Desarrollo Tecnológico y el Hombre Actual

José Tarrazó:

—Buenas noches, queridas amigas y amigos de este programa «Proyección 2000». Como todos los martes, estamos aquí para ir hablando, para ir dialogando, para ir desarrollando una u otra temática, puesto que existen tantas como estrellas tiene el firmamento. Y todas ellas, de una u otra manera, están coaligadas a los determinados problemas o situaciones que los seres humanos tenemos cada día y en cada momento.

»Esta noche vamos entre todos a hablar del desarrollo tecnológico y el hombre actual. Están ante nosotros la profesora Dª L. L. y el profesor don C. G., y yo, para hacer una pequeña introducción.

»Diría que, desde el descubrimiento de la electricidad hasta actualmente el microchip, es decir, lo más sofisticado que conocemos actualmente, ha habido un periodo de distintos desarrollos en la tecnología y, sobre todo, ¿qué es lo que nos ha traído esta tecnología a los seres humanos? Creo que mejor que yo, nuestros queridos amigos y contertulios les irán contestando a estas situaciones que cada uno de nosotros nos preguntamos día a día. La pregunta sería la siguiente: ¿qué opinión les merece a Vds. actualmente la tecnología? Don C. G., Vd. por ejemplo.

C. G.:

—Buenas noches ante todo, pues soy un partidario de la tecnología, como una de las bases del futuro de la humanidad o, por lo menos, de un futuro cercano en una cierta liberación material de todo aquello que al hombre le puede descargar; entonces sí que sería partidario de una tecnología que pudiera coadyuvar en todos los trabajos que el hombre actualmente puede realizar. Esto le descargaría y entraríamos en una sociedad donde el hombre tendría más tiempo para ocuparse de cuestiones mucho más personales, más profundas, de hobbies… como podría entenderse. De pasear, de estar en contacto con la naturaleza, de desarrollar aficiones que puedan, dentro de sí mismo, desarrollar o potenciar la creatividad, aquellos aspectos humanísticos que tan olvidados están en nuestra cultura, porque realmente nuestra cultura se ha transformado en una cultura muy materialista esencialmente, que busca única y exclusivamente todo lo crematístico o en parte. Tampoco podemos ser tan drásticos, pero sí, una gran parte de la sociedad va detrás de los valores materiales y fundamentalmente crematísticos.

José Tarrazó:

—Esta es la opinión del profesor don C. G. y ahora, sin más, doña L. L. también va a darnos su parecer, porque creo que todos estamos preocupados por estas situaciones que vivimos cotidianamente.

L. L.:

—Sí, buenas noches, yo estoy en tono o en sintonía con lo que ha comentado el Sr. C. G. Realmente es cierto que estamos viviendo en un mundo altamente tecnificado y materializado, pero, claro, para llegar a ese punto (que es lo que comentábamos un poco antes de comenzar el programa) para llegar a ese punto en que el ser humano se liberalice de trabajos, de cargas, y pueda dedicarse al tiempo del ocio, habría que des-tecnificarlo, desmaterializar el tiempo de ocio. Es decir que, igual que la técnica y la materialización nos vienen bien desde el punto de vista del progreso, porque nos vienen bien, son necesarios incluso. Porque pobres de nosotros si la medicina no hubiese progresado, si los medios de comunicación no hubieran progresado, etc. Pero bueno, también, acorde con esa progresiva tecnificación de lo bueno para nosotros, habría que des-tecnificar o des-materializar el tiempo de ocio. Quiero decir que, ahora, una persona, pues, cuanto más tiempo de ocio tiene, probablemente, pues, más vicios contrae o más… más pierde el tiempo. Lo que habría que hacer, probablemente, es dirigir ese tiempo de ocio hacia el interior de la persona y que cultivara una serie de cosas, de… de propiedades que tiene ingénitas y latentes.

C. G.:

—Exactamente. Por eso yo hablaba antes de una cultura más humanística, de que el ser humano realmente se dedique a unos valores creativos, que realmente tengan una incidencia en su vida aquellos aspectos en que ha de desarrollar por sí mismo algo. Que no solamente sean aparatos que maneja, o todo aquello que le entorna, que le ha liberado, o que él se quede como esclavo de todo aquello que le ha liberado. Sino que realmente el hombre sea más creativo y los valores profundamente humanísticos del Renacimiento vuelvan a renacer y, valga la redundancia, a renacer dentro del ser humano. Ese sería, creo yo, uno de los pilares en los que se debería basar el fundamento tecnológico de nuestra civilización, que realmente coadyuve para liberar, pero que al hombre además se le dé algo que le llene el vacío que le pueden dejar toda esta cantidad de cosas. El tiempo, la gran cantidad de tiempo libre que pueda tener.

