Arte Pictórico

Presentador:

—Buenas tardes, bienvenidos una vez más a las conversaciones filosóficas, y vamos a empezar rápidamente. Hoy contamos con nuestro invitado habitual, José Tarrazó, también con la presencia de F. B. y con la de nuestro compañero L. O.

»Y, antes que nada, F. B. nos va a desvelar cuál es el tema que vamos a abordar hoy en estas conversaciones.

F. B.:

—Sí, hola, buenas tardes. Vamos a tratar sobre el Arte Pictórico, en la faceta filosófica del arte pictórico, que es bastante desconocida. Bueno, no se puede hablar del arte pictórico sin hablar de todo el arte en general. Toda manifestación artística, en esencia, es la misma cosa, es un modo de expresar lo intangible, de expresar físicamente lo intangible. Vamos a centrarnos en la pintura en particular.

»Primero diríamos que una verdadera obra de arte atrae y agrada a todo el mundo, es decir, que sintoniza con las fibras más sensibles del observador. Por supuesto que depende de la sensibilidad del que esté viendo la obra, pero no existe rechazo. Así como que hay muchas obras que se llaman de arte que, en realidad, no lo son. Y hoy en día atrae mucho este tipo de cosas. Es decir, existe rechazo en ocasiones en las personas. El verdadero arte no siempre agrada, siempre atrae.

L. O.:

—Perdona, F. B., el verdadero arte. ¿A qué te refieres?, ¿a qué tipo de pintura en concreto?, ¿o se puede hablar de arte a cualquier tipo de estilo de pintura?

F. B.:

—Cualquier tipo de estilo no, o sea, dentro del arte podríamos diferenciar la forma y el color, y entonces la forma siempre tiene que ser equilibrada y proporcionad, es decir, cuando ves una oreja y una rodilla, y todo eso, quiere decir que no, no suele ser una obra de arte.

L. O.:

—No, pero yo me refería dentro de los diferentes estilos pictóricos, bien sea, no sé, el cubismo, el clásico, el surrealismo…, ¿se puede considerar arte?

F. B.:

—Dentro del surrealismo, hay obras de arte, la realidad muy pocas, dentro de cada estilo. Es decir, que el arte debe de transmitir el espíritu o la esencia de lo que tú intentas plasmar. Por ejemplo, tú intentas reproducir un árbol y tienes que fundirte con ese árbol y buscar la esencia de ese árbol, o sea no limitarte, a lo mejor, técnicamente, a hacer una realización perfecta del árbol, ni debes intentar cambiar o degradar esa realidad poniéndole tú cosas que están fuera de lugar y que no trasmiten la verdadera realidad de ese árbol o de ese objeto que tú quieres.

L. O.:

—No, yo te lo digo porque es posible que, dentro de los muchos estilos pictóricos, realmente uno se incluya o se decante. Quizás una obra clásica pueda ser admirada y contar con la benevolencia y el beneplácito de un público numeroso. Y en cambio un estilo, yo decía el cubismo o el surrealismo, cualquier otro estilo, pues gusta a unos y a otros no.

F. B.:

—Pues por eso estaba diciendo yo que la verdadera obra de arte suele atraer y gustar a todo el mundo en general, incluso si está muy simbolizada, muy velada; que tú a lo mejor la ves y no comprendes los simbolismos, pero en esa obra hay algo. O sea, se está emitiendo algo que tú notas, que tú estás sintiendo, estás viviéndola. Cualquier persona a su nivel de receptividad.

L. O.:

—En resumen, sería que el cuadro ha de tener alma propia.

F. B.:

—Exactamente. Puede ser técnicamente perfecto, por ejemplo, pero estar muerto.

Presentador:

—Esto quizás, a lo mejor, podría ser, en una copia, en una reproducción. Alguien que va… por ejemplo, tú lo habrás visto… que va a un museo, al museo del Prado, y es capaz de casi, casi, de reflejar lo que está viendo, pues muy bien, pero luego le falta realmente algo que en el otro cuadro sí que tiene. Y que ahí simplemente es una copia, es, no sé, ha tratado de plasmar algo que está viendo realmente, pero le falta el alma, le falta el cuerpo, algo, le falta la vida.

