La Constitución del Hombre (I)

Presentador:

—Buenas tardes. Bienvenidos una semana más a las conversaciones filosóficas con José Tarrazó y L. O. Aquí, concretamente, para hablar un tema que nos trae J. T. que es la constitución del hombre.

José Tarrazó:

—Buenas tardes.

L. O.:

—Buenas tardes.

José Tarrazó:

—En otras emisiones hablábamos de los centros de energía y explicábamos una parte de la influencia que tenían todos estos centros. Pero, para que todos ustedes comprendan con más claridad esta situación, tendríamos que hablar de la constitución del hombre y de los cuerpos superpuestos dentro del mismo hombre.

»Voy a hacer una comparación muy sencilla que la van a comprender perfectamente. Ustedes saben que hemos hablado del cuerpo mental, del cuerpo emocional y del cuerpo físico. ¿Cómo podríamos imaginarnos todos estos cuerpos dentro de nuestro cuerpo físico? Pues lo vamos a ver rápidamente: van a imaginarse, ustedes, que tienen un cajón vacío o un cubo, y este cubo vamos a ir llenándolo de distintas cosas. La primera sería pues ponerle unas piedras, después pondríamos una grava, después pondríamos arena, después pondríamos agua, y así sucesivamente iríamos llenando este recipiente de distintos elementos diferentes, pero que estarían todos dentro de este cubo o de este cajón.

Presentador:

—Hasta conseguir un bloque.

José Tarrazó:

—Hasta conseguir un bloque. Entonces, los cuerpos interpuestos en la persona humana están de la misma manera, aunque nosotros, muchas personas, solamente tenemos alcance al cuerpo físico; el mental, el emocional, el intuicional y el etérico, pues, no llegamos a conocerlos porque, como son cuerpos invisibles, resulta que no creemos muchas veces en estos cuerpos. Pero que están ahí, y especificaremos puntualmente todos ellos. El poder que tienen, la función que tienen, y así sucesivamente. Hablaremos de los planos del sistema solar, que son idénticos a los cuerpos humanos, en una escala de los mundos superiores. E igualmente la explicación o el diagrama de las jerarquías planetarias que están también en el mismo nivel.

»Creo que es importante que, después de haber conocido todas estas cosas, tengamos un conocimiento mayor y nos acerquemos a nosotros mismos cada día más, conociendo todos estos cuerpos y todas estas facultades que tenemos.

Presentador:

—¿Esto puede significar que una persona, el físico de una persona, tiene siempre una razón de ser de esa manera? ¿No podría ser de otra?

José Tarrazó:

—Exactamente, no podría ser de otra. Vamos a explicar esto y vamos a explicar, desde los más sutiles a los más densos. Lo tenemos así en el diagrama.

»Y el primero es la Mónada, Espíritu Puro, el Padre en el cielo. Este es un significado alegórico, es decir, que todas las religiones han hablado de estas cosas, les han dado una expresión lingüística diferente según las religiones, pero vienen a decir lo mismo. Y en este primer aspecto vemos la primera fuente, el primer Rayo, la Voluntad o Poder, que significa Padre, es decir, un aspecto superior.

»El segundo aspecto, y energía del segundo Rayo, es Amor, Sabiduría, que significa Hijo.

»Y después, el tercero, es la Inteligencia Activa o Espíritu Santo, que pertenece al tercer Rayo de energía.

»Fíjense la importancia que tendría cuando una persona conociera perfectamente todas estas particularidades y peculiaridades del cuerpo, la influencia y el poder magnético que tendría sobre todas las cosas que nos rodean.

»Después vamos a pasar al segundo aspecto, el Ego o Yo Superior, o individualidad.

Fíjense cómo vamos interrelacionando unos cuerpos con otros. Y tenemos, en el primero, la Voluntad Espiritual, que equivale en castellano al Espíritu Universal.

»El segundo aspecto: intuición, que equivale en sánscrito a buddhi, el Alma Espiritual del hombre o del universo.

