Crisis de valores
¿Le basta al hombre saber que existe? ¿Le basta tener forma humana? Pues, por encima de su forma anatómica, debiéramos cultivar el humanismo, siendo valedores de los principios que anidan en lo más profundo de cada ser, a esto le llamo yo tener un destello anímico de luz en el conjunto de la creación planetaria y cósmica.
“Las crisis de valores son como una pandemia, una enfermedad epidérmica que se extiende en muchos países y que ataca a casi todos los individuos. Los seres valerosos deben siempre ser corteses, manteniendo los valores de una ética respetuosa y cordial”. (Quilón)
El ser humano debiera ser una entidad genuinamente consciente. Analizando esto, sería vernos como individuo-materia, como partículas ingénitas de un todo y, la continua regeneración de los individuos debiera basarse en el humanismo que, en parte, se ha desmembrado en nuestro tiempo, de ahí que la crisis de valores esté impetrada en nuestra sociedad.
Los grandes humanistas de un pasado no tan lejano como fueron Luís Vives, Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam y algunos otros más contemporáneos, marcaron las pautas adecuadas para un modo de vivir y ser. Ellos sufrieron en sus carnes el latigazo de los crueles intransigentes de su época.
Y ahora, ¿cuál es la situación en la que estamos viviendo? ¿No será acaso que la falta de cultura y respeto nos devora, por intransigentes individuos faltos de sensibilidad? La intrínseca problemática actual es un fenómeno de gran parte de la sociedad, en la que todo vale: la extorsión, el pillaje, los crímenes con que nos desayunamos cada día; las drogas, las guerras manifiestas y las encubiertas, la compraventa de esclavos y los poderes callados de algunos gobernantes y dictadores ávidos de acumular riquezas a costa de los más débiles…
La jungla es un paraíso comparado con la jauría creada por ciertos individuos malandrines. ¡Dónde se han quedado los valores de los individuos!
Una sociedad que no se revisa sus actos es una sociedad abocada al fracaso. Así pues, todo delito no castigado engendra una cadena de delitos, por lo tanto, los seres humanos despliegan una gran ingeniosidad cuando tratan de atenuar sus propios delitos, por está razón, ciertas leyes debieran ser revisadas con mucha frecuencia, de no ser así, ¿qué sucede con los reincidentes de los abusos sexuales a los menores, de los crímenes machistas?
Nos urge una gran revisión del comportamiento de los individuos, debiendo renovarse con valores morales-éticos, que cambien el rumbo hacia una sociedad diferente y esta pueda ser más feliz, más culta, menos agresiva, respetuosa y alegre.
Cuando escribo este artículo de opinión, no estoy haciendo divagaciones, más bien una radiografía, en la que se ve un gran tumor y el medico nos advierte la posible curación o la muerte del paciente, que podemos ser no importa qué individuo. Cambiemos el paso o seremos derrotados por el sistema actual, lleno de lagunas e imprecisiones conductuales y desgarradoras, que sólo nos llevan al sufrimiento psicológico y físico, asfixiándonos lentamente.
El filosofo Séneca, escribe sobre la cólera y la felicidad: “Esta es la cuestión, o somos felices o estamos llenos de cólera, desperdiciando la belleza de la vida, aniquilando los valores que llevamos ingénitos y que debieran de ser el hálito de nuestra existencia como individuos”.
“Por esta razón debiéramos de ser firmes: aquel cuyo corazón permanece firme ante las angustias, concluye por hacerse honrar de sus amigos y también de sus enemigos” (Publio)
No hace falta denostar a nadie para expresar aquellas opiniones que nos pueden enriquecer, reflexionar y mejorar nuestra condición de individuos, acrecentado nuestro humanismo y comparando entre lo que queremos y lo que somos, entre, como dice Séneca, la cólera y la felicidad. Estoy convencido de que con poco somos felices…
31. 3. 008. J.T.D.
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