José Tarrazó:

—¿No creen Vds. que toda esta tecnología que se nos ha dado, que estamos palpando, que estamos viviendo actualmente, se nos habrá dado por una razón? Para que podamos aprovechar ese gran manantial de cosas, de ese acceso que podemos tener de todo ello. Por ejemplo, sin ir más lejos, en nuestras casas tenemos cantidad de aparatos electrónicos, la TV, el frigorífico, o bien muchas otras cosas, o por ejemplo el ordenador, y un largo etc.

»En los medios de comunicación ahora estamos usando esa tecnología. Porque, gracias a esas tecnologías, nosotros podemos llegar a los receptores, a aquellas personas que nos están sintonizando. Es decir, la pregunta sería si realmente estamos aprovechando esa tecnología y si verdaderamente esa tecnología influye para que nosotros seamos esclavos de ella. Cualquiera de los dos puede contestar.

L. L.:

—Sí… Yo, respecto a esa pregunta, lo que pienso es que no solo usamos la tecnología, sino que abusamos de ella. Por ejemplo, a veces… Yo trabajo en la enseñanza y a veces te preguntan: «¿Es bueno que el niño vea la TV?». Hombre pues… es bueno que el niño vea la TV si después de ver la TV resulta que el niño pregunta sobre algo que ha visto, si empieza a relacionar lo que ha visto con algo que provenga de su entorno. Si la TV sirve de acicate, sirve de estímulo para que el niño desarrolle su imaginación, es bueno, pero si utilizamos la TV para que el niño esté entretenido y esté allí, fijado en la pantallita, para que no nos dé la tabarra, entonces, claro, estamos abusando de un medio tecnológico, por ejemplo. Y podría poner muchos ejemplos más. Creo que estamos de acuerdo.

C. G.:

—Sí, sí… realmente es así, y has puesto un ejemplo de un niño, pero es que al adulto le ocurre otro tanto. Y yo veo dos peligros de la tecnología: la dependencia y el abuso. Son, creo, dos palabras clave que debíamos tener todo ser humano. Porque se ha creado una dependencia en muchas personas de la tecnología, cuando realmente la tecnología es una ayuda. Y muchas personas creen que la felicidad, la evolución del ser humano y la sociedad, deben avanzar única y exclusivamente por la tecnología. Y se mide hoy los parámetros para medir una sociedad en tanto en cuanto está tecnificada.

»Y eso puede ser un parámetro para medir unas cuestiones sociales, pero no se está midiendo realmente el interior de los seres humanos. La felicidad no la puede dar la tecnología. No la puede dar, por ejemplo, el mejor coche, porque si hiciéramos una pregunta en la calle habría muchas personas que les dirías: “A ti, ¿te gustaría tener un coche bueno, bonito y grande?” Habría personas que sí, que les haría felices, otras dirían: “Pues yo del coche —como vulgarmente se dice—, paso”. Lo cual quiere decir que el coche no da la felicidad, puede en un momento determinado más o menos potenciarla, pero el coche en sí mismo no lleva la felicidad, lo único que hace es potenciar lo que creemos que puede ser la felicidad.

»La dependencia de las tecnologías —continúo con lo que estaba diciendo— y el abuso de estas, creo que está enmascarando, o desvirtuando o llevando, a los seres humanos por un camino que debe ser coincidente con el de encontrarse consigo mismo y no olvidar su origen y su esencia de ser humano. Y que la felicidad mayor, real y única, la puede encontrar el ser humano en contacto consigo mismo, con su entorno y con sus semejantes, y no con las máquinas.

L. L.:

—La felicidad, que son palabras mayores, habría que tener un poco claro lo que es la felicidad. Bueno, me encanta la filosofía, he intentado estudiarla dentro de mis posibilidades y mis límites. Y no tengo muy claro lo que es la felicidad; lo que tengo claro es que me hace sentirme bien intentar llevar una vida acorde con lo que configura mi naturaleza, mi propia naturaleza. Y luego estamos tocando otra cosa, que es el tema ese de si las cosas materiales, los fines prácticos —prácticos me refiero útiles— materialmente dan felicidad, o dan bienestar o no. Ahí nos podríamos desenvolver en una cadena para conseguir otros fines, yo trabajo para ganar dinero, para tener el coche, para tener el piso, para… para… para…