»Hemos hablado aquí muchas veces de la intuición. La parte intuitiva está muy poco desarrollada. Es decir, cuando un ser humano llega a tener esa intuición desarrollada, está conectado al alma o espíritu universal, por eso las personas que tienen esta facultad intuicional perciben cantidad de energías que son extraordinarias y que dan a entender que este hombre tiene unas facultades no solamente físicas, sino psíquicas, de un potencial ya de la parte superior.

Presentador:

—Lo que es curioso, y es una duda que J. T. nos podría aclarar relativa a la intuición, es que normalmente se le ha atribuido mayor intuición a la mujer que al hombre, y de ahí esa frase que dice «la intuición femenina», o «el sexto sentido» que se ha llamado.

José Tarrazó:

—Las peculiaridades de la mujer, en muchos aspectos, son muy importantes. El gran problema que hemos tenido en esta sociedad que estamos viviendo, y en sociedades anteriores, es que el hombre ha dominado con poder, es decir, ha sido un machista y ha despreciado de una manera muy arrogante estas facultades intuitivas, u otras facultades, que tiene la mujer. La mujer es madre y matriz de muchas cosas.

L. O.:

—José Tarrazó, yo quisiera recordarle un refrán, y no sé si tendrá algo que ver con todo esto, que dice algo así como a quien se mienta, por la puerta entra. ¿Hay alguna relación? ¿Es intuición? ¿Hay una especie de comunicación? O sea, está claro que no ves a una persona, incluso creo que a algunos de nosotros nos habrá sucedido más de una vez que no sé por qué motivo vas pensando en una persona y de momento te la encuentras, pero sucede con mucha frecuencia, y no es cuestión de casualidad.

José Tarrazó:

—Para mí, personalmente, y sin despreciar a nadie, la casualidad no existe. Existe una comunicación, bien sea de carácter telepático o bien sea de carácter astral, o bien sea de carácter intuicional. Existe. Entonces, eso que tú estás diciendo es una realidad, es algo que nos ocurre a la inmensa mayoría. Todo aquello que se relaciona con el mundo astral o los sueños, es un noventa por ciento más deformado que la parte intuicional, porque la intuicional, como habíamos dicho, es la parte que está en el alma o espíritu universal, y entonces no pasa por esos cuerpos más densos.

L. O.:

—Entonces, tal vez lo que habría que explicar un poco es que la casualidad, o lo que se dice casualidad, es aquello que está establecido como lo que no puede explicar la ciencia. Se le da al azar.

José Tarrazó:

—Exactamente. El azar, igual que ciertas revelaciones, pertenece al mundo de la astralidad. Entonces, los científicos ya empiezan a conocer otros campos, como son el de la intuición y como son los contactos, podríamos decir, de carácter superior, y empiezan a darse cuenta estas personas de que hay algo más. Y muchas veces la ciencia no reconoce las cosas porque no les interesa. Pero esos mismos científicos, y conozco algunos incluso premios nobeles, que han estado estudiando ciertas cosas de estas de las que nosotros estamos aquí hablando todas las semanas. Y se han dado cuenta de que no era pura casualidad, es decir, había algo más. Lo único que pasa es que hasta que la persona no tiene una determinada evolución no se da cuenta de estas realidades, que las tiene internamente y que las percibe a través de determinadas energías.

Presentador:

—Pero muchas personas que nos están escuchando se preguntarán, ¿eso puede ser cierto en algunos aspectos? Pero, por ejemplo, en el azar, en el azar puro, que es los juegos, los juegos con números, o los sorteos, ahí es todo casualidad, ¿o no es así?

