Decencia y libertad
“En lugar de esperar a que las cosas sean mejores, haz una lista de todas las cosas que puedas hacer, hasta que la situación mejore, pero hazlas. (D. Kennedy)
Dentro de la decencia está el recato, la honestidad y la modestia; elementos imprescindibles para la convivencia de una sociedad moderna, próspera y plena de valores.
¿No estaremos ahora un tanto ausentes de estas actitudes esenciales, tan vitales como necesarias, en una sociedad fragmentada? Necesitamos que corra por nuestras venas la dignidad de nuestros actos, en las palabras, en los hechos del día a día, esa calidad de los individuos que llevamos ingénita del bien hacer, como seres pensantes y racionales.
No debiéramos dejarnos llevar por los vientos alisios de los pensamientos orquestados que no van a ninguna parte, más bien promueven en la farándula de la sociedad, tantos perjuicios nocivos, como son el alcohol, las drogas, la pedofilia y los desmanes que festejamos en honor de las bacanales de un pasado que renace como lastre de perversiones quiméricas…
La sodomía instalada desde la noche de los tiempos, practicada en las bacanales romanas y griegas, está asentada en nuestros días como puro divertimiento y necesidad de algunos individuos, que sin ningún repelús tanto daño hace a inocentes niños y niñas. ¿No será acaso una falta de madurez en ciertos adultos, que se valen de la indefensión de los mas pequeños?
La decencia en los individuos es una necesidad social, una necesidad de primer orden, y si no se practica, la aporía que expresa y que contiene una inviabilidad de orden racional, crea un desequilibrio entre los individuos que son capaces de salirse de la decencia.
Para que tengamos libertad, es necesario tener decencia, manteniendo el orden natural de las leyes de la madre naturaleza: no debiéramos confundir la libertad con el libertinaje, pues este es fruto del egoísmo desmesurado, que está engendrado por la irracionalidad no pensante.
Los seres racionales henchidos de soberbia y prepotencia, no tenemos en cuenta que estamos rodeados de otros individuos que merecen nuestro máximo respeto, si no es así, estamos creando una contraversión desenfrenada de las leyes y buenas costumbres como es el respeto, la tolerancia y la equidad.
Por encima de las leyes de los códigos de los pueblos y las naciones, existe la racionalidad de comportarse como ciudadanos civilizados. ¿Qué está ocurriendo ahora con determinados individuos, que faltos de delicadeza, atropellan a cuantos pasan por su lado? Estos se consideran apisonadoras de todo lo que se mueve, sin tener en cuenta al anciano o a los más débiles. Esta sociedad decadente es fruto de determinados sistemas poco éticos, establecidos sin ningún valor.
¿Hacia dónde caminamos sin la debida decencia? ¿Acaso no llevamos un estigma, llamado pasotismo, indiferencia o tal vez menosprecio por los demás?
“Ejercemos la libertad en tanto en cuanto no transgredimos las leyes de la Naturaleza y su propia evolución. Libertad es respeto, comprensión y tolerancia. Estos principios dignifican a los seres humanos, proyectando un principio de la vida altamente positivo y bello. Cuando seamos respetuosos con todas las cosas, habremos alcanzado un estado de convivencia y seremos más libres, pudiendo expresar aquellos sentimientos de alegría que anidan en lo más profundo de cada cual.” (De mi obra El Anciano Lacerado)
Cada pensamiento de decencia es como una gran tela, en la que cada hilo es necesario para que la tela forme una unidad. Cada pensador debe respetar al otro, como cada corriente fluvial desemboca en el mar; así, el principio de la ética con su gran caudal no puede dañar a nadie ni a nada.
27.6.008. J.T.D.
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