»Pero bueno, ¿cuál es el fin último? El fin último en realidad es ser feliz, y ser feliz pues a lo mejor, y digo probablemente porque tampoco lo tengo muy claro, probablemente sea eso, llevar una vida acorde con lo que uno es. Para eso hay que mirar el interior, por supuesto, porque lo que caracteriza a la sociedad actual es que el hombre vive para los demás, es decir, para lo que piensan los demás de él. Si lleva Vd. coche, si lleva Vd. traje, si lleva corbata, si voy a este sitio, si no voy a este otro. Entonces ahí se crea, pienso, se genera un conflicto entre lo que realmente le nace hacer al hombre y lo que los demás esperan que haga, que son dos cosas muy distintas.

C. G.:

—Bien.

L. L.:

—Y yo estoy convencida de que muchos en la profesión nuestra creo que observan desajustes que tiene el adolescente. Y es porque no cuadra lo que al adolescente le nace con lo que, por ejemplo, se espera de él en clase, o lo que se espera de él en la familia, o lo que se espera de él en… Y esto que lo estamos viendo, como profesionales de la enseñanza, todos los días con nuestros objetos de estudio y de trabajo, que son las personas, los adolescentes. Pero nos pasa lo mismo a los mayores, a los adultos. A veces tú harías una cosa, pero resulta que socialmente no es viable, y entonces vives más hacia afuera, eres más heterónomo que autónomo realmente, es donde se debería de llegar, pienso…

José Tarrazó:

—Creo que los condicionamientos externos están velando a los acontecimientos internos de cada ser humano y tendríamos que pensar como… alguno de Vd. dos ha dicho, es ver si verdaderamente el hombre vuelve a los orígenes de su intrínseca naturaleza, que es la luz, o es la felicidad, o es él mismo, el centrarse…

C. G.:

—Él mismo… encontrarse con su esencia, encontrarse con lo que es…

José Tarrazó:

—Exactamente. Eso es en realidad lo que tendríamos que pensar. En ningún momento pensamos que esa tecnología pueda crear trastornos. Y si los crea, es el mismo hombre quién los provoca.

L. L.:

—Para mí la clave está más en integrar esa tecnología en uno mismo que en rechazarla. No hay que rechazar la tecnología, en sí misma es buena y necesaria y muy útil. Pero hay que integrarla, sin anular la siempre naturaleza interior y la exterior, que nos acerca a las personas, directamente.

C. G.:

—La tecnología yo creo que es aséptica, no es ni buena ni mala, es neutra. El ser humano, conforme al uso que hace, la dependencia que crea de sí mismo es cuando realmente le está dando un cariz u otro. Pero realmente el ser humano, su esencia, es él mismo y todo el aditamento que él va cogiendo en su historia evolutiva y el entorno psicológico, todo eso, no es su esencia, eso son pegotes que él se va poniendo y con condicionantes que realmente después tiene que ir desbrozando para encontrarse consigo mismo, con su esencia, para estar realmente en armonía consigo mismo y con su esencia. Entonces no tiene una dependencia, como tú decías, del que digan, de lo que hagan, de la tecnología, ni de nada. La tecnología es positiva, o puede ser positiva como tantas cosas. Como el arte, puede ser bueno o puede ser malo, puede ser bello y pude ser zafio. Como todo en la vida, todo depende del uso que el ser humano le dé.

José Tarrazó:

—Hay una pregunta que creo que entre los dos vais a poderla contestar, y sería ¿cuál es el punto medio o de equilibrio entre el hombre actual y la tecnología? Es decir, habéis estado hablando de ese epitafio de «Conócete a ti mismo», muy interesante, pero actualmente quizás muchas personas de las que nos estén escuchando, su filosofía o su manera de vivir sea quizás diferente a esta situación. Porque no tenemos que olvidar que cada ser humano es un mundo y tiene unos conceptos de sí mismo y de su entorno exterior que es, a veces, el gran problema que le impide conocerse a sí mismo. La pregunta me gustaría que la contestaran. Buscar el punto medio o equilibrio entre la tecnología y el hombre actual.

