado en lo profundo de ese niño. Entonces resulta que estamos, de una manera u otra, creando una dicotomía de contradicciones entre lo que los adultos queremos y lo que los niños tienen internamente, lo que afloran internamente... Es una temática bastante complicada y es una temática que, sin perjuicio de que nadie se sienta herido, tendríamos que decir que esta educación y esta cultura tienen que ser creadoras, no agresivas, deben tener delicadeza, tienen que practicar lo que se llamaría el amor. Y el amor es algo que no está aún definido, porque una cosa es el amor que una persona pueda tener hacia las cosas, un amor universalista, no un amor platónico, y no un amor esquematizado o traumatizado por lo que nos han enseñado en las culturas anteriores o en las determinadas religiones como tantas veces hemos estado explicando aquí.

Presentador:

—Tenemos una invitada hoy al programa, A., que queremos que opine, si quiere, sobre lo que estamos diciendo con relación a la cultura o a la enseñanza, cualquier tema...

A.:

—Bueno, yo diría, más que nada, sobre la llamada de esta señora, que yo lo he podido vivir también en mis hijos, que creo que quien más puede ayudarles son las madres, son los padres, en casa... o sea, haciéndoles ver a sus hijos sus propias capacidades y sabiendo hasta dónde pueden llegar, y no exigiéndoles otras, de una manera... exigiéndoles pues unas notas como el mejor de la clase, pues no... hay que conformarse. Y, sobre todo, decirle al chiquillo que, bueno, que se sepa aceptar a sí mismo, y que no todos pueden ser el primero, ¿no?

»Creo que el amor de la madre en ese campo puede ayudar muchísimo, ¿eh?

L. O.:

—A., pero tú sabes muy bien que cuántas veces se juntan dos señoras y lo primero que hacen, es decir: «Has visto, mi hijo me ha sacado un 10 en Matemáticas». Es algo que ya, sin querer o queriendo, no lo sé, parece ser que, bueno, esta sociedad exige el alardear de las facultades de tu hijo. Y sin darse cuenta, pues, a lo mejor, bueno, pues puede ser un prodigio en matemáticas y, a lo mejor pues, el chiquito deja mucho que desear en otras cuestiones. Y la cultura general no es sacar un 10, no sé, en Ciencias Naturales o en Matemáticas. Es algo más, algo más, mucho más profundo.

A.:

—Bueno, pero eso ya demuestra la clase de madre que es la mujer que dice...

L. O.:

—Pero tú sabes que eso existe, ¿o no?

A.:

—Bueno, pero ya, cuando una persona te habla así, pues no hace falta ni que le contestes. A mí esta persona me demuestra...

L. O.:

—Exactamente. Callando demuestras que eres más culta que ella.

A.:

—Yo le digo, pues mira, mi hijo va como todos en el colegio, uno más y tal... que a lo mejor puede que vaya mejor y a lo mejor tampoco es bueno, porque el chiquito espera que su madre pues también le... Pero de alguna manera no hay que entrar en ese juego de las madres de decir mi hijo es el mejor y tal y cual… Ni muchísimo menos.

José Tarrazó:

—Existe una gran contradicción en estas cosas y sencillamente es porque, involuntariamente, muchas veces hablamos involuntariamente antes de haber pensado lo que tendríamos que decir, y creamos una fricción, o creamos una serie de envidias de cosas que son las partes negativas de la conversación entre las personas. Es decir, podríamos analizar estos aspectos con más profundidad, desarrollando una conversación con toda naturalidad y no poniendo una careta, que la ponemos en muchas ocasiones, manifestando a nuestro interlocutor algo que a lo mejor interiormente deja mucho que desear. Es decir, que la naturalidad está dentro del proceso de profundidad y de concienciación de las personas a las cuales estamos hablando y estamos desarrollando... Es decir, que si nosotros tuviéramos unos conceptos un poco más profundos, y ese creo que es el avance de la humanidad, de la futura humanidad, que tendremos que interiorizarnos más, tendremos que ver las cosas a una dimensión hacia el horizonte, mucho más profunda y, poco a poco, ir sacando todas estas temáticas, pero con una visión de honestidad, con una visión sin hacer partido de nadie porque cuando se habla o cuando se expresa una cosa y se considera una persona que está en posesión de la verdad, crea un fantasma de egoísmo manifestado.