F. B.:

—El propósito primero, que es el que motiva una obra. El propósito es lo más importante a la hora de realizar una obra. Debe ser un propósito libre, o sea, en el momento en que tú te propones hacer una obra y piensas en un concurso determinado, en ganar un premio, o en lo que vas a sacar económicamente, o en buscar la aprobación del público en general, ese cuadro no puede ser nunca una verdadera obra de arte que debe fluir a través de ti libremente. Tú debes canalizar esa obra sin ningún tipo de obstáculo o de motivación material.

José Tarrazó:

—Bueno, buenas tardes. A mí me gustaría hablar un poco, en fin, para colaborar en estas conversaciones filosóficas sobre las formas geométricas que tienen los cuadros. Las formas geométricas creo que son muy importantes, y como tú decías antes, F. B., no solamente hay que ver la parte externa, sino la parte interna, el plasmar el espíritu o todo aquello que en realidad tienen todos los artistas, los creadores, que están sujetos a la cuarta energía, al cuarto Rayo. Y podríamos decir que las formas geométricas son las que nos llevan el mensaje profundo de lo que el pintor ha querido plasmar sobre su obra. Es más, podríamos decir que, dentro de estas formas geométricas, ellas invocan unas determinadas energías, las cuales son las que ha plasmado como espíritu en ese lienzo blanco o en otra cosa.

»Tanto las obras de arte pictóricas en colores como las de blanco y negro deberíamos tener en cuenta que son la plasmación o manifestación interna, y dan en cada momento el nivel de evolución, no solamente técnica, sino espiritual que el pintor ha plasmado sobre ellas.

Presentador:

—Una serie de consideraciones al respecto. En primer lugar, se pueden preguntar muchos oyentes por qué cada etapa pictórica, pues tiene unas características, aparte de técnicas, una serie de simbolismos. Lo digo, por poner un ejemplo, el arte rupestre o el Renacimiento, o el arte actual. Y, en segundo lugar, F. B. nos podría aclarar un poco, porque en la conversación que ha mantenido a raíz de las preguntas de L. O., ha dado a entender que el surrealismo no es arte, y lo que, por otro lado, ha comentado, es que lo importante es que aflore, lo que le salga a uno. Entonces, puede aflorar algo abstracto cuando se está creando.

F. B.:

—Es que la abstracción, el concepto de abstracción, no es nunca un concepto de manipular una realidad. Es decir, tú, a la hora de transmitir tu esencia, lo que tienes dentro, puedes, por supuesto, transmitir la parte más baja de ti mismo. Tú viendo una obra puedes adivinar el estado emocional del artista cuando la realizó. Si estaba sumido en una depresión, transmitirá negatividad; si estaba en un momento de sublime elevación, está transmitiendo eso. Pero ahí está la responsabilidad del pintor, del artista, a la hora de realizar una obra. Debe tener la intención de transmitir lo más positivo para comunicar, para empujar al observador a que lo mejor de sí mismo aflore.

Presentador:

—Pero por otro lado tú has señalado que el mejor estado del artista es aquél en el que crea por el hecho de crear, no por ningún interés, es decir, ya que ni siquiera pensar que va a haber un observador.

F. B.:

—Es que, bueno, no tener interés no quiere decir no pensar. En todo momento tiene que estar consciente de cada pincelada, del propósito primero y de la realización de la obra, con plena y total consciencia. Pero claro, depende. O sea, tú debes de estar sintonizando, digamos, con esos planos superiores de la realidad, con ese plano intuicional y dejar que esa energía intuicional se canalice a través de ti, consciente, totalmente consciente.

L. O.:

—Bien, si me lo permitís, yo podría poner un ejemplo, si es posible. Dos cuadros, que, a lo mejor, incluso, pueden plasmar una situación muy parecida, al menos en cuanto al agobio o ese estado anímico, y la situación, inclusive, del pintor y de su entorno. El Guernica, por ejemplo, uno de ellos. Y otro yo lo compararía, por ejemplo, con el cuadro de Goya, el Dos de Mayo. Son dos cuadros, más o menos, digamos, que parecidos, al menos en cuanto a la angustia y al estado del pintor. ¿Es posible?

