La afectividad

Presentador:

—Buenas tardes, bienvenidos una vez más a «Proyección 2000». Pepe, buenas tardes, hoy vamos a hablar de un tema muy bonito.

José Tarrazó:

—Buenas tardes. Sí, hoy vamos a hablar de un tema que nos concierne a todos y que es la afectividad.

»Por supuesto, hablar de la afectividad conlleva una cantidad de cosas, como son: la actividad o descanso, la libertad, la opresión, la fortaleza, la seguridad. Es decir, una gran letanía de cosas, y ver que todos los seres humanos tenemos una gran afectividad. Unas veces esa afectividad es de carácter positivo y otras veces es de carácter negativo, porque la condicionan determinadas cosas, como son las emociones, los sentimientos y los deseos, que serían las tres partes de la afectividad. ¿Y cómo podríamos delimitar esta afectividad hacia los seres humanos no cargándola, por ejemplo, de demasiada emocionalidad o sentimientos?

»Hay que ver que los seres humanos, a veces, por naturaleza, somos emocionales, muy emocionales, y vivimos las cosas muy a flor de piel. Y no nos paramos un momento a pensar que esas emociones, a veces, revierten en contra de nosotros porque son una simple nube de verano que pasa y luego, a continuación, pues las cosas vuelven a su cauce. Y otro aspecto que creo que es de denotar sería los sentimientos dentro de esa afectividad. Los sentimientos creo que son algo más profundos cuando en realidad se viven los distintos problemas y, sobre todo, cuando las personas que están a nuestro alrededor tenemos ese sentimiento y ese énfasis de amor, con toda la extensión de la palabra. Y al decir amor quiero decir que es una gran manifestación que podemos hacer, y que la hacemos a veces muy calladamente: a veces una mirada, a veces un gesto, a veces cualquier acción que no es ruidosa conlleva ese estado de amor dentro de estos sentimientos.

»Y la tercera parte son los deseos. Dentro de esta afectividad hay unos grandes deseos; es el cuerpo emocional el que nos lleva a que nosotros tengamos determinados deseos que están mal encauzados. Es decir, deseamos muchas cosas y en muchas ocasiones no nos damos cuenta si eso que deseamos es bueno o malo, o simplemente es algo pasajero.

»Creo que en las últimas conversaciones filosóficas de «Proyección 2000» hemos hablado de determinados temas que, enlazados con este tema de la afectividad, tienen una gran relación. Porque la afectividad tendríamos que matizarla desde los niveles psicológicos. Es decir que dentro de esa afectividad existen lo que hemos dicho antes: las partes positivas y negativas en lo emocional, en la parte física, incluso en la parte intelectual o en la parte a veces de sentimientos.

Presentador:

—En el aspecto positivo, ¿cuáles serían las virtudes de esa afectividad?, ¿una mejora en la forma de ser del individuo gracias a ese cariño o a ese amor de otra persona?

José Tarrazó:

—Sí, es cierto que dentro de esa afectividad tendríamos que mirar siempre la parte verdaderamente positiva que los seres humanos tenemos por ese afecto. Muchas veces decimos: Tengo afecto por tal o cual persona, y ese afecto es un afecto verdaderamente profundo y está fuera de lo emocional.

»Uno se siente contento, alegre y satisfecho de ser afectivo con las personas a las cuales, como hemos dicho antes, ama. Tendríamos que resaltar una cuestión. Yo me pregunto lo siguiente: ¿por qué de verdad no amamos a todas las personas? ¿Por qué no tenemos ese sentimiento de afectividad y verdaderamente miramos a los interlocutores o a las personas con las cuales vivimos o nos relacionamos, de una u otra manera, teniendo ese afecto profundo y sincero? Es decir, dentro de esta afectividad ocurre algo que a veces disfrazado como tal afectividad es algo que se llama hipocresía y que esa es la parte negativa del ser humano en cuanto a la afectividad.

»Es decir, una cosa es lo que expresamos verbalmente y otra cosa es esa afectividad que nos llena el corazón de alegría y de placer por considerar que las personas a las cuales amamos pues tienen una afinidad, por así decirlo, en determinadas cosas.

»Los seres humanos creo que nos identificamos los unos con los otros por esta ley de analogía y de afinidad, que es la que cuando, por ejemplo, estamos hablando con una persona determinada, sentimos ese amor o esa afectividad y, por esa misma ley, también vemos que con otras personas, cuando estamos hablando con ellas, sin darnos cuenta existe un rechazo.