»Es decir, que hay muchas estructuras de carácter psicológico que son las que están haciendo un daño inmenso en la sociedad, y esto lo tendríamos que ver desde otros planos superiores, por así decirlo esotéricamente, como existen alrededor del planeta uno de los grandes egregores, que son estas necedades, estas series de cosas. Porque cuando se habla, al igual que cuando se escucha, no se presta la debida atención, porque la atención es la madre del cordero para ver las cosas imparcialmente.

»Creo que ahí está el reto de la humanidad, el que sepamos desarrollarnos con más naturalidad. Siempre me ha gustado hacer unas determinadas comparaciones con los reinos de la naturaleza. Estos no hablan, estos vibran, y al vibrar ellos sintonizan esas vibraciones profundas de esos reinos. Habíamos dicho que el átomo tenía una conciencia y, si todas las cosas que existen en la creación son un conjunto de átomos y este átomo tiene una conciencia, si además el ser humano es un conjunto profundo, galáctico, tendríamos que ver la importancia que tiene el tema que estamos desarrollando, con la naturalidad y con el desenfado con que lo hacemos.

Presentador:

—Y en el ámbito social, por ejemplo, esta guerra de la que has hablado, de que existe esa competitividad incluso entre las madres. Aquí vendría bien aquello, aunque sea una simpleza, de que lo que es bueno para uno no tiene por qué ser bueno para todos. Y que quizá cuando, como resumiendo lo que decía Pepe, nosotros nos conozcamos mejor, cuando busquemos nuestro Yo, es decir, lo que nosotros tenemos que desarrollar, ¿no? —no lo que tiene que desarrollar el vecino, ni el de arriba, ni el de al lado, sino lo que uno mismo tiene que hacer—, quizá entonces se podrá comentar: «Mi hijo ha sacado un 10 en Matemáticas», y tranquilamente la otra persona, lo digo de forma simple, pudiera decir: «Muy bien, mi hijo ha hecho un dibujo en casa maravilloso». Lo digo como una expresión para significar estos aspectos. Y cuando nosotros estemos contentos, pienso yo, con nosotros mismos, difícilmente nos importará o nos podrá afectar el hecho de que el vecino se haya superado. Pienso lo contrario, nos alegrará o entonces diremos: «Ya era hora», porque el vecino también empieza a estar contento consigo mismo.

José Tarrazó:

—Porque habrá desaparecido una de las principales barreras que tenemos los seres humanos, que es el egoísmo y el orgullo, que muchas veces es el que ensucia… Esa limpieza de esa persona que, es decir, se desarrolla en la educación o se desarrolla en la cultura. Es decir, que no estaremos tan condicionados por lo que me diga el vecino o la vecina, no chusmearemos tanto, porque no debiéramos tener tiempo para chusmear, para adentrarnos en cosas intrascendentes. Tenemos que pensar que podemos hablar, que podemos dialogar, que podemos tener una gran amistad, unas correctas relaciones humanas, pero no entrando dentro de este parámetro del chusmeo que es una pérdida de tiempo enorme. Es decir, ¡¡con tantas cosas que yo podría hacer!! Y no las hago porque el noventa por ciento del tiempo lo empleo para cosas puramente banales.

A.:

—De todas formas, eso es parte de la educación de toda la gente, ¿no? De todo el país. Cuando un país tiene muchísimos campos para desarrollarse, es importante que la educación esté al alcance desde pequeños. Porque yo creo que un país cuanto más dinero se gaste en educación, y los niños más puedan acogerse a cualquier cosa, mejor. Cada cual que decida, de acuerdo con su forma de ser. Que se desarrollen, ¿no?, que se puedan desarrollar. Pero para eso tiene que haber muchísimo campo, tiene que haber muchísimas cosas donde el niño pueda elegir. Pero eso sería un gran paso, porque yo creo que, vamos, que lo importante de una nación, lo principal, creo que es la educación. Es el educar, el prestarle al niño futuro...

L. O.:

—La materia prima...

A.:

—La materia prima para el año 2000, por lo que decíamos, que sea él el que tenga absolutamente de todo para que se eduque, para que elija su sitio en la sociedad. Para eso se necesitan muchos recursos económicos. Bueno, que yo sí que sé de dónde los sacaría, ¿no? Bueno, el Gobierno a lo mejor no lo sabe, pero yo sí.