José Tarrazó:

—Se desconocen los mecanismos invisibles por los cuales se están manejando una serie de números o cifras, o bolas, o cartas. Pero, por ejemplo, en la cartomancia (podemos decir que muchas personas buscan a los cartomantes o buscan a otras personas adivinas) casi siempre les dicen lo que ellos quieren que les digan. Porque cuanto menos evolucionados están los seres humanos, más probabilidad tienen de no acertar; cuanto más evolucionados, es cuando están percibiendo de otros canales que son, podríamos decir, la parte intuicional, la parte de voluntad superior, perciben las cosas de otra manera, no juegan a eso. ¿Por qué?, porque el cartomante o el adivino está relacionado dentro del mismo mundo de las personas a las cuales les interesa que les digan tal o cual cosa. Y entonces, ahí está el secreto de estos asuntos. Esta es una opinión muy personal mía, y se puede comprobar. Las personas, todas, tenemos completa libertad para ver, creer, escuchar o negar, es decir, que no entramos en unas afirmaciones dogmáticas.

Presentador:

—Bien, la casualidad en este caso nos ha obligado a tratar este tema, y ahora volvamos a retomar la constitución del hombre.

José Tarrazó:

—Bueno. En el tercer aspecto está la Mente Superior o el Maná Superior, que es otro aspecto en el cual el ser humano hace contacto con el Ego. La palabra Ego o la palabra alma son dos cosas similares, es decir, según la filosofía o según la religión de la cual se haya hablado, es lo mismo. Es decir, que no tratamos en ningún momento de desquiciar, ni decir cosas peyorativas contra ninguna cosa. Es decir, alma, pues el alma está comprendida, está dentro de la mente superior. Y veremos luego qué es la Mente Superior y cómo se perciben las cosas a través de ella. Es decir, no estamos hablando del cerebro, estamos hablando de unas fuerzas o energías a nivel superior, o sea, ya en conexión con lo que podríamos llamar la jerarquía planetaria o la jerarquía del sistema solar.

»Es decir que, el hombre, como hemos dicho en algunas ocasiones, vemos que es un átomo dentro de una galaxia, un átomo dentro de esta conglomeración de seres humanos. Es decir, formamos parte de toda una estructuración a nivel galáctico, y entonces es cuando nos damos cuenta de cómo la Mente Superior está coaligada en estos puntos divinos del logos planetario, del logos solar, etc. Y eso creo que es fundamental.

»¿Por qué hablamos de la constitución del hombre? Pues porque así vamos adquiriendo, dentro de este lenguaje, unos pequeños conocimientos que nos pueden llevar a que, dentro de nosotros, podamos descubrir una serie de cualidades y facultades que tenemos, que están ahí, pero que no las hemos descubierto. Si la pantalla de la televisión pudiera manifestar todas estas cosas, seguro que todos los seres del planeta conoceríamos estas cosas, pero no se ha llegado ahí.

Presentador:

—Pero también es cierto decir, y hay que matizar, que no las hemos descubierto porque no nos las han enseñado. Al igual que nos han enseñado a comer con cuchillo y tenedor y a lavarnos las manos antes de comer, toda esa serie de detalles, de educación, pues este aspecto no nos lo han enseñado.

L. O.:

—Yo iría incluso un poco más lejos, me da la impresión de que, en un mundo donde todo está tan mecanizado, a mí me da la impresión de que esta faceta, o incluso este poder, lo vamos a ir perdiendo cada vez más.

Presentador:

—No, no tiene que ver nada.

José Tarrazó:

—No. Yo, con toda honestidad, diría que hay bastante gente muy inteligente, muy cualificada en todo el planeta, que tienen unos plenos conocimientos de esto.

»A partir del año 1945, finalizada la última guerra mundial, la jerarquía planetaria y solar empezó a crear un clima adecuado en el planeta, que se llamó la exteriorización de la jerarquía, la exteriorización de todo esto que estamos aquí, día a día, conversando. Es decir, desde entonces y hasta ahora, en el planeta hay muchas personas que están interesadas, sean de la religión que sean, sean de la ideología que sean, por estas temáticas, que son, creo, temáticas afortunadas, porque despiertan y unen. Este adagio que dice «Conócete a ti mismo». Conocernos a nosotros mismos es lo que estamos haciendo en cierto modo en estas emisiones.