L. L.:

—Yo es que pienso que la tecnología es buena, entonces no creo que haya que ir a ese grado de extrema pureza Yo pienso que el ser humano puro no existe. Yo pienso que el ser humano es un conglomerado de cosas que se va haciendo. Entonces, en la medida en que esas cosas se interioricen, se integren, se estructuren en uno mismo y mejoren la naturaleza de uno… así, creo que son buenas. Entonces, la tecnología ya digo que si se usa bien es buena. Eso del conócete a ti mismo tiene un riesgo, dicho así un poco a la ligera… conócete a ti mismo no quiere decir que te mires tú y hagas lo que te dé la gana. Conócete a ti mismo quiere decir que conozcas de alguna manera los resortes que configuran tu naturaleza y que seas coherente con ellos. Es decir, no es eso de conócete a ti mismo y ¡ah! Pues mira, mira me place hacer esto y, patapam, lo hago. No se trata de eso, conócete a ti mismo es ver qué es lo que configura mi naturaleza y llevar una vida acorde con mi naturaleza y con todo lo que la pueda enriquecer.

C. G.:

—Era el sentido que le daban los griegos realmente a la pregunta. Bien… entonces, contestando un poco quizás a la pregunta que nos has dicho… un punto medio, un punto de equilibrio, pues yo creo que si el equilibrio no existe en la persona difícilmente va a utilizar la tecnología con equilibrio, ni la tecnología, ni nada… porque las personas tienden muchas veces en su vida a polarizarse, tienden a extremarse. Tienen unas ilusiones, tienen unos intereses, como antes decías tú. Los muchachos tienen un centro de interés y lógicamente están desplazados sus centros de interés de los que pone el profesor, entonces aglutinan la dicotomía y la lucha.

»Pues exactamente la misma lucha existe en el ser humano en todos sus momentos de la vida, está luchando por que sus centros de interés van hacia una parte y realmente pues se dirigen hacia la tecnología, hacia aquí, hacia allá y no se dan cuenta de que muchas veces están polarizados, están extremándose. Por desgracia el ser humano es así. Ni tiene que ser un místico extremado, ni tiene que ser un materialista extremado. Debe ser su naturaleza, debe ser y es dual y debe ser capaz de utilizar ambas cosas, la tecnología y después, pues, una vida interna propia que se relaciona con las demás personas, pues está en un mundo en el que, efectivamente, se puede necesitar..., que tiene una familia, que tiene un entorno y esa persona debe vivir con equilibrio esa vida y que en ese equilibrio pues usa la tecnología, usa los medios a su alcance. Utiliza todo aquello que dispone.

L. L.:

—Sí, lo que tiene que buscar tiene que ver con qué resortes lo configuran a él, y a él, y digo tanto interna como externamente… porque todas las personas, lo he dicho a veces, aunque estamos hechos de la misma pasta, estamos hechos con distinto molde.

»Entonces se trata de eso, de buscar lo que forma parte de tu propia naturaleza, coger aquello que te puede enriquecer y ser coherente, o sea el quid está en ser coherente con lo que tú eres.

José Tarrazó:

—Hay algo que nos preocupa actualmente, que, a través de la filmografía, pues vemos, en determinadas películas, bien sean televisadas o bien en el cine… y es aquellas películas —por así decirlo— de ciencia ficción donde las máquinas invaden de una u otra manera a la sociedad, a los seres humanos, desplazándolos a un lado. No es una idea tan descabellada. Supongo que no llegará a realizarse tal cosa, pero sí que es un aldabonazo, para que nos demos cuenta de que en algunas ocasiones el hombre quiere que sea reemplazado por esa tecnología o por esa máquina, mientras en sí, el que ha creado, los creadores de esa tecnología o de esa máquina, han sido los hombres. Creo que tendríamos que discernir sobre la importancia que tienen el ser humano como tal y la importancia que le dan, ¡ojo!, a esas situaciones de filmografía. Y creo que es alarmante…

L. L.:

—Cuando yo estaba en quinto de facultad hicimos un seminario sobre si las máquinas pueden pensar. La máquina no puede pensar, porque el pensamiento es algo más amplio que simplemente recoger información, procesarla y sacarla. Lo hemos dicho ya también, la naturaleza humana es una mezcla maravillosa, profundamente sugestiva, de un montón de cosas. O sea, hay sentimiento, hay razón, hay pasión, hay emociones, hay objetividad, porque captas cosas del exterior, hay subjetividad porque tú las tamizas. Hay un montón de cosas. Entonces, una máquina eso no lo puede hacer. Estoy convencida. Que la máquina pueda suplantar al ser humano, probablemente desde el punto de vista psicológico, lo puede desplazar un poquito. Desde el punto de vista físico, desde luego no; desde el punto de vista psicológico, probablemente sí puede… Puede haber gente que se sienta frustrada de ver una máquina que trabaja más rápidamente que esa persona, o más eficientemente.