»Y podríamos decir que estas dos situaciones son debidas a que el ser humano con unas determinadas frecuencias interiores sintoniza más o menos con unas personas que con otras. ¿Por qué existe un estado, por ejemplo, de agresividad sin darnos cuenta? Porque no sabemos exactamente qué motivación es la que nos distancia de los demás y, al contrario, cuando esta afectividad no está basada en lo puramente emocional, vemos todo lo contrario.

Presentador:

—Y también dentro del aspecto negativo de la afectividad existe la denominada sobreafectividad, o quizás el egoísmo afectivo. Que es aquello de querer que a las personas a las que nosotros tenemos un afecto, un respeto, un aprecio, un cariño, pues, que tan solo prevalezca nuestro afecto, nuestro respeto y nuestro cariño, por encima del de los demás.

José Tarrazó:

—Sí. En muchas ocasiones nos desborda esa afectividad y, a veces, incluso somos egoístas sin darnos cuenta, con la mejor intencionalidad, y nos sobrepasamos de esa afectividad, la cual, a veces, pues, nos da a entender que no hemos equilibrado bien este sentido de la afectividad. Entonces resulta que dentro de estas emociones y estos sentimientos a los que hemos estado haciendo alusión, existe lo que yo decía anteriormente, este deseo que nos lleva a equivocarnos en muchas ocasiones con los seres humanos. Podríamos hacer un análisis cuando tenemos una excesiva afectividad hacia los demás, entonces nos desbordamos sin darnos cuenta, porque no hemos equilibrado bien este sentido de afectividad.

Presentador:

—Y luego, por ejemplo, dentro de las distintas variantes de la afectividad, lo que decía Pepe, que es muy común: la hipocresía. Y otro error relacionado con lo último que ha apuntado, a veces es volcarse afectuosamente con personas por el aspecto tan solo emocional, sin haber valorado otra serie de razonamientos.

José Tarrazó:

—Sí. Hay una cosa que me gustaría destacar y es que a veces sentimos admiración por alguien, pero esta admiración está un poco velada y no sabemos si es admiración o afectividad hacia las demás personas.

»Entonces, a través del tiempo, a través de la amistad, a través de las relaciones humanas que tenemos —y creo que esto que estamos hablando esta tarde es pura psicología— pues vemos que en unas personas existe, como hemos dicho antes, esa simpatía, esa cordialidad, esa compasión, esa ternura, esa lástima, esa devoción. Y esto es malo en muchas ocasiones porque sobrepasa los límites de lo puramente, podríamos llamar, racional entre los seres humanos.

»Entonces vemos características muy determinadas en los seres humanos que son tan emocionales, por ejemplo, por una religión o por una persona o por una situación determinada. Y vemos que esa emocionalidad desborda en los límites de la histeria. Por ejemplo, podríamos ver que dentro de un campo de futbol se sobrepasan los límites de lo razonable y raya en una emoción que no es normal, es decir, que no hay un equilibrio entre estas personas. El que dice en un campo de futbol, pues, en cualquier acto de la vida humana, en muchos aspectos vemos que nos fanatizamos y esta situación de fanatismo es la que hace que nos quedemos ciegos sin ver otros límites más importantes como serían el equilibrio, la justeza de ver determinadas situaciones y, sobre todo, intuir que cuando somos demasiado afectivos en el aspecto emocional, resulta que tenemos grandes fracasos y nos habíamos hecho una imagen equivocada de una persona, o de determinadas personas, o de determinados líderes. Y en un momento determinado no es que hayan fallado ellos, porque eran personas humanas con virtudes y defectos, sino por nuestra emocionalidad…

Presentador:

—Hemos creado una especie de ídolo con los pies de barro.

José Tarrazó:

—Exactamente, eso es algo que nos ocurre quizás a casi todas las personas por la falta de discernimiento y equilibrio ante las cosas.

Presentador:

—Sí, en un sentido tan solo, y quizás conlleve todo lo que está explicando Pepe ahora mismo, el hecho de que muchas personas… siempre hay una frase que se comenta cuando uno ha sufrido un desengaño, amoroso o de amistad, etc., siempre relacionado con la afectividad. Decir aquello de que «no me volveré a fiar de nadie», en el fondo es «no volveré a dar mi afectividad a nadie».