Presentador:

—Es que hay un problema en toda esta materia y es que no se puede constatar de forma científica o de forma lógica, de forma racional, tal y como entendemos nosotros lo racional. Es decir, en efecto, en un programa de televisión o en una grabación se puede poner, pero aquí siempre puede haber una doble interpretación, siempre desde donde está enfocado, desde la jerarquía social actual.

José Tarrazó:

—Me gusta esta reflexión, porque es muy importante el que la hayas hecho. Considero que cuando las personas solamente creemos en ciertas cosas a ciegas, estamos dentro de un callejón sin salida. Para llegar a estos conocimientos, para conectar con estas energías, con todas estas cosas que hemos ido explicando día a día, se necesita que las personas tengamos no solo unos conocimientos, sino unas vivencias, unas experiencias, y entonces, sin que nadie nos diga que el color blanco es blanco, sino que nosotros penetremos y veamos que ese color es tal color, o que nosotros, a través de las experiencias de nuestras vidas, diariamente nos demos cuenta a través de esa serena expectación de las cosas…

»Es decir, ¿por qué no tenemos esa serena expectación de las cosas? ¿Por qué no creamos una síntesis de las cosas? ¿Por qué a veces no reflexionamos? Todos los seres humanos tenemos las mismas facultades, hace falta que nos detengamos un momento para ver las cosas que ocurren a nuestro alrededor. Creo que esto es una reflexión que yo me he hecho muchas veces, y que muchas personas se han hecho muchas veces: ¿qué es lo que tengo que hacer como persona para llegar a esos conocimientos?

»Es decir, no se trata de aprenderse lecciones teóricas, ni filosóficas, ni dogmáticas, sino que, en el transcurso de nuestra vida, de ese quehacer de cada día, todo lo que está a nuestro alrededor merece una profunda atención, y en esa atención es donde no intervienen los cuerpos inferiores. Ahí intervienen los cuerpos superiores, la mente superior, y es cuando nosotros estamos despertando a unas realidades que no nos las ha enseñado nadie, ninguna escuela, ningún maestro.

Presentador:

—Quizás ahí sí que tenía razón L. O., en lo que ha planteado antes, de que lo que sí es cierto es que la sociedad actual, trasladada al ciudadano medio, le impide a lo mejor esa recapacitación espiritual y le obliga más a una recapacitación económica o social…

L. O.:

—Les voy a contar una anécdota que viví hará un par de años, en Madrid. Y bueno, pues ya sabéis la auténtica odisea que supone el subir y bajar a un metro y el caminar de una forma normal por la ciudad. Para el que va de turista, no; para el que va de su trabajo a casa y de su casa a la oficina, pues, desde luego, a mí me da la impresión de que por la mañana le meten el disco, como si fuera el ordenador, y es un auténtico robot. Hasta el punto de que había un señor que se conoce tenía tan poco tiempo para la lectura que en el metro iba leyendo una novela, y era curioso, porque ya sabéis cómo va el metro, va de bote en bote. Y aquel señor yo creo que sabía ya, por tantas veces que había hecho el recorrido, dónde se encontraba la parada, y yo estaba sentado observándolo. Porque tropezaban cincuenta mil individuos con él, otros estaban cogidos a la barra de arriba. Y aquel señor seguía leyendo, ausente, pasando de todo lo que estaba a su alrededor. Y a mí me da la impresión de que es posible que haya auténticos estudiosos del tema que profundicen e intenten llegar al fondo de la cuestión, pero la inmensa mayoría se dan cuerda por la mañana y, bueno, por la noche se le acaba…

José Tarrazó:

—Quiero… ¿puedo contestar?

L. O.:

—Sí, sí, perfectamente. Ha sido, sobre todo, una impresión particular…

José Tarrazó:

—Yo estoy de acuerdo con toda la mecánica que tú has estado hablando de la agitación de las personas, del estrés, y de la vida que estamos llevando, pero esta sociedad que tenemos hoy no es peor, ni inferior, ni tiene mejores ni peores cualidades, que la pasada. Las civilizaciones pasadas han tenido grandes problemas, no han vivido como estamos viviendo nosotros. A estas sociedades se les ha dado menos capacidad en tecnología, menos capacidad de estudio, muchas menos capacidades y han evolucionado… yo diría que a pesar de todo ese ajetreo… No se trata de que la persona se retire a un monasterio o haga vida de anacoreta. Es decir, uno puede tener una gran captación intuitiva, una gran conexión con los planos superiores, yendo por la calle o en el metro. No se trata de los que funcionan por fuera, se trata del funcionamiento personal de cada uno, por dentro.

