Cultura para la muerte
“¡No temamos a la muerte! Esta es la inseparable compañera desde que nacemos”. Dice en uno de sus libros la doctora Elisabeth Kübler-Ross: “En el momento de la muerte hay tres etapas. Con el lenguaje que utilizo en el caso de los niños moribundos de muy corta edad (por ejemplo, el que empleo en la carta Dougy), digo que la muerte física del ser humano es idéntica al abandono del capullo de seda por la mariposa”...
Parece que cuando hablamos de este tema, se nos ponen los pelos como escarpias, y más cuando tenemos una pérdida en nuestra familia o amigos. ¿Acaso estamos preparados internamente para esta situación tan natural como necesaria?
Depende de la cultura donde nos desarrollemos, la muerte se vive de una u otra manera. ¡El ser que se va, está preparado para emprender este viaje como una cosa natural, o por el contrario se aferra a las cosas que están a su alrededor, y por ende le cuesta más elevarse a su destino como Alma! “La muerte en modo alguno es un mal; no obstante, opinamos todo lo contrario, y esto sí que es un verdadero mal”. (Epicteto)
Si pensásemos que el morir no es otra cosa que cambiar de residencia, pues la vida no termina sino se transforma, y todos estamos sujetos a esta situación tan natural como es el nacimiento. Para el cuerpo, lo mismo que para el Alma, morir es vivir. No hay en este mundo más que vida, aunque sus formas de manifestación sean distintas. La muerte, siendo un hecho universal, ¡de ella puede decirse que es el momento en que espiritualmente se condensa la vida de tantos hechos acaecidos en cada individuo!...
Para el cuerpo, lo mismo que para el Alma, morir es vivir. La ignorancia de los tiempos bárbaros hizo de la muerte un espectro. Y la muerte es una flor en el jardín de la vida de todas las cosas; es una transformación de energías necesaria.
Si fuésemos capaces de desmitificar este hecho, y razonásemos con coherencia esta situación de la muerte y no estuviésemos traumatizados, más bien aceptaríamos tal situación como es, con la misma naturalidad como el nacimiento, dos hechos que llevamos ingénitos desde la noche de los tiempos.
Las distintas contradicciones de la naturaleza humana nos han llevado al culto de los muertos, esto se da en todas las razas y civilizaciones. ¿Pero considero que en muchas ocasiones hacemos más por los muertos que por los vivos? Craso error de conceptos que en muchas ocasiones rayan en verdaderos esperpentos.
Quiero resaltar dos aspectos de la muerte: uno cuando la muerte es natural, el otro cuando la muerte es por crímenes, bien sea por las guerras o conflictos de distintas índoles, o asesinatos que a veces caen en la más demencial impunidad por causas o intereses que escapan a nuestras pequeñas mentes. La humanidad está llena de intereses malévolos que no dejan destapar ciertos crímenes tan horrendos como desgraciados.
Sería importante plantearnos esa cultura de preparación para la muerte; así como para el nacimiento, creo sinceramente que nuestras actitudes ante la vida serían diferentes, y la convivencia en la sociedad sería respetuosa y exenta de violencia, pues al fin y a la postre todos tenemos un mismo destino, pero depende del bagaje de nuestras acciones que veamos las cosas de una u otra manera.
La aceptación del sabio en sus últimos momentos es fruto de la reflexión y de la calma que produce una buena conciencia...
“Algún día sabremos que la muerte no puede nunca probarnos nada de lo que nuestra Alma ha ganado, porque sus ganancias forman parte de ella misma”. (Tagore)
7.4.14. J.T.D.
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