Belleza y armonía
Los seres humanos en muchas ocasiones no tenemos ojos para ver la belleza, esta belleza se halla por doquier, nos envuelve con el manto de la madre naturaleza, con ese vestido transparente y luminoso capaz de cegarnos y que por su luminosidad no nos permite ver tan magna obra. ¿Pero qué sería la belleza sin la armonía? La armonía nada busca fuera de si misma. Es lo que debe ser; expresa el bien, el orden, la ley y la verdad; es superior al tiempo y representa lo eterno.
“Lo bello es superior a lo sublime, porque es permanente y no sacia, mientras que lo sublime es relativo, pasajero y violento”. (Amiel).
Cuando uno está henchido de la belleza es alegre, ve con optimismo las cosas que le rodean, a pesar de, la verdadera alegría no puede resultar sino de la bondad del corazón, de la mutua complacencia y del contento interior que se causa a los demás. Nunca debe de confundirse la alegría con la bulliciosa algazara de la intemperancia, ni con la disposición tumultuaria, ni con la borrachera de la disolución. La belleza que está asociada al arte de la naturaleza, “si vuestra obra de arte es buena, si es verdadera, encontrará eco y se hará su lugar; dentro de seis meses, de seis años o después de vuestra muerte, ¿qué más da?” (Flaubert). ¿No somos acaso los seres humanos un conjunto de belleza que nos hallamos insertos en el conjunto de la naturaleza? Ahora que asistimos a la deformación plasmada, bien sea pictórica, o en el conjunto de las determinadas artes donde la belleza y la armonía brilla por su ausencia: esto es producto de cómo se hallan los individuos interiormente, donde confunden las “churras con las merinas”.
La sensibilidad de los individuos se plasma en belleza, en atención, y de ello se deriva que las personas realicen en sus obras lo que anida en su corazón, no solo son los ojos los que captan el conjunto armonioso de las cosas, más bien los sentidos internos los que con delicadas vibraciones se llenan de los conceptos hermosos de la grandiosidad de la creación. Es interesante contemplar una bella escultura, una pieza musical que por su sensibilidad y armonía nos ponen los pelos como escarpias; escribir un poema desde el corazón, con alegría y sazón, dignidad y precaución, gloria y compasión: es la esencia el poetizar y con ello cantar la belleza de amar, no es el poeta el que más sabe, es poeta el ruiseñor, la Alondra y el Albatros, la flor en su esplendor, el agua pura y cristalina, el Mar en su bravura, el apacible cantar…
Cultivarnos los seres humanos como el más preciado jardín y con la sensibilidad y el buen gusto nos lleva a la percepción de una belleza sin parangón. Mientras que ahora escuchamos palabras soeces, sin el más mínimo recato, sin respeto hacia nadie. ¿Asistimos a una decadencia expresiva que la consideramos normal? ¡Me dirán que los tiempos han cambiado, pero la belleza sigue estando presente! ¿Por qué no vemos la magna obra de la creación, si nosotros los individuos somos parte y arte de ella? “Dios se manifiesta a nosotros en primer lugar a través de la vida del Universo, en segundo lugar a través del pensamiento humano. La primera manifestación se llama naturaleza, la segunda arte”. (Víctor Hugo)
Todos malgastamos nuestros días buscando el secreto de la vida. Pues bien, el secreto de la vida lo tenemos ingénito en nuestro corazón, en la manera de ver la belleza, de nuestro comportamiento, en la medida del respeto a nuestros semejantes, del nivel de ética que practiquemos, de la no agresividad y de la correcta palabra…
Nos es necesario revisarnos muchas actitudes de comportamiento, siendo amables, pues la amabilidad es belleza y expresión de lo más profundo de cada individuo. La amabilidad crea armonía, distinción y paz interna.
“El alma contiene la esencia del hombre. El cuerpo no es más que el instrumento del alma, morada, o bien prisión, de la que ha de salir para gozar de la felicidad eterna; el cuerpo humano solo es apariencia, y encierra nuestra realidad”. (Sócrates) Por lo tanto, belleza, armonía y aplomo, son los ingredientes y secretos del vivir y hallar la felicidad…
2 de diciembre de 2006. J.T.D.
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