Presentador:

—Todas las sociedades, o la propia sociedad, tiene virtudes y defectos, es como un vehículo, si uno lo pone a 120 km/h en una curva, se sale, por mucho que quiera arreglarlo. Entonces, aquí sucede lo mismo, quizás la ventaja de la sociedad es que nos agrupa a todos, nos da cobijo y nos proporciona ese trabajo en común o colectivo. Y la desventaja es la misma que la que nos proporciona ser colectivos, mirar el grupo, y quizás hace que se pierda un poco ese sentido espiritual. Y si uno no se da cuenta y no repara, no cae en ello, pues claro, se pierde a la larga y se transforma simplemente en ese objeto social, en esa máquina de relojería que explicabais antes.

L. O.:

—Bueno, yo vuelvo al tema de lo que estaba diciendo José Tarrazó hace un momento, y es que, digamos, ninguna época, o cualquier época pasada, fue mejor a la actual. A lo mejor, pues, nuestros antepasados, llámese el año 1500 o el año 1600, tenían el problema de la lepra o del tifus, por ejemplo. Este problema está solventado, y nos encontramos con un problema del que hemos empezado hablando al principio del programa, que era la depresión, que yo diría que es la enfermedad del siglo XX, por ejemplo.

»Lo que está claro es una cosa, que, así y todo, yo os puedo decir, a mí me sucede, no sé si habrá una predisposición en mí que, cuando viajo a Cuenca, particularmente a un pueblo de La Mancha que es precioso, es muy fácil meditar, porque se puede cortar el silencio con un cuchillo, y así sí que es fácil encontrarse a sí mismo…

Presentador:

—Otro inciso… Son conversaciones filosóficas, y pasa un poco así… Sobre lo que estabas diciendo de que la depresión es la enfermedad del siglo XX, creo que sirve de ejemplo lo que estaba diciendo J. T., para enlazar la filosofía y la depresión.

»Es decir, no es que la depresión sea la enfermedad del siglo XX, es que las enfermedades psicológicas hace un siglo, en el XIX, no existían socialmente, no estaban vistas, no había enfermedades psicológicas, eran enfermedades físicas todas ellas. Entonces, puede suceder un poco con los temas filosóficos, con esa recapacitación que tiene que hacer el individuo para adentrarse más o meterse en un nivel superior o espiritual, que ahora empieza a ser considerado, y quizás en el siglo XXI esté más reputado que antes, lo mismo que ha sucedido en el siglo XIX con la psicología, donde no existía y tú podías tener una depresión y el médico te decía que te dolía la cabeza o que estabas constipado o que tenías tifus. Es lo mismo.

L. O.:

—De todos modos, según estudios realizados desde no hace mucho tiempo, había unas estadísticas que decían que aquellas personas que menos riesgo tenían de ataques al corazón, por ejemplo, eran los funcionarios. Si llevas una vida más tranquila, con más seguridad, ya es más difícil que este tipo de enfermedades te pueda atacar. ¿A quién ataca? A aquellos que llevan una vida sedentaria, esos sí que tienen realmente más problemas, y, de todos modos, yo os diría una cosa, y es precisamente que, para hacer estos estudios, para tratar de llegar en profundidad a esta cuestión, a esta materia, se tiene que hacer precisamente, no desde un monasterio…

Presentador:

—Desde un monasterio es muy tópico, y además yo creo que no es así…

José Tarrazó:

—Voy a contestar a L. O. Tú, en un pueblo en el cual hay un silencio que se puede cortar con cuchillo, no meditas mejor que en el tropel de la gente. Hay un concepto muy equivocado, para mí, de lo que es la meditación.