José Tarrazó:

—Existe una dicotomía de contradicciones en todas estas obras, porque resulta que a veces una obra en un determinado momento tiene que ser como una protesta, una protesta hacia el exterior, y esa protesta a veces se convierte en una deformación de estas cosas. El arte por su propia naturaleza. Solamente el artista, el pintor, tendría que ver que la naturaleza es arte, y que todo lo que nos rodea es arte. Todo aquello que quede deformado por unas circunstancias determinadas, porque tenga un mercado o por que tenga unas determinadas connotaciones, resulta que eso es por una manifestación no del alma, sino de una situación psicológica y puramente mental. Cuando vemos un artista, fíjense, ustedes, que las verdaderas obras de arte, tanto la de los escritores como la de los pintores, como la de todos los creadores, cuando han hecho una obra de arte, se han ajustado en lo posible a la realidad de esa obra. Cuando hay una deformación, cuando los trazos son unos trazos que no nos dicen absolutamente nada, eso deja de ser arte. Yo considero que hay personas que les va a gustar ese tipo de arte, pero el arte tiene que ser la sublimación, la verdadera expresión de lo natural.

Presentador:

—Vamos a poner ejemplos concretos, y tanto F. B. como José Tarrazó que nos respondan desde su punto de vista. Estamos hablando siempre desde el punto de vista filosófico, en este caso el arte pictórico. ¿Miró, filosóficamente, estaría considerado como arte o no?

José Tarrazó:

—Yo quisiera decir que no vamos a hacer calificaciones de los pintores. Miró, como Dalí, como cantidad de contemporáneos nuestros, tanto de España como del extranjero, tienen momentos en el que están reflejando, a veces, sin darse cuenta, esa sublimación del arte, y en otras ocasiones es todo lo contrario, es la contrapartida. Tenemos suerte con los Goya, hablamos de los Goya, y cuando Goya hace las láminas, que se dice, en blanco y negro, era una protesta, era una manifestación. Sin embargo, Goya tiene otras obras que son la verdadera expresión del arte.

Presentador:

—Vamos a hacerlo de otra forma. ¿Cuáles o qué obras podrían estar en la cúspide del arte desde el punto de vista filosófico? Que se conjugara la técnica o perfección técnica y esa alma que poseía el cuadro…

F. B.:

—Yo quizás, podríamos coger un poquito, como simple referencia a Dalí, y podemos ver que, al principio de su obra, por ejemplo, tiene creaciones realmente alucinantes, como el Cristo, por ejemplo, o sea es una creación sublime. En cambio, tú ves que, a medida que va él entrando, evolucionando, empieza a prostituirse. Parece un poco duro, pero es así.

Presentador:

—Y eso se llama academicismo, también. Es decir, se sumergen en un academicismo pictórico.

F. B.:

—Entonces, ves reflejada su personalidad y su obra, que van paralelas, se convierte. Siempre ha sido un poquillo rarillo, ¿no?, pero bueno, se va convirtiendo más excéntrico, de carácter mucho más inestable, irritable, incluso con tendencias perversas. Esto es debido a que ese tipo de artistas llevan ya, de otras encarnaciones, esa facilidad de manifestar esas energías superiores. Esta energía que están ellos canalizando es muy sutil, muy poderosa. Cuando tú estás canalizando esta energía correctamente y la diriges correctamente, tiene un poder inmenso de creación, pero en el momento que intentas manipularla o canalizarla por beneficiarte económicamente, artísticamente, empiezas ya a meterle el orgullo, la derrochas. Esta misma energía, este mismo poder, se convierte en poder destructivo, te desequilibra, sobre todo el cuerpo emocional y, digamos, te desregula los chakras y empiezas a tener cambios de carácter, empiezas a convertirte en una persona inestable. Y es debido a este tipo de utilización, incorrecto, de esta energía.

Presentador:

—Según F. B., se observa, siempre desde el panorama filosófico, una degradación en cuanto a la obra de Dalí.

L. O.:

—Yo pienso que inclusive no solamente en cuanto a la obra de Dalí, sino casi, casi en cuanto a la obra de cualquier pintor. Digamos que es como cualquier ser, ¿no? Nace, se desarrolla y muere. Y realmente en todos los pintores, si estudiamos bien su obra, nos damos cuenta de cómo con el paso del tiempo, ellos van transformando un poco también su obra. O sea, además de plasmar su estado anímico en cada momento que están pintando, indudablemente, con el paso del tiempo, llegan incluso un poco a cambiar si no su estilo, sí tal vez tratan de reflejar el estado propio. No sé, es mi punto de vista.

F. B.:

—Pero este cambio, o este proceso, debe de tender siempre a la superación, a la sublimación. Cuantos más años, más experiencia, más capacidad de plasmar más correctamente eso que estás tú captando. En cambio, ahí se produce como una degeneración.

Presentador:

—Quizás sería el caer en el egocentrismo, o en el mirarse el ombligo.

F. B.:

—Exactamente. En el egoísmo.