José Tarrazó:

—Yo también lo sé. Yo no estoy tanto por los recursos económicos, sino por una planificación concienzuda de la enseñanza. Es decir que, con los mismos recursos económicos, cuando haya un profesorado, cuando haya unos padres y cuando haya unos hijos concienciados, con ese mismo presupuesto se podrán hacer cosas maravillosas.

Presentador:

—Con los recursos del corazón y de la mente.

José Tarrazó:

—Exactamente. Deberíamos tener unos presupuestos exorbitantes y consideraríamos que esto sería lo ideal. Pero con los mismos recursos, cuando se emplean bien, hay una ley de aprovechamiento de las cosas. En muchas ocasiones se piensa más en cobrar la nómina que en dar de sí lo que una persona puede dar. Y entonces existe esa contradicción.

»Podríamos encerrar a los niños en un palacio de cristal, con todas las comodidades, con todas las cosas. Y si no tuviéramos unos recursos humanos, no económicos, de profundización... Y esto… yo he conocido escuelas, yo he conocido a Rabindranath Tagore, el cual, en Calcuta, tenía lo que se llamaba la Escuela de la Paz. Era un gran filósofo, era un gran filántropo, era un músico, era un artista, era un conjunto de hombre. Y cuando él creó la Escuela de la Paz en Calcuta, donde los profesores y los alumnos eran adultos, tenían una mínima comprensión, sacaban el cien por cien.

»Hay que tener en cuenta que la mente es una cosa y el corazón es otra. Hay que diferenciar entre la intelectualidad y la profundización interna y la cultura de las cosas, que nos llegan a los seres humanos a través de otros parámetros o de otros canales totalmente diferentes.

»A un niño no se le puede educar de la manera que se le está educando porque desconocemos su interior. En las distintas dimensiones que hemos aquí realizado, hemos estado hablando muy profundamente de lo que es la interiorización de los seres humanos, como ego, como alma, como espíritu, llámese como se llame. Si no llegamos a estos conceptos los otros conceptos serán como cuando se pinta una fachada por fuera y la casa, por dentro, está a punto de derrumbarse. Esos son unos conceptos profundos, esotéricos y racionales.

A.:

—Yo creo que hoy en día tenemos educadores muy buenos que ya no, al margen de... bueno educadores que sí, que dan muchísimo de sí. Ha cambiado, hay mucho... por supuesto que tiene que cambiar más, ¿no? Pero hay educadores muy buenos.

José Tarrazó:

—Yo no desprestigio a nadie.

A.:

—No, no...

L. O.:

—Bueno, yo lo que pienso es que hay dos tipos de educación, la educación que se adquiere precisamente en la universidad o en el colegio y la educación en torno a un ser humano. Yo quisiera acabar con una fábula, creo que se pueden sacar conclusiones positivas de ella. Y es la fábula de «El sabio y el barquero», casi que la recuerdan todos, pero yo la voy a recordar por si acaso no. Pues se trataba, antiguamente, de un sabio que fue a dar un paseo en barca por la mar. Y el niño, que era quien remaba, pues nunca había tenido la oportunidad de haber asistido a un colegio. Y el barquero —perdón, el filósofo, el sabio— le decía:

—Oye, niño, ¿tú sabes filosofía?

—No, señor, mire usted, mi padre siempre me enseñó a remar y nada más —Huy, has perdido media vida. —Y continuaba remando—. ¿Y geografía?

—Pues mire, lo poco que conozco es del litoral donde nos movemos.

—Pues has perdido media vida. Y, ¿matemáticas sabes? —Pues mire Vd., tampoco sé mucho, la verdad.

—Pues has perdido media vida, hijo mío.

Lo tenía tan embobado que, al final, chocó con un islote y se hundieron, se hundió la barca. Y el niño le preguntó al sabio:

—Señor sabio, ¿usted sabe nadar?

—No …le dijo el sabio.

—Pues, lo siento, pero ha perdido la vida entera.

La educación, y ante todo la cultura, no solamente es saber hacer muchas matemáticas o jugar con el ordenador, es algo mucho más amplio.

Presentador:

—Muy bien, pues aquí termina esta «Proyección 2000». Les esperamos, como siempre, les invitamos el próximo martes. Continuaremos hablando de más temas relacionados con el esoterismo y con el futuro. Gracias por su atención.

José Tarrazó:

—Muchas gracias.

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