»La meditación es un estado de alerta y de conciencia, es una expansión de la conciencia. La meditación como contemplación, como relajación, no es tal meditación. Es decir, que las escuelas filosóficas que han intentado dar esa serie de panaceas eran retrógradas, porque un ermitaño tendrá sus problemas y para estar en contacto con el Yo Superior no hace falta estar en un sitio aislado. El problema es social o es un problema de agitación, cuando se vive internamente existe un estado de alerta y meditación. Hablaremos un día sobre la meditación.

»Hace ocho o nueve años di una charla en Valencia en una escuela de yoga, y se rasgaron las vestiduras cuando hablamos de lo que era la meditación actual. ¿Por qué? Porque habiendo conocido a grandes personajes de la jerarquía planetaria y habiendo visto cómo viven, cómo se desenvuelven, cómo son, tiene una inmensa actividad social en todos los campos… Es una lástima que hoy ni podamos llegar a explicar toda esta constitución…

Presentador:

—No son predicadores…

L. O.:

—El próximo programa, sin problemas…

José Tarrazó:

—Quiero contestar acerca de lo que se ha hablado de la situación psicológica, del estrés y demás. Decía Platón que «toda enfermedad tiene su asiento en la mente». Entonces, nosotros dirigimos esas energías, con cantidad de problemas, porque el ser humano está lleno de problemas que no vienen de fuera, sino que los llevamos dentro. Nosotros, de determinadas formas mentales, de determinadas situaciones psicológicas, que a veces no tienen importancia, hemos creado una forma mental que es la que absorbe toda nuestra energía del cuerpo etérico y es ahí donde existe un desequilibrio, siendo proclives a crear depresiones.

»¿Qué es la depresión en realidad? Es una forma mental, y los médicos que tratan esas enfermedades lo hacen solamente calmando el cuerpo físico, pero nunca penetran dentro del problema, no meten el dedo en la llaga de esos enfermos. Yo puedo decir, y tengo experiencia un poquito en esto, que personas que se han dejado todos los medicamentos, y han cambiado de vida, se han relacionado, han hablado… su depresión ha desaparecido automáticamente. Entonces, ¿qué es lo que hay que hacer? Hay que crear un reajuste de todas esas energías, las cuales nosotros trasladamos al cuerpo mental, a la mente, al cerebro, y entonces hay una regularización en todos los demás centros de energía o chakras.

Presentador:

—Es como si desaprovecháramos toda esa energía positiva que nos llega, no supiéramos sacarle partido.

José Tarrazó:

—Exactamente. Es decir, que nosotros tenemos, somos, como decía en otra ocasión, una esponja inmensa. El ser humano es una esponja inmensa que recibe por tantos orificios como tiene. Respira, absorbe esas energías, del carácter que sean. De ahí que nosotros las transformemos y las conduzcamos al centro de energía que le corresponde. Y entonces, ese centro de energía se abastece de esas energías, que a través del Sahasrara estamos recibiendo. Pero si esas energías nosotros solamente las conducimos a determinadas cosas de nuestra vida personal y egoísta, ese es uno de los grandes problemas de la humanidad, el egoísmo y las formas mentales de carácter negativo, y muchas veces, por falta de esa educación que tú hablabas antes, resulta que han sido desvirtuadas. Es decir, que todo el poder de la mente, el poder de los cuerpos y el poder de la constitución de los sistemas planetarios y solares, está en nosotros. Por lo tanto, somos una cosmogonía completa en cada ser humano.

L. O.:

—Yo, de todos modos, continúo insistiendo, lamento muchísimo en diferir de lo que aquí se está comentando, pero es que incluso yo me doy cuenta de que cualquier ser humano, cualquiera de los que aquí estamos presentes y cualquiera de los que nos están escuchando, a consecuencia del entorno en el cual vive, automáticamente recibe una transformación. Y voy a poner un ejemplo: nosotros, que estamos aquí tranquilos y relajados conversando amistosamente con todos nuestros oyentes, pues automáticamente salimos de aquí, del estudio, cogemos el vehículo, cogemos el coche, y hay una transformación y nos volvemos agresivos a consecuencia del tráfico…

Presentador:

—¿Agresivos por qué?