Presentador:

—El egoísmo pictórico en este caso.

L. O.:

—Yo creo que el ejemplo que nos ha puesto F. B. es perfecto en el caso de Dalí, porque él llega incluso en un momento que casi, casi diría: la pintura soy yo o el estilo soy yo. No sé si estará de acuerdo conmigo.

José Tarrazó:

—Fíjense ustedes, por ejemplo, la obra pictórica y escultórica de Miguel Ángel, que pasaran los años y será siempre bella, tendrá un mensaje. Porque cuando Miguel Ángel estaba trabajando en su gran obra, al igual que el Greco y otros pintores contemporáneos y de los siglos pasados, vemos que cada día han llegado a un perfeccionamiento en su obra, mientras que otros han ido degenerando poco a poco por una serie de motivos que no vamos a entrar. Y en esta misma cuestión podríamos hablar de la música clásica y de la música moderna de ahora. La música clásica, cuando se está pintando las formas geométricas, el espíritu que se plasma en una obra, tanto si es pictórica como si es musical, como si es una obra literaria, el que está realizando esta obra está plasmando el espíritu. Muchas veces nosotros, los que observamos esas obras con los ojos, no podemos hacer una catalogación. Tendríamos que penetrar dentro de esas formas geométricas, dentro de ese mensaje que nos ha querido dar ese artista, y entonces es cuando vemos esto. Es más, si fuéramos videntes, que es algo muy interesante, y hay pintores que han sido videntes, ellos a través de los colores, han creado un enjambre de energías, las cuales llámense dévicas o llámense de otra manera, están plasmando a las personas que las están viendo. No solamente dan un mensaje, sino que atraen, en el profundo del corazón, de la persona que está observando, que está leyendo, que está escuchando una obra musical. Y entonces eso es algo que no pasa… el problema del artista es cuando ha empezado a bajar por la escalera hasta llegar a unos simples emborronados sobre el lienzo.

Presentador:

—Una serie de matizaciones al respecto. Creo que, en este tema de la visión filosófica de la pintura, está claro que la sensación es muy importante, así como la intuición. Y entonces, en este sentido, lo que cabría decir, la conclusión clara, es que parece que las obras que sean más dulces o sensibles, o que proporcionan una tranquilidad de espíritu, son aquellas que están bien recibidas desde el punto filosófico. Aquellas en las que se transmiten, a lo mejor, situaciones o trances psicológicos malos, caso de Goya, por ejemplo, con esa historia negra que tiene en esas ilustraciones. Realmente lo digo desde el punto de vista personal, yo presencié esos grabados de Goya con aquelarres, magias y toda esta serie de cosas cuando él atravesaba una etapa mala a nivel personal, y la verdad transmiten, aparte de la calidad técnica que es insuperable, un estado de inestabilidad, y además negro.

José Tarrazó:

—Hay una cosa que creo que valdría la pena comentarla, y es que a veces las personas tenemos en nuestras casas unas determinadas obras. Unos las tienen por dinero, por invertir dinero, y otros las tienen porque la obra en sí tiene algo profundo. Esta es la diferencia que tendríamos que hacer. Una cosa es colgar un cuadro e invertir en él porque se tiene mucho dinero o por la firma, y otra cosa es cuando una determinada persona sabe que esa obra es impactante en lo profundo, es relajante, podríamos decir, da un mensaje la obra en cuestión. Considero que esto es importante y, es más, todas las obras atraen, por la energía, por el espíritu en el que han estado plasmadas una serie de energías o elementales. Y yo he presenciado un caso en una casa donde había una obra pintada y se tuvo que quemar, porque la obra atraía tales energías y tales elementales que aquello era una calamidad. Cuando se quemó esa obra, absolutamente desaparecieron esas influencias malignas que tenían impregnada dicha obra.

Presentador:

—Esto nos recuerda, F. B., a las películas de terror e incluso obras de, en este caso, Edgar Allan Poe, obras literarias que luego se han traducido en películas, de la maldición del cuadro y todo esto…

F. B.:

—Es que puede ser. Puede ser, no. De hecho, es una realidad. Y es más, este tipo de pinturas no siempre el artista cuando las realiza es consciente de lo que está haciendo. Es decir, si tú estás a un nivel realizando esta obra, como estamos comentando antes, dentro y asumido en una gran depresión, estás a merced de este tipo de elementales, que te pueden utilizar como medio para transmitir esas energías negativas para sus fines. Entonces… por eso comentaba antes que el artista tiene que ser totalmente consciente en cada momento de lo que hace, para no ser manipulado.

