La península de Rutilandia
Se cuenta que en el presente se hallan territorios llenos de individuos rutinarios con pensamientos extravagantes, esperpénticos y vacíos de ideas equitativas y sencillas, faltos de amor y sobrados de soberbia. Los problemas cada día más agobiantes son como una enfermedad psico-dominante de las masas, que va dejando una profunda huella en los corazones lacerantes. ¿Habrá algún medicamento capaz de curar a los seres de la Península de Rutilandia?
Vista la situación global de los seres humanos y su comportamiento, pensaron los viejos (o ancianos), que algo se debiera de hacer para curar tales desafueros y conductas de los individuos. Decidieron reunirse y estudiar las complejas situaciones y eventos que perturbaban al conjunto de la sociedad. Vinieron de aquí y de las más lejanas tierras; no eran sabios, ni filósofos, ni políticos, tampoco eran catedráticos, simplemente eran gentes humildes, pero con sentido común…
Una vez reunidos, toma la palabra un representante de la Ínsula Dorada, más viejo que las cortinas de telaraña, lleno de arrugas, como las tierras resquebrajadas y sedientas y dice:
—Los nuevos aires insisten en preparar a las futuras generaciones con una educación axial y no como ahora que estudian mucho, pero saben poco.
Otro personaje de las montañas, de oficio pastor de ovejas, le preocupaba que la educación no tuviese como meta en su conjunto formar buenos ciudadanos. Hete aquí que los responsables de la enseñanza no consideran esto una ocupación rentable para la sociedad: craso error, pues los buenos ciudadanos que conviven con justicia y paz son individuos que están repletos de valores y respetos, son seres ricos y hacen que los pueblos y las naciones sean prósperos…
Muchas naciones, que absortas, pierden o arrebatan el ánimo de algunas cosas extraordinarias, como es el caso de la ética y de las buenas maneras, de una educación convivencial, en detrimento de la bazofia especulativa de retos de rentabilidad para unos pocos, dejando en la miseria a muchos otros.
Las ínsulas, penínsulas, continentes y meandros y otros lugares habitados necesitan que los individuos estemos llenos de felicidad, y no de agobiantes problemas, fruto del sistema imperante y enloquecido por no se que desafuero mental y repleto de emocionalidades incontroladas.
El señor Cervantes, cuando le ofreció a su escudero Sancho la Ínsula de Barataria, apuntaba con su lanza acertada a quienes dan muchas cosas o las prometen, y que en verdad son humo de paja de arroz, sin consistencia ninguna.
Se podrá o no estar de acuerdo con este artículo de opinión, pero para mí es fundamental el problema de la educación, que en el fondo es un problema global que nos afecta a todos los seres humanos. Un buen ejemplo de ello es el léxico que se emplea, son las actitudes de los individuos, que poco recatados van a lo fácil, al lenguaje soez y en tantas ocasiones desvirtúan las gramáticas de cada país.
La educación y la cultura son riquezas del siempre ahora, los istmos separan, constriñen, empequeñecen los puntos de mira de los pueblos, que sumidos caen en lo ridículo perpetuando en los ancestros más oscuros. La expansión lingüística no tiene horizontes, debiendo ser esta un lago de entendimiento entre todos los seres humanos, en vez de ser un guirigay de ofensas e improperios fruto de la Península de Rutilandia. Este artículo lo dedico a la educación y sus valores en nuestros días, pues son un pilar fundamental de una sociedad moderna, avanzada en tecnología, en descubrimientos cósmicos… debiéramos ir a la par con el entendimiento humanístico de convivencia y respeto hacia una sociedad más equitativa y justa.
“La educación es el arte de modificar, de cultivar y de instruir a los hijos de modo que lleguen a ser seres útiles y agradables a su familia, y capaces de hacerse felices a sí mismos y a la sociedad”. (Hevecio)
Así pues, la fraternidad no puede crearse: se crea ella misma. Es una cosa innata, es algo natural, pero tiene que reconducirse por medio de la educación, el esfuerzo y las buenas maneras.
30.5.008. J.T.D.
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