C. G.:

—Pero ahí estaría el camino realmente del ser humano, en potenciar su creatividad, cosa que no puede crear la máquina, esa será realmente y por eso ese tiempo libre del que estamos hablando, el tiempo del ocio debe utilizarlo el ser humano, en realizarse y en encontrarse y en hacerse con su entorno.

L. L.:

—La creatividad y la emocionalidad también, es decir, es importante que el ser humano se emocione. Yo creo que la gente cada vez se emociona menos y pienso que es muy importante lo contrario.

C. G.:

—El equipo de emociones, la sutilidad de las emociones.

L. L.:

—Muy importante la emoción, ponerte delante de un paisaje, de un cuadro, de una persona, un roce de piel contra piel, esa emoción que sientes no solamente, la física sino anímica, son roles muy importantes. Y eso pienso en despertarlo en los niños, enseñándoles a mirar, a tocar, a escuchar, es decir, a potenciar sus sentidos y experimentar con ellos. Y no se…

C. G.:

—Ser interno realmente, más que los sentidos externos es el ser interno del que hemos y estamos hablando tanto tiempo.

L. L.:

—Exacto. Coge a un niño y dile: mira, mira esto, escucha esto, toca esto, ¿qué te sugiere?, vamos a dar un paseo, vamos a disfrutar de… y esto le despierta la sensibilidad.

C. G.:

—Descubre el niño el mundo.

L. L.:

—Eso es muy importante. El niño es un ser que se abre al mundo, que aprende muy deprisa, muy rápidamente y mucho, y eso hay que potenciarlo, es muy importante, pienso yo.

C. G.:

—Por lo que estamos diciendo, perdona, Pepe, yo el futuro no lo veo como la guerra de las galaxias, no lo veo por ahí ni mucho menos, no veo una dependencia total de las máquinas. Sí vamos a tener máquinas cada vez más sofisticadas, mejores, que nos liberen sobre todo de las faenas más pesadas, pero quizás, quizás el ser humano, y volvemos a redundar en lo mismo, encuentre en su futuro el equilibrio con el entorno, y es lo mismo con sus semejantes, que no se busca. El equilibrio con los demás, vivimos en un entorno, con unos compañeros de trabajo, con unas personas con las que nos relacionamos, con unos vecinos, y muchas veces estamos descuidando. Descuidamos ese entorno.

L. L.:

—Muchas veces son unos desconocidos…

C. G.:

—Son unos desconocidos, como seres humanos.

L. L.:

—Hemos avanzado en las comunicaciones en largo, y en cambio hemos perdido la comunicación en corto…

C. G.:

—Como seres humanos hemos perdido la estrecha colaboración humana. Pues ahí es donde yo veo más el futuro de la humanidad y puede eso muy bien darlo las máquinas porque decimos: «¡Hombre! Estamos dejando las máquinas, no, no», porque las máquinas nos van a dar tiempo para relacionarnos con nuestros vecinos, con nuestros semejantes, que sepamos que tienen los mismos problemas que nosotros, que sufren, que se alegran, que comparten los mismos sentimientos que nosotros, y eso es muy bueno. Por cuanto el ser humano comience a desarrollar con los demás, comenzará muchas veces a vaciarse de sus dolores, de sus traumas, de sus desequilibrios, porque al no estar preocupados nada más de sus pequeños o grandes problemas, se vaciará de ellos, liberará su todo, aquella podredumbre que muchas veces tenemos, todo lo insatisfecho, todos los deseos insatisfechos que hemos ido acumulando a través de los años, todo ese subconsciente que está cargado de frustraciones, lo pueden liberar con el contacto con los demás y eso es muy bueno.

José Tarrazó:

—Creo que esta noche los queridos radioyentes podrán haber podido apreciar lo animado que ha estado este diálogo, esta contertulia. Creo que es un tema muy interesante, que podría alargarse muchísimo y, sobre todo, pues que… las distintas personas, tanto doña L. L. como C. G, han puesto el dedo en la llaga en algunas cosas que todos los seres humanos tenemos, esa falta de comunicación, esa falta de interrelacionarse y de ver que los valores humanos y tecnológicos pueden ir cogidos de la mano, tanto en cuanto exista esa medida, esa justa medida, ese equilibrio del cual hemos hecho mención y que seamos amigos de la tecnología, usemos debidamente de esa tecnología y que esa misma tecnología nos lleve a un estado de felicidad y, sobre todo, de interrelación ante todos nuestros semejantes.

»Ya nos despedimos hasta el martes próximo, si Dios quiere, con otro tema. Buenas noches y hasta la semana próxima.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subir