L. O.:

—Bueno, pues la verdad es que yo me estoy quedando bastante sorprendido, ¿no? Y casi que pasamos un poco más a la ficción que a la pura realidad, bueno, al menos desde mi punto de vista. ¿No cabe también la posibilidad, J. T. y F. B., de que en realidad lo que sucede es que quizás haya algún tipo de observador, por llamarlo de alguna forma, que sea más susceptible a esta serie de cuadros, a lo mejor inclusive más que el propio pintor que realizó esta obra? O sea, que haya, ya por parte de aquella persona que tiene el cuadro, una predisposición a realmente captar el mensaje de ese cuadro.

José Tarrazó:

—Normalmente cuando una persona, o determinadas personas, han adquirido una obra de arte, para mí es como un traje que se han comprado, y hay quien tiene un gusto exquisito para vestir, y hay quien tiene un gusto pésimo para vestir. Y entonces, se dan las circunstancias de que estas personas a veces se han adquirido estos trajes, que a veces con unas firmas, podríamos decir, famosas, pero que en realidad no es arte. Esto es una camisa pues que le va a esta persona, este traje le va a la otra… y habría que observar y veríamos que en cada hogar existen los trajes que cada uno desea llevar.

Presentador:

—Yo es que pondría un ejemplo, si me lo permitís. Y es que cabe la posibilidad, bueno… ¿los amuletos tienen realmente un poder, real o mental, sobre la persona que los lleva?

F. B.:

—Estábamos comentando que las formas geométricas invocan, y es como que reciben y emiten al mismo tiempo un tipo de energías, entonces sí que pueden influir, por supuesto.

Presentador:

—Es el ejemplo que yo quería poner. Un amuleto, o sea, hay alguna persona que le pueda emitir un tipo de energía especial, pues, ¿por qué no creer que hay un tipo de cuadro, o un tipo de pintura, que también le pueda emitir un tipo de energía negativa?

F. B.:

—No, es que es así. Pensemos que, igual que todo pensamiento o emoción está, digamos, plasmando y manipulando en el éter esas energías etéricas, del mismo modo eso que está emitiendo, ese pensamiento, ese nivel de vibración, tiene un tono de color, una nota musical. Entonces, con el cuadro, la pintura también está emitiendo a un determinado nivel de vibración.

Presentador:

—Por lo que hemos hablado, da a entender que hemos dividido un poco la típica división del bien y del mal en la pintura, y no es así, porque yo creo que se puede utilizar, digamos, el tono negro, o incluso lo que se llama la estética de lo feo, y también conseguir una obra maestra. Es decir, que no van a ser todo angelitos y colores pasteles.

F. B.:

—Yo creo que deberíamos retomar lo del propósito en la pintura. Si el propósito es de servir a la humanidad, de ser útil, de incluso estas obras de Goya que estábamos comentando, que denunciaban una realidad que nadie se atrevía a decir en ese momento. Son útiles, no tienen por qué ser negras, sí, aparentemente son un aquelarre horrible, pero están haciendo un servicio, es necesaria esa obra.

Presentador:

—Entonces lo negativo sería esa depresión o esa inestabilidad, o esa situación de enajenación mental que se trasladará de alguna forma al lienzo.

F. B.:

—Exactamente. Es responsabilidad ya del autor el controlar esto.

José Tarrazó:

—Deberíamos tener en cuenta que el arte es patrimonio de la humanidad y que dentro del arte existe algo que es un gran negocio, o sea, los pintores tienen que vivir, no quiero decir con esto que no se compren cuadros, al contrario, pero hay un gran negocio, y quizás el pintor es el que menos perciba de su obra. Entonces, si el arte es patrimonio de la humanidad, porque en los reinos de la naturaleza existe ese arte. Es decir, tanto en unos como en otros tendríamos que ver el arte como una cosa siempre bella, siempre que, cuando se está imprimiendo, ya sea en la música, como en la literatura, como en la pintura, o como en cualquier otro arte, las personas que están imprimiendo están dando ese mensaje sobre su obra, es un mensaje de amor y de luz hacia toda la humanidad. Y justo lo contrario cuando se convierte en una pura comercialización o especulación de las cosas.

Presentador:

—Muy bien. Gracias a F. B., gracias a J. T., gracias a L. O., y esperamos escucharles la próxima semana.

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