L. O.:

—Es la pura verdad. Yo conozco casos de muchísima gente que incluso recibe una transformación…

Presentador:

—Pero, por ejemplo, según las explicaciones de José Tarrazó, si cuando uno está recibiendo esa transformación dice: «¡Cuidado que esta energía es negativa…», y, o la paras o…

José Tarrazó:

—¿Permitís que os conteste muy brevemente? ¿Por qué el ser humano es agresivo?, nos podríamos preguntar todos. Porque hay algo que no funciona a veces como nosotros quisiéramos. Vamos a ponernos, como dices, dentro del coche. Y resulta que el de delante de uno ha parado, y nosotros tenemos una prisa siempre inmensa, y resulta que está hablando ahí, o resulta que el semáforo se ha puesto en rojo… ¿Qué hacemos nosotros?, ¿qué actitud tenemos que emplear?, ¿por qué no cogemos esta situación y decimos, ha ocurrido esto y nosotros vamos a continuar nuestra misma marcha? No queramos acelerar una situación que no podemos solucionar momentáneamente. Ese es el gran problema que existe en todas las cosas que nos rodean.

Presentador:

—La agresividad siempre viene de que proyectamos de antemano lo que nos va a suceder.

José Tarrazó:

—Matemáticas que fallan, esas son las matemáticas humanas…

Presentador:

—Nosotros podríamos estar agresivos, o el propio J. T. podría estar agresivo, porque él quiere hablar de la constitución del hombre y hemos hablado muy poco, y hemos…

José Tarrazó:

—Exactamente.

L. O.:

—Bueno, pero eso, creo, también tiene que ver con la constitución del hombre…

Presentador:

—Lo digo como un ejemplo. Entonces, J. T., según el guion o el esquema que él tenía pensado, podría volverse agresivo, porque diría, pero bueno, yo quería hablar de otras cosas y resulta que estos se han ido por los cerros de Úbeda y nos hemos quedado ahí. Sin embargo, J. T., no está agresivo porque sabe que esto le ha proporcionado energéticamente, bueno el que habla de filosofía es él, le ha proporcionado una serie de sensaciones, quizás más fructíferas, en este momento y en este lugar, que de la otra forma.

José Tarrazó:

—Hay una cosa muy curiosa y es que muchas veces intentamos hablar, nos predisponemos a hablar de un determinado tema y estamos delante del auditorio, y en este caso es la radio, pero puede ser una conferencia, y resulta que el entorno, el clima que allí se ha generado, es un clima que demanda otra situación. Y automáticamente cambiamos de situación y hablamos de aquello que es interesante, y entonces resulta que hemos metido el dedo en la llaga y muchas personas se pueden aprovechar de esta situación que nosotros ni la pensábamos. Pero porque hemos estado dirigidos a través de esas fuerzas superiores, las cuales nos han llevado de la mano con pleno conocimiento de causa, porque ya veis cómo estamos conversando y cómo hemos llegado a un punto totalmente diferente, no porque nosotros no supiéramos el punto concreto que queríamos desarrollar.

Presentador:

—Pues bien, el carácter mediterráneo también ayuda a esta predisposición…

L. O.:

—Bueno, yo, a lo mejor sería poco oportuno el recitar un poema de Machado precisamente en unas conversaciones filosóficas, pero lo vamos a recitar, porque es solamente el último fragmento, que dice:

[…] Y no conocen la prisa ni aún en los días de fiesta, donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y un día como tantos, descansan bajo la tierra.

José Tarrazó:

—Creo que es un broche extraordinario para estas conversaciones filosóficas.

Presentador:

—Pues muchas gracias y hasta la próxima semana, en la que hablaremos ya de la constitución del hombre, que hoy se ha quedado un poco así, a medias.

José Tarrazó:

—Muchas gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subir