José Tarrazó:

—Sí, exactamente. Pero es porque, como yo estaba hablando antes, nos sobrepasamos todos, absolutamente todos, en esta situación de afectividad. Y tendríamos que penetrar un poco más en los defectos y virtudes de las personas, de la sociedad y ver que todos estamos sujetos a una serie de fallos y entonces no crearíamos ese carisma que vemos en las personas. Porque cuando a mí no me gusta una cosa, automáticamente descalifico a esa persona que en un determinado momento la había puesto en un pedestal muy grande. Es como una idolatría que hacemos de los seres humanos, y entonces todo nos falla. Es decir, somos buenos hasta que dejamos de serlo, o hasta que hemos fallado en una situación determinada. Es como aquel que ha hecho cien cosas bien y ha hecho una cosa mal; y yo, por supuesto, miro que todos los seres humanos estamos sujetos a hacer las cosas bien y mal, y entonces es cuando se desmorona esa situación.

»Creo que esto que estamos comentando esta tarde en esta tertulia de conversaciones filosóficas, tendría que servirnos a todos para que a veces reflexionáramos y viéramos las cosas no tan emocionalmente, sino más fríamente, y veríamos cómo esa situación que hemos visto en el otro cuando ha fallado… porque, claro, siempre creemos que el otro es un señor perfecto, una señora perfecta…

Presentador:

—Y nosotros no somos perfectos tampoco.

José Tarrazó:

—Exactamente, esa es la situación: de que fallamos en muchas ocasiones y fallamos también por la sencilla razón de que las personas estamos sujetas a toda una situación ambiental, a toda una problemática, por así decirlo, de condicionamientos humanos de orden psicológico, material, económico y un largo etc. Y de ahí deriva el que, en esta afectividad, pues, se falle muchas veces.

»Creo que estos temas siempre nos pueden llevar un poquito de luz a todos y ver que el exceso de afectividad, tanto en la parte positiva como en la negativa, pues, no es demasiado bueno, sino que sencillamente tendríamos que ver las cosas más fríamente, más racionalmente. Creo que esta sería la palabra más justa, dentro de la racionalidad, y no crear ese ámbito que a veces se crea entre todos los seres humanos y es el desbordamiento de unas imágenes creadas por nosotros mismos, que son las que nos llevan en muchas ocasiones a esa situación de fracaso.

Presentador:

—Este tema guarda una gran relación con otros temas abordados a través de «Proyección 2000». Por ejemplo, con el tema de la imagen, de la imagen del individuo en la sociedad, de su imagen social, de su aportación social, o de lo que él quiere que la sociedad piense de él mismo. Cuando se produce esa dicotomía entre el yo exterior y el yo interior…

»Y de ahí que, quizás, vivimos una sociedad donde predominan los medios audiovisuales, como hemos dicho muchas veces, y lo primero que nos entra es la imagen. Quizás venga todo desde ese punto de vista, es decir, creemos que todo es como nosotros pensamos que es, y luego se produce esa debacle y es aquello de «no me vuelvo a fiar de nadie». Cuando, en realidad, es que tendríamos que, primero, ver cómo se producen las cosas, ¿no? En segundo lugar, intuirlas. En tercer lugar, analizarlas. Y en cuarto lugar, sacar una conclusión, que no es definitiva, sino sobre ese hecho determinado.

José Tarrazó:

—Creo que el gran problema, y has apuntado cosas muy interesantes, es que nos prefabrican ideas y a veces no nos dejan pensarlas, las imágenes nos invaden y siempre sacan una serie de imágenes o nos presentan a las personas con un carisma que a veces no tienen. Nos venden una imagen, por decirlo así.

Presentador:

—O al revés, nos presentan a las personas ya con una degradación o con una crítica que luego es totalmente falsa.

José Tarrazó:

—Es decir, nos venden una serie de productos y, como decía antes, resulta que nosotros no entramos en el discernimiento y en la crítica analítica que a veces solemos hacer de las personas o los seres. Es más fácil para muchas personas la crítica destructiva que la crítica constructiva, o el aportar una serie de ideas o cosas imaginativas, que son las que nos acercarían más a los problemas humanos que tenemos todos los seres. Es decir, todos sufrimos, absolutamente todos. Unos viven más cerca que otros los problemas de la sociedad, y de ahí que, a veces, no nos paremos a pensar —o a intuir— que ese ser humano al que tenemos una determinada afectividad, pues, nos ha fallado porque nosotros hemos creado una imagen falsa. Nos han vendido también una imagen falsa y nosotros no hemos sabido valorar las partes positivas y negativas del ser humano.

Presentador:

—Y además la sociedad, en ocasiones, nos proporciona datos muy erróneos. Lo decimos porque hay, digamos, una psicología de bolsillo o una psicología barata, a través de la cual con cuatro apuntes o con cuatro trazos muchas personas ya determinan, califican y definen a un individuo. Y, naturalmente, en el noventa y nueve por ciento de los casos los errores son tremebundos, y ya están de antemano prejuzgando a una persona a la que ni siquiera conocen.

