Desde el respeto

«El respeto mutuo implica la discreción y la reserva hasta en la ternura, y el cuidado de salvaguardar la mayor parte posible de libertad de aquellos de quien se convive». (Amiel)

Cuando estamos asistiendo a grandes despropósitos y expresiones habladas, escritas que nos tienen acostumbrados casi todos los medios de comunicación creando hábitos sensacionalistas e hirientes que solo pretenden herir al otro, esto es una mala praxis para la convivencia y el respeto. ¿Por qué nos crispamos cuando otro no piensa igual? ¿Por qué queremos arrebatar la idea de una persona o colectivo que no sea como yo? ¡Acaso es que somos excluyentes, fanáticos y faltos de una visión global en la que la pluralidad es riqueza incluyente de progreso!

Sería nefasto que solo existiera el pensamiento único y de ello tenemos experiencias históricas de quienes han querido imponer e imponen sus teorías totalitarias e intransigentes, estas corrientes están abocadas al fracaso, creando separatividad. ¡Acaso no sería mejor compartir desde el entendimiento, el diálogo y las buenas relaciones formas más morales y éticas de convivencia racional entre los individuos, pueblos y naciones! 

«La clase gobernante debe contribuir a cultivar las virtudes del individuo ejemplar. El buen camino de las conciencias, tanto públicas como privadas, se recorre con la educación y la influencia de ideales culturales». (Confucio) Los vasallos morales son propios de regímenes feudales: veamos lo que dice el Diccionario de la Real Academia, aquel que está “sujeto a la autoridad de su superior; con la obligación de obedecerle”. «Ciertamente, el vasallaje o la condición de súbdito son bien conocidos como instituciones políticas, propias del mundo feudal y del despotismo ilustrado, sin embargo, no solemos pensar en estas figuras expansivas de determinadas actitudes morales, asombrosamente extendidas en nuestro momento». (La ética de la sociedad civil. Adela Cortina)

La democracia debiera consolidarse desde el respeto y enriquecerla con la conducta de todos los individuos que representan a los votantes, tanto desde los municipios al parlamento, y que los individuos que llevan los destinos de los pueblos y la nación fuesen honestos. «Los deberes del legislador pueden reducirse únicamente a no querer ni buscar más que lo justo, honesto y útil; y después de controlarlo, hacer de ello un precepto general y uniforme, que será lo que merezca el nombre sublime de ley». (Demóstenes) Muchas veces las leyes son como telarañas: los insectos pequeños quedan prendidos en ellas; los grandes la rompen. Si la ley es física y trata de aplicarla en una máquina, tropezará con la materia bruta; y si es una ley social, tropezará con la brutalidad de los individuos, resquebrajando el respeto y la irracionalidad de un buen funcionamiento de la sociedad en general…

Lo más importante para un buen gobierno es reflexionar antes de adoptar alguna determinación y no abandonar jamás el ejercicio del bien colectivo, jamás gobernar por el interés propio. El manejo de los asuntos de un pueblo o Nación debieran de ser con la participación en el gobierno de las personas cultivadas, cuyos intelectos y emociones se han desarrollado y han madurado gracias a una cultura axial. La sociedad actual necesita partidos éticos en una democracia que administre con equidad y justicia, es decir hacer algo práctico de los problemas cotidianos que nos aquejan a tantos ciudadanos y que eso sólo lo pueden hacer las personas con un sentido común de la responsabilidad y coherencia, del sentido práctico de los problemas que van aflorando en el cotidiano vivir, ser y estar…

¿Por qué existen tantos ciudadanos que no creen en los políticos y pasan de ellos? Se ha perdido la confianza de estos políticos, pero ¿qué hacer para que esta confianza se recobre? En verdad es que los políticos deben cumplir con su cometido con la comunidad, con honradez y transparencia como todos los demás ciudadanos y todos tenemos derechos y obligaciones, sin que la vida de los que nos administran tenga la ley del embudo. «Un gobernante será digno del cargo al que aspira cuando aprenda a escuchar atentamente para no tener dudas, mida sus palabras y no exprese nada superfluo». (Cicerón). 

19.11.06. J.T.D.   

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