José Tarrazó:

—Hay una máxima muy buena del señor Buda, que decía a sus discípulos que no se fiaran nunca de lo que dijeran los maestros, o de las apariciones o de las determinadas cosas de los altos personajes, sino que entraran en su propio corazón y que recapitularan y vieran verdaderamente aquello que habían dicho otras personas, por muy grandes que fueran, y que cada uno se hiciera una imagen lo más aproximadamente posible.

»Y creo que esto nos ocurre a casi todos los seres humanos, que creamos esas imágenes de falsedad, o esas imágenes de detractores de determinadas personas, cuando no hemos visto que ese ser humano, cualquier ser humano, tiene dos partes, es un ser dual. Y en esa dualidad existe la parte positiva y la negativa.

»Quizás, si fríamente, como he dicho antes, nos paráramos a ver a nuestro interlocutor, a nuestro vecino, o a cualquier persona, desde un punto de vista menos afectivo, menos emocional y más concreto, veríamos que ese ser y yo, ese ser y el otro, tienen las mismas facultades de carácter, tanto positivas como negativas, y quizás habría un acercamiento mayor a los seres humanos.

Presentador:

—De todas formas, por ejemplo, la agresividad tiene mucho que ver con la falta de afectividad.

José Tarrazó:

—Sí, por supuesto que sí. Es palpable la agresividad en muchas personas que, de una u otra manera, manifiestan esa agresividad y esa manera de torcer las cosas, es decir, esa mala intencionalidad que se tiene. En todo caso esa situación es negativa, es decir, que la agresividad, venga de donde venga, es negativa, es una energía la cual, como tú tantas veces has dicho, hace el mismo efecto que el bumerang, que se vuelve contra las personas humanas. Yo decía no hace mucho en una reunión de amigos que muchas veces el ser humano suele insultar a otros, y cuando a uno lo insultan, automáticamente la otra persona contesta con otro insulto. Es decir, se han devuelto la pelota. Y cuando ocurre esta situación, si una de las dos personas fuera inteligente y sagaz no tendría que contestar a esa situación de agresividad, y automáticamente se cortaría esa agresividad.

»Por el contrario, el ser humano en muchas ocasiones no se para a reflexionar que el insulto no debe ser contestado con otro insulto, o la agresividad con la agresividad. Como dicen las Sagradas Escrituras, no debemos responder: ojo por ojo, diente por diente. Si lo hacemos, eso es negativo y, claro, es raro que las personas no respondan de esa manera, porque claro, todos, absolutamente todos, tenemos ingénita esa parte de agresividad que, al fin y al cabo, lo único que hace es crear un malestar en la persona o en las personas que se desenvuelven de esa manera.

Presentador:

—Entonces, la conclusión que se podría sacar, o a la que se podría llegar, sobre este tema, por ejemplo, es que nos falta afectividad.

José Tarrazó:

—Falta afectividad…

Presentador:

—Bien entendida.

José Tarrazó:

—Bien entendida, exactamente, la puntualización está muy bien hecha. Falta afectividad bien entendida.

»La afectividad tendría que ser la moderadora, por así decirlo, de todo aquello que nos acontece. Pero hay un aspecto que me gustaría resaltar, y es que el cuerpo de las emociones del ser humano es un potencial energético muy grande, y es muy fácil que, sin darnos cuenta, nos sobrepasemos en este cuerpo de emociones, que nos sobrepasemos en esa afectividad. Es decir, tendríamos que crear un equilibrio en este cuerpo y también crear un equilibrio, por así decirlo, mental, para poder, en un momento determinado, dominar cualquier situación en cualquier aspecto.

Presentador:

—Quizás la intuición juega un papel importante, porque siempre se ha dicho que, en momentos, a lo mejor, de gran tensión emocional, la intuición está dando la vía, el acceso o el camino a seguir. Simplemente es saber contactar con ella.

José Tarrazó:

—Sí, exactamente. La intuición sería, por así decirlo, la moderadora de todas estas situaciones. Y cuando ocurre por determinadas causas, esta situación de afectividad desbordada tendría que haber dos cosas: la intuición y, sobre todo, la compasión. No una compasión considerando que el otro es un ser miserable, sino la compasión bien entendida, que sería el justo equilibrio entre lo emocional, la afectividad y lo intuicional. Es decir, dentro de estas tres vías podríamos crear un ordenamiento de estas emociones, de esta afectividad, de este sentimiento que a veces nos desborda a todos. Y esto lo vemos con mucha frecuencia dentro de aquellos personajes que, bien en el ámbito político, bien en el ámbito deportivo, bien en el ámbito religioso… pasan las fronteras de lo normal y llegan a desbordarse por todos lados, lo que en otros términos se diría que han creado un fanatismo que no les deja ver con claridad la situación, el término medio.

»Yo creo que cada día la gente se está dando cuenta mayormente de que la masificación de todas estas cosas va desapareciendo. Por ejemplo, vemos un cantante en un gran estadio, donde hay veinte o treinta mil personas, y donde se desborda la emocionalidad, y aparece la histeria colectiva, que es la que hace que no puedan apreciar, a lo mejor, el mensaje de ese cantante, o de ese recital, etc.

»Esto es una masificación de personas que, en ese momento, en su inmensa mayoría, no saben ver con justeza lo que se está desarrollando allí. Prueba de ello es que, cuando existe una selectividad en un acto, ya sea un concierto o una ópera, sí hay una manifestación de afectividad.

Presentador:

—Yo creo que aquí habría que diferenciar. Por ejemplo, en los grandes acontecimientos o en los acontecimientos de masas, aparecen las personas que van como espectador, y las que van como fanáticos. Y aquí los responsables del marketing tienen mucha culpa, y los de imagen. Se mezcla la personalidad o pseudopersonalidad del cantante, o del actor o actriz, etc. El mensaje, que es un mensaje pseudo-mezclado en el que siempre hay una doble intención, como si se quisiera decir al espectador que hay algo más que un simple espectáculo, que se puede llegar a él y que puede incluso llegar a culminarse ese deseo. Y, en tercer lugar, una falta de criterios del propio espectador, que muchas veces suele estar en la edad adolescente, donde el apasionamiento, el romanticismo y esa serie de emociones fuertes, es lo que predomina.

José Tarrazó:

—Exactamente. Hemos hablado antes de los medios de comunicación y de las imágenes, y creo que viene como anillo al dedo el decir que existe una manipulación. Yo he dicho al principio que a veces no pensamos, no nos desarrollamos por nuestra propia personalidad superior, y esto es lo que hace que al vendernos estas cosas, no tengamos nosotros el resorte del equilibrio para poder ser personas que sepamos en todo momento discernir sobre tal o cual situación.

Presentador:

—A saber, lo que se quiere y lo que se hace.

José Tarrazó:

—Exactamente. Creo que es interesante que a través de estas conversaciones vayamos sacando todos estos temas, porque siempre nos va a quedar algo de nuestro propio reflejo o en qué situación nos encontramos ante este tema de la afectividad o de cualquier otro tema.

Presentador:

—Creo que, en resumen, ha quedado claro que no es bueno dejarse llevar por las emociones, tampoco es bueno lo contrario. Es decir, tampoco es bueno ser frío como el hielo. Siempre está ese equilibrio que la intuición proporciona, por ejemplo, en la afectividad.

José Tarrazó:

—Exactamente. Creo que, a través de esta panorámica que hemos expuesto aquí con este diálogo tan amigable, pues, todos, absolutamente todos, creo que tendríamos que hacer una pequeña reflexión y ver cuál es el parámetro que tenemos cada uno en estos aspectos de la afectividad, y si verdaderamente somos demasiado afectivos o somos poco afectivos. Es decir, en ese término es donde se barajaría esta situación, y creo que muchos problemas de carácter psicológico se diluirían si nosotros tuviéramos estas cosas claras.

Presentador:

—Y además, un aspecto importante: una afectividad, como hemos recordado, natural, es decir, que salga del propio individuo porque así le nace. No hablamos de esa afectividad relacionada con la hipocresía.

José Tarrazó:

—Una afectividad creativa, que es la que a veces no solemos tener porque no tenemos imaginación y, sobre todo, porque no nos paramos a pensar las cosas que nos acontecen. Y entonces resulta que, como yo decía antes, la manipulación nos lleva a veces a estas situaciones de desbordamiento en este tema de la afectividad.

»Ya hemos dicho que estos sentimientos y estos deseos que a veces tenemos, pues, están motivados porque miramos a otras personas y nos hacemos la siguiente pregunta: ¿por qué yo no tengo que ser como el otro? Y esta situación nos lleva a querer realizar determinados actos en la vida, los cuales no podemos realizar porque cada uno tiene un potencial, unas limitaciones, unas facultades, una serie de cosas naturales dentro del ser humano que son las que, de una u otra manera, tendrían que determinar esta situación de afectividad.

Presentador:

—Pues nada, gracias, Pepe, por estar una semana más en «Proyección 2000». Ojalá a los oyentes les haya llegado ese mensaje de afectividad.

José Tarrazó:

—Muchas gracias.

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